Ciencias y Arte

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>La nueva agenda transatlántica

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Por Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España (EL PAÍS, 03/04/09):

La escasa mención a Europa en los principales discursos de Obama y sus colaboradores ha llevado a muchos analistas a afirmar que Estados Unidos va a centrar sus esfuerzos diplomáticos en el área del Pacífico, en detrimento de la relación con sus tradicionales socios europeos.

Sin embargo, esta afirmación debe matizarse a la vista de las prioridades internacionales de la nueva Administración: la crisis económica, Afganistán, Pakistán, Oriente Próximo, Irán, Al Qaeda, la seguridad energética y el cambio climático, el desafío de una Rusia con renovadas ambiciones y la competencia comercial de China e India.

Ni en uno solo de estos graves retos Europa es un problema, y sí puede ser parte de la solución. No hay que olvidar que, pese a la debilidad que le otorga su poco ágil sistema institucional, la UE sigue siendo el primer mercado, el segundo presupuesto militar y el primer contribuyente de ayuda al desarrollo.

En Irán, Afganistán y Pakistán habrá también una mayor colaboración. Obama no es un pacifista y va a mantener el papel de potencia militar de Estados Unidos. Su opción es obtener de Europa una mayor vinculación en las soluciones, pero no sólo intelectualmente hablando, sino también con dinero y tropas. Ésta será la principal demanda de Obama a sus socios europeos durante los actos conmemorativos del 60º aniversario de la OTAN.

En la cuestión energética se va a colaborar vivamente. Ambos bloques comparten idénticas situaciones de dependencia y consumo. Por ello se va a ver una enorme colaboración en el tema energético, que puede llevar a la creación de una Agencia Mundial para las Energías Renovables que vamos a trabajar para que tenga su sede en España.

Por otro lado, el nuevo orden económico internacional tiene que llevarse a cabo con la anuencia de Europa. Lo que ha pasado en estos meses de intenso caos económico pone de manifiesto que las teorías del decoupling no funcionan, y que Europa y Estados Unidos tienen las economías muy entrelazadas. Para salir de esta tremenda crisis sistémica ambos bloques van a tener que colaborar estrechamente en lo que va a ser una reformulación ética del sistema capitalista.

El foro del G-20 que acaba de reunirse en Londres, y del que afortunadamente España ha formado parte, y seguirá formando, va a seguir reuniéndose por un tiempo. A medida que la crisis económica se acreciente, la pulsión proteccionista aumentará. Vamos a ver un hondo sentimiento de europeos y estadounidenses contra la deslocalización de procesos productivos, especialmente contra aquellos países que de alguna forma hacen dumping social o medioambiental o toleran la piratería de la propiedad intelectual. Las presiones que van a tener los gobernantes serán enormes, y la solución a este creciente sentimiento de los electorados va a requerir coordinación entre los dos principales importadores a nivel mundial (EE UU y la UE), lo que debería incluir el desbloqueo de la Ronda de Doha, si no se quiere ahogar el comercio internacional por décadas.

En este contexto, el plan Merkel de crear un Mercado Único Transatlántico puede tomar forma. Merkel relanzó durante su presidencia de la UE en 2007 el plan de crear un Mercado Único Regulatorio y Supervisor entre Europa y EE UU para establecer el principio de reconocimiento mutuo, armonización y coordinación de normativas y órganos regulatorios en materia de competencia, propiedad intelectual, mercados financieros, contabilidad, estándares industriales y de consumo y normativa medioambiental, con el objeto de aumentar la competitividad y reducir ineficiencias en lo que es el mayor mercado mundial, el mercado transatlántico.

Debe recordarse que la economía transatlántica genera el 58% del PIB mundial. El comercio y la inversión entre la Unión Europea y Estados Unidos suponen más de 3,75 billones de dólares y dan trabajo a 14 millones de los mejores empleos, siendo el fundamento, la piedra angular, de la economía mundial.

En cuanto a nuestro país, España puede ambicionar una relación especial con Estados Unidos, un trato de relación privilegiada dentro de Europa continental, y ése es un reto que, en la medida que el liderazgo de EE UU va para largo, puede permitir a España una mayor influencia en la gobernanza mundial.

Este reto puede tener su momentum en la futura presidencia española de la Unión Europea. A ese fin, nuestro país debe preparar una ambiciosa agenda transatlántica para la cumbre Estados Unidos-Unión Europea que se celebrará en Madrid durante el primer semestre de 2010 y que puede significar mucho para la consolidación de una nueva imagen de España en el mundo.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 6, 2009 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>La deriva de las relaciones transatlánticas

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Por Joschka Fischer, ex ministro de Relaciones Exteriores y vicecanciller de Alemania desde 1998 hasta 2005. Traducción de David Meléndez Tormen. © Project Syndicate/Institute of Human Sciences, 2009 (EL PAÍS, 02/04/09):

En las riberas del Rin y en Praga, la OTAN y la Unión Europea rinden en los últimos días de esta semana su homenaje al nuevo presidente estadounidense. Habrá hermosas fotografías y pomposos discursos acerca del futuro de la relación transatlántica: lo de siempre. Sin embargo, antes de las cumbres de Estrasburgo y Praga, las relaciones transatlánticas van a verse sometidas a una prueba de fuego en la cumbre del G-20 que hoy, jueves, se celebra en Londres.

Se esperaba que la elección de Barack Obama iba a mejorarlo todo. Se suponía que la deriva en las relaciones transatlánticas ocurrida durante los ocho años de la presidencia de George Bush se iba a detener y hasta revertir. Pero esas esperanzas se diluyen a medida que la crisis económica global pone de relieve las diferencias entre EE UU y Europa.

Por supuesto, al término de la cumbre de Londres los líderes reunidos harán una declaración conjunta, porque nadie puede permitirse el lujo de que ésta fracase obviamente. Pero persistirán las diferencias. Estados Unidos desea solucionar la crisis global proporcionando una cantidad de ayuda financiera sustancialmente mayor. Europa se niega a comprometerse a eso, prefiriendo hacer hincapié en la reforma financiera. En cualquier caso, lo que quedará de lado es una respuesta global y contundente a la crisis más grave desde 1929. Para esa batalla no hay liderazgo a la vista.

La principal razón de que prosiga la deriva transatlántica es que la crisis se está viviendo de manera diferente. Estados Unidos teme a la deflación; Europa -impulsada por su mayor economía, Alemania- teme a la inflación y al endeudamiento nacional. Estados Unidos ha dado media vuelta en términos prácticos e ideológicos, confiando en Keynes y en una enorme demanda pública financiada a través de la deuda para poner freno al declive económico. Sin embargo, los europeos, si bien han puesto en marcha planes nacionales de recuperación, siguen poco dispuestos a asumir el riesgo de un endeudamiento similar. Piensan que el Estado de bienestar europeo, más extenso y sólido que el norteamericano, servirá de amortiguador, al menos durante cierto tiempo.

Pero la táctica política también tiene su papel. Obama acaba de ser elegido por cuatro años, y su destino político depende de su capacidad de lograr la recuperación económica. En Europa, los líderes tienen imperativos muy diferentes. El primer ministro británico, Gordon Brown, tiene serios problemas. La crisis económica en Reino Unido es al menos tan grave como en Estados Unidos, y ha obligado al Gobierno a recurrir casi enteramente al gasto deficitario para evitar el total colapso del sistema financiero. A Brown le quedan pocas opciones, y lo peor es que Reino Unido está lejos de haber sufrido lo peor de la crisis. Sólo un milagro podría salvarlo.

El destino de Brown tendrá efectos en Alemania y Francia, donde el británico es visto como un ejemplo de lo que puede pasar. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, no quieren jugarse sus propios futuros políticos. Merkel tendrá el papel central en la decisión de qué postura adopta Europa en el G-20 y en el futuro inmediato, no sólo porque es líder de la mayor economía de la UE, sino también porque desea ser reelegida en septiembre. Merkel está en una posición muy incómoda que podría terminar convirtiéndose en un gran dilema. Si opta por un gasto deficitario sustancial, perderá apoyo en su país, y de hecho este apoyo ya está debilitándose a causa de la mayor deuda estatal, las nacionalizaciones, los programas de estímulo, etcétera. Pero si el desempleo aumenta y algunas empresas conocidas quiebran, hay quienes podrían decir que no ha hecho lo suficiente, lo que podría llevar a que los socialdemócratas triunfaran. Está por ver si lo que decidirá el resultado electoral en Alemania es el desempleo o la deuda estatal, pero Merkel hará todo lo posible por evitar comprometerse, y la cumbre de Londres le llega demasiado temprana.

Este tipo de razonamiento con bases egoístas tiene serias consecuencias internacionales. El desacuerdo entre Europa y Estados Unidos está bloqueando una acción concertada de las dos principales zonas económicas, con lo que se debilita a Occidente como un todo. Esto socavará todavía más la relación transatlántica, dará un mayor peso a China y, con toda probabilidad, hará posible que los chinos emerjan como los grandes ganadores de la crisis.

El mundo habrá cambiado una vez que la crisis global haya pasado, y entonces los europeos ya no podrán quejarse. El mundo será más pacífico y menos transatlántico, y el nuevo eje de la política mundial estará formado por el dúo sino-estadounidense.

Parece ser que la esperanza secreta en Berlín, París y otras capitales europeas es que Obama logre arreglar las cosas. Si tiene éxito como un súper-Keynes, nadie en Europa habrá tenido que arriesgar su propio futuro político. Si fracasa, bueno, gracias a Dios que uno no estaba metido en eso.

Esas posturas son peligrosas para los intereses vitales de Europa. Si Europa piensa que su papel en la solución de esta crisis es el de un polizón, en el futuro será tratada de manera acorde.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 6, 2009 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>Obama en Europa

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Por Joaquín Roy, catedrático ‘Jean Monet’ y director del Centro de la Unión Europea en la Universidad de Miami (EL CORREO DIGITAL, 01/04/09):

Londres, Estrasburgo, Baden-Baden, Praga, Estambul… Barack Obama se ha embarcado en un agotador periplo europeo que ni siquiera va a impactar en su peculiar sonrisa y carisma. Europa ya apostó por Obama, aunque no se sabe bien si fue por el disgusto con Bush o por apoyar las causas liberales de las minorías raciales, aunque en el propio continente se pisoteen frecuentemente. En fin, el hecho es que el presidente estadounidense encara de lleno la inevitable necesidad de mantener la alianza con una civilización que es a la postre la única de fiar para los intereses globales de Washington, antes y ahora. Europa y Estados Unidos están condenados a entenderse.

Pero la descomunal agenda de Obama encara algunas importantes aristas, incomprensiones y falsas percepciones. En Europa existe un malentendido sobre Estados Unidos, donde se ignoran ciertas esencias europeas, sobre todo las de más reciente instalación. La primera causa de la defectuosa comprensión de Europa para los ojos norteamericanos es precisamente la ambivalencia europea en definirse. Existe una contradicción entre las declaraciones oficiales y los evidentes logros de la integración (sublimada en la entidad llamada Unión Europea) y la imagen negativa que frecuentemente proyectan los líderes europeos actuales, aunque los ciudadanos no les van a la zaga a menudo.

Todavía resuena la admonición de Kissinger acerca de la identificación del ‘teléfono de Europa’. La UE respondió lenta pero tímidamente con la instalación del nuevo puesto de Alto Representante para la Política Exterior Común y de Seguridad (PESC). Javier Solana, es sabido, es hasta ahora el primero y único Mr. Pesc. Pero cuando se intentó elevar este cargo a la categoría de ministro de Asuntos Exteriores en la fallida Constitución, no se consiguió más que rebajarlo a la categoría del título rimbombante original en el rescate del Titanic que es el Tratado de Lisboa, pendiente de un hilo, el segundo referéndum irlandés.

De aprobarse este texto de reforma, Europa pasaría a tener no un teléfono, sino cuatro: el nuevo presidente con un mandato de dos años y medio, renovables; Mr. Pesc; el mandatario del país que rotatoriamente seguiría coordinando los consejos; y el presiente de la Comisión, que no quisiera verse rezagado. De ahí que los líderes no estén dispuestos a dar mayor poder al Parlamento, ya que su presidente quisiera poder controlar a las demás instituciones. Ya lo dijo Madeleine Albright una vez: para entender a la UE hay que ser francés o muy inteligente.

Pero, en fin: hay lo que hay. Y con eso debe lidiar Obama. Ante la ambivalencia europea, el presidente norteamericano se va a mostrar prudente para no herir susceptibilidades. Ve que la dirigencia checa (ahora en desbandada, pero no enterrada) quisiera desmantelar la UE y convertirse en una ineficaz OEA, bañada por el Danubio, no por el Potomac. Observa cómo la extraña pareja de Sarkozy y Merkel no se parecen en absoluto a Mitterrand y Kohl. Comprueba cómo para las nuevas generaciones Monnet es un pintor y Schuman, un compositor. A pesar del programa Erasmus, la integración de la juventud europea, aunque ha superado la incomunicación de la primera parte del siglo XX, deja todavía mucho que desear.

Respetuoso con la tradicional ‘relación especial’ con los británicos, Obama toma cuidadosa nota de los discursos con los que el primer ministro Gordon Brown se adornó en su reciente visita a Washington; no mencionó una sola vez a la Unión Europea. Coincidió con el presidente americano en referirse a Europa genéricamente. Este concepto geopolítico angloamericano incluye a la OTAN, cualquier coalición de la vieja y la nueva Europa (la etiqueta de Rumsfeld no ha desaparecido por completo), y sobre todo a cualquier esquema que suavice los requisitos comerciales de la UE, percibidos como obstáculos para la libre circulación de los bienes norteamericanos.

De ahí que Obama, como era el caso notorio de Bush, se deba mostrar extremadamente escrupuloso en no ser etiquetado como inclinado hacia el federalismo europeo, sobretodo en las actuales circunstancias. Ante la anunciada renacionalición de la producción en ciertos sectores (con Sarkozy a la cabeza), el contraataque del imperio no se ha hecho esperar: ‘Comprad americano’ es el grito de guerra populista en el Congreso. Identificada (erróneamente) como la madre natural de NAFTA, la UE puede ingresar en un periodo de mala prensa, a pesar de los insuficientes esfuerzos que hacen las representaciones de la Comisión, los diversos centros y cátedras dedicadas a romper el mal entendimiento, y los esfuerzos individuales dignos de encomio.

El hecho es que la población norteamericana se divide todavía (fuera de la elite académica) en dos bandos. Uno ignora todo sobre la UE y el estado actual de Europa; el otro cree que la integración europea es una maniobra para competir con Estados Unidos y desplazarlo de la posición hegemónica que ha disfrutado durante casi un siglo. Interpretando incorrectamente las causas del cambio desfavorable para la moneda norteamericana, se cree que la subida del euro es una maniobra europea agresiva contra la economía estadounidense, cuando en realidad es negativa para las exportaciones europeas. La agenda de Obama es, por lo tanto, ardua y voluminosa.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 5, 2009 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>Una Europa débil ante Obama

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Por Mateo Madridejos, periodista e historiador (EL PERIÓDICO, 01/02/09):

En un reciente artículo sobre el nuevo orden mundial, Henry Kissinger aseguraba que el unilateralismo durante la presidencia de George Bush había servido de coartada para que la UE aplazara la resolución de los problemas que afectan a su estructura y funcionamiento. También para sembrar la cizaña. Las controversias atlánticas no han desaparecido como por ensalmo ante el potente atractivo que proyecta Barack Obama, pues los reiterados llamamientos de este para la cooperación y el reparto de los gastos amenazan con reactivar las divergencias que socavan los cimientos de la integración europea y debilitan el acervo comunitario.

Todas las crisis recientes –Gaza, el gas de Rusia, la cuestión iraní o la guerra en Afganistán– acrecientan la cacofonía europea en un momento en el que la esencial cooperación franco-alemana se comporta bastante mal. Tras lamentar las desavenencias, el expresidente francés Giscard d’Estaing, que se felicita por haber mantenido una relación ejemplar con el excanciller alemán Helmut Schmidt, cuyo fruto fue la unión monetaria, asevera que “no habrá integración europea sin esa pareja”, la pareja franco-alemana, ahora en trámite de recriminaciones.

LA TREPIDANTE gestión de Nicolas Sarkozy en el semestre de presidencia francesa de la UE, ora arrogante y napoleónico, ora transfigurado en hombre providencial e infatigable, capaz de renegar del liberalismo para presentarse como salvador del planeta y del capitalismo supuestamente agonizante, ofrece un balance de luces y sombras, pero tuvo la mala suerte de concitar la desconfianza de la discreta Angela Merkel y contribuyó a ahondar el foso entre París y Berlín. La prensa alemana zahirió al presidente francés con crueldad y el semanario Der Spiegel lo presentó como “embriagado por el poder”, una presunta calamidad nacional.

En el último sobresalto del gas ruso y la tragedia de Gaza, la Unión Europea, bajo presidencia checa, no estuvo afortunada ni exhibió ninguna energía. La Rusia de Putin y el presidente Medvédev volvió a utilizar el gasoducto llamado Amistad, el más poderoso vestigio de la época soviética, para dividir y debilitar políticamente a Europa, incapaz de resolver por ahora el dilema planteado por Joschka Fischer, el exministro alemán de Asuntos Exteriores: “¿Debe Rusia ser tratada como un socio difícil o como un adversario estratégico?”. La divisoria más acusada corre paralela al que fue telón de acero.

La actuación en medio de los bombardeos no fue muy airosa. El mismo Sarkozy, dispuesto a participar en todos los cónclaves, se desplazó a Egipto y coincidió en Jerusalén con otra misión europea, en el desempeño de un papel notoriamente subalterno, cuando no patético. Israel solo cesó en su ofensiva luego de que su ministra de Exteriores, Tzipi Livni, arrancara en Washington una somera garantía contra el contrabando de armas en la frontera egipcia. La diplomacia europea ni siquiera pudo forzar la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. Ante la inmensidad del desastre, un distinguido político británico, Chris Patten, excomisario europeo de Exteriores, se pregunta cuándo Europa dejará de financiar con generosidad y angelismo las devastaciones provocadas por las fracasadas políticas de Israel y EEUU.

Tras la jura de Obama y la instalación de Hillary Clinton en el departamento de Estado, la cuestión urgente radica en saber si EEUU y la UE colmarán o defraudarán las expectativas recíprocas, si serán capaces de forjar una nueva colaboración en problemas cruciales como Afganistán, Oriente Próximo o la reconstrucción de la economía mundial. En medio de la tormenta, en una Europa sin pulso, sigue la pugna sorda entre Berlín y París para dilucidar cuál de los dos, Merkel o Sarkozy, merecerá el privilegio de hacerse la primera foto con Obama.

Europa no figura en las prioridades de Obama, un presidente entregado a un meditado ejercicio de reducción de las expectativas, pero que, al mismo tiempo, hace declaraciones a una televisión árabe, envía un emisario a Oriente Próximo e inicia una tímida apertura hacia Teherán. La cooperación transatlántica se centrará en la OTAN, que sigue siendo el brazo armado de Occidente y que lleva el peso de la intervención en Afganistán, pero cuyo avance hacia el este y su estrategia en el Cáucaso perturban las relaciones con Rusia y suscitan una enojosa controversia que se solapa con la del gas.

SEGÚN EL calendario provisional, Obama no llegará a Europa hasta abril para asistir a la cumbre del G-20 en Londres y celebrar en Estrasburgo el sexagésimo aniversario de la creación de la Alianza Atlántica. Para entonces deberán estar resueltos los espinosos asuntos del aumento de tropas en Afganistán, de la nueva estrategia y del retorno de Francia al mando militar integrado de la OTAN del que la retiró De Gaulle en 1966, según lo prometido por Sarkozy.

Ocurre, sin embargo, que la situación en Francia ha cambiado mucho. A medida que le crecen los problemas a Sarkozy, en la calle y en los despachos, los gaullistas de estricta obediencia levantan cabeza y exigen un precio para volver al redil atlántico: el desarrollo en la OTAN de una identidad europea de defensa, el famoso pilar europeo de la Alianza que el presidente francés sueña con dirigir, pero que levanta ampollas en otros socios y complica la visión y la dirección desde Washington. Un motivo más de divergencia entre europeos.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

febrero 1, 2009 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>Una nueva relación USA-Europa

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Por Darío Valcárcel (ABC, 08/11/08):

Una de las torpezas de la administración Bush fue disparar, durante ocho años, contra la idea de Europa. La extrema derecha odia la idea de Europa. Porque en efecto, ¿cómo conciliar ese mundo, el mundo del rifle, con el de Locke, Hum, Voltaire o Jovellanos? Entre otras cosas, Bush fue precisamente eso, la ignorancia de Europa. Sin entender, ni remotamente, que él era también hijo de Europa. Fieles colaboradores como Dick Cheney o Donald Rumsfeld se ocuparon de poner todos los bastones en las ruedas de la Unión Europea. El más reciente de esos ejercicios de boicot fue el No irlandés en el referéndum de mayo del Tratado de Lisboa, hace cinco meses. Al fin y al cabo la verde Erin es casi un territorio americano.

A veces jugar sucio es cuestión de vida o muerte. Pero el dúo Cheney-Bush amaba la suciedad en sí misma, metida en vena, como el ex alcohólico lleva en sí el alcohol hasta el último día. Y sin embargo las ideas de Monnet, Schuman, Adenauer o Erhard seguían activas, peligrosamente encendidas, listas para germinar. La patada que Bush se propinó en su propio culo al enviar a Rumsfeld a decir aquella retahíla de vulgaridades sobre la nueva y vieja Europa en la reunión de Munich, (2006), es uno de esos hitos de la imbecilidad humana a los que Obama se enfrenta. La incultura de Cheney-Bush actuaba aquí a toda máquina: el desprecio de la historia, el horror a los libros, la falta de curiosidad hacia el otro, han llevado al actual desastre. Sólo hemos leído el último de los dos libros de Obama. Su lectura revela, a pesar del relamido título, «The Audacity of Hope», el orden interno de una cabeza.

Franklin Roosevelt acabó por caer ante la poliomielitis. Pero su carácter, astucia y percepción marcaron aquellos trece gloriosos años. El príncipe afroveneciano tiene astucia, percepción y carácter, además de tres cualidades: inteligencia, inteligencia, inteligencia. Capacidad de entender. Él se sabe símbolo del triunfo de la estética sobre las fuerzas del mal. Pero volvamos a la áspera tierra: hay hombres de calidad en las dos orillas, Richard Holbrooke, Jean-Claude Trichet, capaces de acordar la gran tarea de restauración, después de ocho años de oscurantismo en la Casa Blanca.

El antiamericanismo, o mejor, la alergia europea a la derecha dura americana (quizá un tercio del país, instalado sobre todo en el centro, lejos de las costas de Estados Unidos) no desaparecerá con la llegada de Obama. La izquierda española y también, curiosamente, la derecha ultra, tienen grabado a fuego ese sentimiento desde hace 110 años, cuando la frágil España era humillada por Estados Unidos en Cuba y Filipinas. El tratado de París fue uno de los momentos más sombríos de la historia española: se debió sobre todo al deseo de América de aplastar, literalmente con la bota, a la pobre regente, una despistada archiduquesa habsbúrgica, madre de un Rey de 12 años. Pero este atropello no es hoy más que una anécdota. Franco firmó con el presidente Eisenhower unos acuerdos -militares y de pequeña ayuda civil- en 1953. Acuerdos que convertidos en Tratado bilateral perduran hoy, modificados pero no rotos. Alguien que recorra de noche la costa gaditana se encontrará con una cegadora luz extendida por pistas y dársenas: es Rota, junto a Chipiona, enorme base aeronaval, clave en la contención frente a la amenaza soviética durante 40 años. Sobre ese acuerdo bilateral se sobrepuso el ingreso de España en la OTAN, 1982.

Estados Unidos mantiene en Europa su despliegue defensivo (y ofensivo): desde Turquía a Portugal, desde Grecia a Noruega. Con diferencia, el mayor despliegue de su fuerza ultramarina. Los europeos fueron especialmente desvergonzados durante la larga postguerra. Desde 1945 al final del siglo, hicieron frase tras frase, reticencia tras reticencia, mientras aceptaban, encantados, que América pagara el grueso de la factura militar. El general De Gaulle fue una excepción (en 1966 expulsó al cuartel general de la OTAN de París: Francia era una potencia nuclear media desde los años 1950/55, y eso le dio autonomía frente a los dos grandes). Los americanos conocen la peligrosidad de las ideas. Un día, de pronto, dan un susto y se convierten en realidad. Desde los años 1960 los europeos aspiran a una cierta independencia militar. Pero basta revisar los esfuerzos de Javier Solana como Alto Representante de la UE, para comprobar lo modesto de los avances. Aunque haya que reconocer la tenacidad de Solana: él ha mantenido, casi en solitario, la idea de una defensa integrada. Sólo por eso merece, de acuerdo con el futuro Tratado de Lisboa, ser titular, durante cinco años, de la nueva cartera, Seguridad y Política Exterior.

La enorme malla de Alianza Atlántica, controlada por Estados Unidos, no será deshecha por Obama. Entre otras razones porque hace falta una clara voluntad política y varias décadas de trabajo para llevar a cabo su deconstrucción. Ni Obama ni sus colaboradores ven la utilidad de ese ejercicio. Veremos dos indicios: los nombres, quizá anunciados hoy, para el Pentágono y el departamento de Estado.

El mantra se repite como corresponde: es el crach financiero, el hundimiento de las bolsas, el desorden económico y sus consecuencias sociales, lo que atraerá la atención de Obama. Bueno, bien. Pero el gasto estrictamente militar de EE.UU, sólo en Irak, supera como media los 110.000 millones anuales, a lo que debemos añadir la factura de reconstrucción, petrolera y civil, imposible de cifrar en un artículo como este. Además, existe Afganistán, aparte de las inversiones y gastos corrientes (presupuesto americano de Defensa, todo incluido, ligeramente superior a 500.000 m. $. Presupuesto español, 10.620 m. $, 46 veces menor si utilizamos la conversión dólar-euro, 1.28, de 6 noviembre; Producto Interior Bruto de EE.UU, 14,4 billones de $, PIB español, 1.45 billones de $, diez veces menor). Creemos que este entramado económico-militar pesará, quizá hasta mediado este siglo.

Conclusión provisional: Obama ha hecho (1) una apuesta por la restauración de los puentes con los aliados europeos; (2) esos puentes son indispensables para la seguridad americana; (3) independientemente de otras alianzas, Japón y Corea del Sur, menores si se comparan con la OTAN, lo permanente, aunque cambiante, es el despliegue americano en Alemania, Reino Unido, Italia, España… y finalmente (4) Obama no ha emitido señal alguna en su larga campaña contra ese despliegue.

A diferencia de Bush, Barack Obama no cree que Estados Unidos haya de burlarse de Europa. Es más, piensa que es peligroso hacerlo. El rumbo tomado por el anterior canciller alemán, Gerhard Schroeder, en defensa del aprovisionamiento de su país y de otros europeos por el gas y el petróleo rusos, no dejará de inquietar a la nueva administración americana. Obama lo ha repetido: «Ninguno de los problemas se resolverá mientras Estados Unidos no reorganice su propia misión». «Restableceré los lazos con nuestros aliados de Europa». «Con demasiada frecuencia hemos enviado mensajes equivocados a nuestros socios. Hemos desoído los mensajes en los que Europa nos aconsejaba prudencia antes de entrar en Irak». Esto puede leerse al precio de 12 euros en el número de julio 2007 de la revista Política Exterior.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

noviembre 9, 2008 Posted by | Estados Unidos, relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>China’s new nationalism may require careful negotiation

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By Simon Tisdall (THE GUARDIAN, 28/07/08):

In official-speak, it’s about “one world, one dream”. But as the waves of patriotic pride build, next month’s Beijing Olympics are beginning to look like a globally televised, heavily choreographed celebration of advancing, muscular Chinese nationhood. One country, one team.

Using the event to showcase China’s emergence as a potentially dominant world power was always part of the Communist party’s game plan. In this sense, the medals table, which China expects to dominate, is a metaphor for broader international competition for resources and influence.

After centuries of humiliations at western hands, few could fairly deny China a self-glorifying day in the sun. But how to stop Beijing over-egging its nationalist pudding – how to prevent superpower turning to super-arrogance as has happened elsewhere – is the big post-Olympic question.

Speaking at a recent conference in London, Charles Grant, director of the Centre for European Reform, voiced concern that China could “go the Bush-Cheney way”, forsaking multilateralism in selfish, unheeding pursuit of perceived national interest.

In a new pamphlet co-authored with Katinka Barysch, Can Europe and China Shape a New World Order? Grant highlights China’s fierce adherence to principles of national sovereignty and non-interference. Its vetoing of western efforts to rein in Zimbabwe’s pariah regime is one recent example of a holdover non-aligned mentality.

Economic and trade tensions with Europe and the US, the environmental impact of its rapid development, authoritarian governance and human rights abuses, and its rapid military build-up are all factors feeding western perceptions, measured in recent polls, that a resurgent China represents “the biggest threat to global stability”.

But Grant and Barysch argue that what American author Robert Kagan predicts will be a future “axis of autocracies” linking China to likeminded unilateralists in Russia and elsewhere in Asia is not inevitable. Beijing was already collaborating with the west on North Korea and Iran, if less so on Sudan and Burma, they said.

An internal debate was under way between “liberal internationalists” and “assertive nationalists” on whether Beijing should jettison its distrust of traditionally western-dominated global bodies.

China could yet swing either way, Grant and Barysch said. And it was up to the European Union to persuade Beijing of the benefits of collaborative multilateralism, using as carrots its markets, its technological advantages and its institutional and governance experience.

Xinning Song, a Chinese academic, was less optimistic about the extent to which Europe could influence China’s future behaviour. He told the conference there were three main problems.

The EU and China don’t know how to deal with each other. China doesn’t understand how the EU institutions work or where the power lies. Secondly, they need to define a working partnership. Thirdly there is lack of mutual public understanding. The uproar in western countries over Tibet and the Olympic torch showed how small events can have a very big impact.

Simon Fraser, director-general for Europe and globalisation at the Foreign Office, said it was plain the EU could not shape a new world order with China, nor should it try, since the US, Russia and India must all have their say. But it was certainly true that “a change in the way the world is organised is happening … economic power is shifting east and political power will follow”.

Enhanced economic integration was the way to minimise the chances of future conflict, Fraser said. But equally, friction over trade, energy and other resources could easily upset the relationship. Given that climate change was now an “existential issue”, China’s role as a test bed for low-carbon models of future development was potentially critical.

This was an area where the EU technological and regulatory expertise could help. Other speakers said only the US could apply decisive leverage to China because of its superpower status but also because, unlike the EU, it has direct strategic and bilateral military, regional and economic relationships with China spanning the Pacific and east Asia.

The EU and US should work together to influence China’s future polices rather than compete for political influence and economic benefits, Song and Fraser suggested. If they did, Beijing would be more likely to accept its responsibilities as a world power operating within international institutions.

Transatlantic collaboration on China, like other issues, cannot be taken for granted – but appears highly desirable. As the Olympics spectacle may soon vividly illustrate, China’s bold new nationalism could, if mishandled or misjudged, morph into an abrasive, new century imperialism with unfathomable consequences.

agosto 4, 2008 Posted by | China, relaciones transatlánticas | Deja un comentario

China’s new nationalism may require careful negotiation

By Simon Tisdall (THE GUARDIAN, 28/07/08):

In official-speak, it’s about “one world, one dream”. But as the waves of patriotic pride build, next month’s Beijing Olympics are beginning to look like a globally televised, heavily choreographed celebration of advancing, muscular Chinese nationhood. One country, one team.

Using the event to showcase China’s emergence as a potentially dominant world power was always part of the Communist party’s game plan. In this sense, the medals table, which China expects to dominate, is a metaphor for broader international competition for resources and influence.

After centuries of humiliations at western hands, few could fairly deny China a self-glorifying day in the sun. But how to stop Beijing over-egging its nationalist pudding – how to prevent superpower turning to super-arrogance as has happened elsewhere – is the big post-Olympic question.

Speaking at a recent conference in London, Charles Grant, director of the Centre for European Reform, voiced concern that China could “go the Bush-Cheney way”, forsaking multilateralism in selfish, unheeding pursuit of perceived national interest.

In a new pamphlet co-authored with Katinka Barysch, Can Europe and China Shape a New World Order? Grant highlights China’s fierce adherence to principles of national sovereignty and non-interference. Its vetoing of western efforts to rein in Zimbabwe’s pariah regime is one recent example of a holdover non-aligned mentality.

Economic and trade tensions with Europe and the US, the environmental impact of its rapid development, authoritarian governance and human rights abuses, and its rapid military build-up are all factors feeding western perceptions, measured in recent polls, that a resurgent China represents “the biggest threat to global stability”.

But Grant and Barysch argue that what American author Robert Kagan predicts will be a future “axis of autocracies” linking China to likeminded unilateralists in Russia and elsewhere in Asia is not inevitable. Beijing was already collaborating with the west on North Korea and Iran, if less so on Sudan and Burma, they said.

An internal debate was under way between “liberal internationalists” and “assertive nationalists” on whether Beijing should jettison its distrust of traditionally western-dominated global bodies.

China could yet swing either way, Grant and Barysch said. And it was up to the European Union to persuade Beijing of the benefits of collaborative multilateralism, using as carrots its markets, its technological advantages and its institutional and governance experience.

Xinning Song, a Chinese academic, was less optimistic about the extent to which Europe could influence China’s future behaviour. He told the conference there were three main problems.

The EU and China don’t know how to deal with each other. China doesn’t understand how the EU institutions work or where the power lies. Secondly, they need to define a working partnership. Thirdly there is lack of mutual public understanding. The uproar in western countries over Tibet and the Olympic torch showed how small events can have a very big impact.

Simon Fraser, director-general for Europe and globalisation at the Foreign Office, said it was plain the EU could not shape a new world order with China, nor should it try, since the US, Russia and India must all have their say. But it was certainly true that “a change in the way the world is organised is happening … economic power is shifting east and political power will follow”.

Enhanced economic integration was the way to minimise the chances of future conflict, Fraser said. But equally, friction over trade, energy and other resources could easily upset the relationship. Given that climate change was now an “existential issue”, China’s role as a test bed for low-carbon models of future development was potentially critical.

This was an area where the EU technological and regulatory expertise could help. Other speakers said only the US could apply decisive leverage to China because of its superpower status but also because, unlike the EU, it has direct strategic and bilateral military, regional and economic relationships with China spanning the Pacific and east Asia.

The EU and US should work together to influence China’s future polices rather than compete for political influence and economic benefits, Song and Fraser suggested. If they did, Beijing would be more likely to accept its responsibilities as a world power operating within international institutions.

Transatlantic collaboration on China, like other issues, cannot be taken for granted – but appears highly desirable. As the Olympics spectacle may soon vividly illustrate, China’s bold new nationalism could, if mishandled or misjudged, morph into an abrasive, new century imperialism with unfathomable consequences.

agosto 4, 2008 Posted by | China, relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>Obama, McCain y Europa

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Por Marco Vicenzino, director del Global Strategy Project, con sede en Washington, Estados Unidos (EL MUNDO, 26/06/08):

Mientras el presidente Bush se ha despedido recientemente en un último viaje a Europa, durante el que no hubo mayores novedades en el terreno diplomático, los aliados de Estados Unidos esperan con impaciencia la llegada de su sucesor. La cuestión de cuál será el mejor candidato para Europa domina el debate público europeo.

Según las encuestas, la presidencia de Obama sería bien recibida por la mayor parte de los europeos, lo que debería interpretarse como el deseo de un nuevo punto de partida en las relaciones trasatlánticas históricas. Sin embargo, desde una perspectiva substantiva no es muy probable, ni siquiera posible, que tanto el señor Obama como el señor McCain cambien drásticamente las bases fundamentales de las relaciones, que siguen siendo bastante sólidas en lo esencial.

Una parte considerable de esas relaciones está institucionalizada en el seno de unas estructuras, unos tratados y unas reglas de observancia obligada, y de acuerdo con unos valores, unos principios y unas aspiraciones comunes. Aunque ambos lados del Atlántico continúan compartiendo en gran medida unos intereses comunes, en los últimos años se han multiplicado las diferencias sobre la manera de servirlos adecuadamente en los ámbitos de la diplomacia, la seguridad y la economía. Es más, buena parte de las relaciones está impulsada por el sector privado, con enormes niveles de inversiones estadounidenses en Europa y viceversa.

Los escollos principales para las relaciones trasatlánticas subyacen a largo plazo más allá del terreno bilateral, más allá del teatro atlántico de operaciones y más allá de las amenazas tradicionales a la seguridad. Esas dificultades requieren un liderazgo eficaz y responsable y es en este punto en el que el futuro presidente de Estados Unidos puede marcar diferencias importantes. Su competencia, su experiencia y su capacidad para delegar la autoridad en consejeros cualificados y para cooperar con la habilidad necesaria con sus aliados en Europa y en otros lugares del mundo no sólo pueden alterar el rumbo de la política exterior de Estados Unidos, sino que pueden contribuir a configurar un nuevo paradigma global y una nueva arquitectura geopolítica para el siglo XXI.

La capacidad de comprender, de captar y de conceptualizar unas amenazas en evolución es esencial en este proceso. También es crítica la de comunicar y explicar de forma eficaz las implicaciones de esas amenazas a los dirigentes europeos y a sus opiniones públicas mediante la capacidad de persuasión. Tomar la iniciativa y convertir las amenazas en oportunidades supondrán una diferencia fundamental en el enfrentamiento colectivo a estas dificultades.

El nivel de colaboración y de coordinación a escala trasatlántica e internacional en la lucha contra el terrorismo ha demostrado ser muy eficaz en los últimos años. Hace ya tiempo que se ha aceptado que, dentro de un futuro más o menos previsible, Irak siga siendo responsabilidad de Estados Unidos (aunque como preocupación tenga un alcance regional y global), y que no va a suponer ninguna implicación activa de los europeos, especialmente en razón de que la opinión pública sigue siendo hostil.

Antes bien, el futuro de las relaciones trasatlánticas en materia de seguridad estará determinado en gran medida por Afganistán. La necesidad de un compromiso mayor de los europeos, y de una aportación también mayor de recursos, afecta de manera fundamental al éxito futuro de la operación. Además, para posibilitar la aportación de nuevos recursos sigue siendo crucial la necesidad de que los dirigentes europeos piloten y cambien la percepción de la opinión pública sobre Afganistán. Sin un apoyo considerable en los parlamentos, que dependen en gran medida de la opinión pública, los dirigentes europeos van a seguir sin capacidad de maniobra, incluso aún más. La incapacidad general de muchos dirigentes europeos contemporáneos para conectar con sus opiniones públicas complica aún más esta iniciativa

En su última gira por Europa, el presidente Bush no ha dejado ni un solo momento de plantear la cuestión de Irán. A partir de que se instituyera durante su mandato presidencial un marco multilateral para abordar el tema de la capacidad nuclear de dicho país, con la participación de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania, el presidente Bush no ha hecho sino reforzar este punto como parte de su legado. El que este marco termine siendo un éxito es una cuestión enormemente incierta en la medida en que este proceso está todavía en marcha. El sucesor del presidente Bush no tendrá más remedio que heredar este proceso de diplomacia multilateral que los dos candidatos han defendido públicamente, sin descartar la insistencia del señor Bush en no excluir la opción militar.

Hasta cierto punto, las sanciones han tenido un impacto en Irán y han demostrado ser algo así como una espada de doble filo. En el plano diplomático, han hecho daño a la imagen de Irán en el escenario mundial, particularmente en los lugares de encuentro de la diplomacia de altos vuelos. Además, las sanciones han tenido un impacto en la confianza del inversor internacional en Irán y han reducido el monto de la inversión extranjera directa y el acceso a capitales, en particular desde bancos internacionales, que se muestran cada vez más reacios a verse envueltos en el mercado iraní. Esto está empezando poco a poco a dejar sentir sus efectos erosionantes en la economía iraní. Aunque las inversiones procedentes de otros lugares del mundo en vías de desarrollo (China y la India) puedan aliviar en cierta medida las dificultades económicas, esas inversiones no bastan para compensar las inversiones de capital occidental y sus conocimientos tecnológicos, que Irán necesita sobre todo para mantener y desarrollar su sector energético, actualmente en dificultades.

La incertidumbre sobre la resolución de la cuestión nuclear de Irán, sea diplomática o militar, o de cualquier otra índole, sigue infundiendo miedo en los mercados internacionales. La declaración del viceprimer ministro de Israel sobre la inevitabilidad de un ataque a Irán ha producido conmoción en todo el mundo y ha originado un nuevo incremento de unos precios del petróleo que ya estaban altos. Por las calles de Oriente Próximo y en muchos lugares del mundo musulmán, las sanciones le han granjeado al señor Ahmadineyad admiración y respeto. Al hacer alarde público de su desafío a la comunidad internacional para defender el prestigio y los intereses nacionales de Irán y el orgullo de un mundo musulmán aún más amplio, el señor Ahmadineyad ha aprovechado con mucha astucia las sanciones al régimen para reforzar su popularidad a nivel internacional y dentro de su propio país, en preparación de las elecciones del año 2009 en Irán. Al centrarse en las cuestiones nucleares, el señor Ahmadineyad está tratando de apartar la atención de la opinión pública de la fuente de los auténticos problemas del país, esto es, de la incompetencia del señor Ahmadineyad y de su mala gestión de la situación económica.

Yendo más allá de las amenazas tradicionales a la seguridad, el declive relativo, nunca total, de las relaciones trasatlánticas no debe dar lugar al alarmismo, al populismo o a la xenofobia. Debería aceptarse como un proceso evolutivo natural que refleja las realidades globales contemporáneas. No obstante, eso no significa simplemente darse por vencido o someterse al auge de unas nuevas potencias regionales y globales. Será más bien un reto y una responsabilidad del futuro presidente en el ámbito trasatlántico trabajar incansablemente con los dirigentes europeos para mantener al mundo en vías de desarrollo, particularmente a China y la India, dentro de un marco multilateral, gobernado conforme a normas legales, de instituciones y estructuras internacionales que promuevan la estabilidad y el orden mundiales.

De común acuerdo con los aliados europeos, el futuro presidente deberá ponerse al frente de la lucha por la mejora de los métodos de gobierno y en contra de la corrupción en el seno de la comunidad internacional, particularmente en el mundo en vías de desarrollo y, más específicamente, en el continente africano. En Africa, las crecientes inversiones chinas y su también creciente influencia están ofreciendo enormes oportunidades económicas al continente. Además, con sus métodos de ayuda y de inversión están dando pábulo a posibles amenazas en forma de corrupción y de falta de transparencia y responsabilidad. El sucesor del presidente Bush debe cooperar con los dirigentes europeos para contribuir a corregir dichos métodos.

Afrontar la cuestión del cambio climático ofrece una oportunidad para una mayor cooperación trasatlántica en la medida en que ambos candidatos defienden un compromiso más activo con Europa y con la comunidad mundial. La histórica cumbre de Copenhague sobre cuestiones ambientales en el año 2009 proporcionará al nuevo presidente la oportunidad de tomar la iniciativa. En todo caso, la posibilidad de afrontar el cambio climático de manera eficaz a largo plazo estará condicionada en último término por la participación indispensable de China y la India, así como de otras potencias regionales, en este proceso. No debe sumárseles simplemente sobre el papel, sino mediante un acuerdo concertado y una puesta en práctica también concertada de lo acordado.

Ningún futuro presidente va a estar en condiciones de abordar unilateralmente otras cuestiones críticas y en permanente evolución, tales como la seguridad energética y alimentaria, la reducción de la pobreza, la corrupción endémica que entorpece el desarrollo económico en el mundo en vías de desarrollo, las catástrofes naturales y la prevención de las catástrofes causadas por el hombre, lo que guarda relación con el controvertido tema de la responsabilidad de protección, en especial para impedir las atrocidades masivas, tanto si han sido causadas intencionadamente como por negligencia o descuido. El caso reciente de Birmania constituye un claro ejemplo. Son estas cuestiones en las que generalmente convergen los puntos de vista y los intereses trasatlánticos y que requieren un liderazgo global.

Los señores McCain y Obama no pueden permitirse hacer diferencias entre una vieja Europa y una nueva Europa ni estimular esas diferencias para obtener réditos políticos a corto plazo. El nuevo presidente debe proceder de manera proactiva sobre la base de la cooperación con una Europa unificada a fin de consolidar una voluntad colectiva con la que hacer frente de manera multilateral a estos problemas fundamentales y cimentar una capacidad colectiva desde la que poner en práctica las acciones necesarias que, en último término, determinarán el futuro de la alianza trasatlántica y la estabilidad global.

junio 30, 2008 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario

Obama, McCain y Europa

Por Marco Vicenzino, director del Global Strategy Project, con sede en Washington, Estados Unidos (EL MUNDO, 26/06/08):

Mientras el presidente Bush se ha despedido recientemente en un último viaje a Europa, durante el que no hubo mayores novedades en el terreno diplomático, los aliados de Estados Unidos esperan con impaciencia la llegada de su sucesor. La cuestión de cuál será el mejor candidato para Europa domina el debate público europeo.

Según las encuestas, la presidencia de Obama sería bien recibida por la mayor parte de los europeos, lo que debería interpretarse como el deseo de un nuevo punto de partida en las relaciones trasatlánticas históricas. Sin embargo, desde una perspectiva substantiva no es muy probable, ni siquiera posible, que tanto el señor Obama como el señor McCain cambien drásticamente las bases fundamentales de las relaciones, que siguen siendo bastante sólidas en lo esencial.

Una parte considerable de esas relaciones está institucionalizada en el seno de unas estructuras, unos tratados y unas reglas de observancia obligada, y de acuerdo con unos valores, unos principios y unas aspiraciones comunes. Aunque ambos lados del Atlántico continúan compartiendo en gran medida unos intereses comunes, en los últimos años se han multiplicado las diferencias sobre la manera de servirlos adecuadamente en los ámbitos de la diplomacia, la seguridad y la economía. Es más, buena parte de las relaciones está impulsada por el sector privado, con enormes niveles de inversiones estadounidenses en Europa y viceversa.

Los escollos principales para las relaciones trasatlánticas subyacen a largo plazo más allá del terreno bilateral, más allá del teatro atlántico de operaciones y más allá de las amenazas tradicionales a la seguridad. Esas dificultades requieren un liderazgo eficaz y responsable y es en este punto en el que el futuro presidente de Estados Unidos puede marcar diferencias importantes. Su competencia, su experiencia y su capacidad para delegar la autoridad en consejeros cualificados y para cooperar con la habilidad necesaria con sus aliados en Europa y en otros lugares del mundo no sólo pueden alterar el rumbo de la política exterior de Estados Unidos, sino que pueden contribuir a configurar un nuevo paradigma global y una nueva arquitectura geopolítica para el siglo XXI.

La capacidad de comprender, de captar y de conceptualizar unas amenazas en evolución es esencial en este proceso. También es crítica la de comunicar y explicar de forma eficaz las implicaciones de esas amenazas a los dirigentes europeos y a sus opiniones públicas mediante la capacidad de persuasión. Tomar la iniciativa y convertir las amenazas en oportunidades supondrán una diferencia fundamental en el enfrentamiento colectivo a estas dificultades.

El nivel de colaboración y de coordinación a escala trasatlántica e internacional en la lucha contra el terrorismo ha demostrado ser muy eficaz en los últimos años. Hace ya tiempo que se ha aceptado que, dentro de un futuro más o menos previsible, Irak siga siendo responsabilidad de Estados Unidos (aunque como preocupación tenga un alcance regional y global), y que no va a suponer ninguna implicación activa de los europeos, especialmente en razón de que la opinión pública sigue siendo hostil.

Antes bien, el futuro de las relaciones trasatlánticas en materia de seguridad estará determinado en gran medida por Afganistán. La necesidad de un compromiso mayor de los europeos, y de una aportación también mayor de recursos, afecta de manera fundamental al éxito futuro de la operación. Además, para posibilitar la aportación de nuevos recursos sigue siendo crucial la necesidad de que los dirigentes europeos piloten y cambien la percepción de la opinión pública sobre Afganistán. Sin un apoyo considerable en los parlamentos, que dependen en gran medida de la opinión pública, los dirigentes europeos van a seguir sin capacidad de maniobra, incluso aún más. La incapacidad general de muchos dirigentes europeos contemporáneos para conectar con sus opiniones públicas complica aún más esta iniciativa

En su última gira por Europa, el presidente Bush no ha dejado ni un solo momento de plantear la cuestión de Irán. A partir de que se instituyera durante su mandato presidencial un marco multilateral para abordar el tema de la capacidad nuclear de dicho país, con la participación de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania, el presidente Bush no ha hecho sino reforzar este punto como parte de su legado. El que este marco termine siendo un éxito es una cuestión enormemente incierta en la medida en que este proceso está todavía en marcha. El sucesor del presidente Bush no tendrá más remedio que heredar este proceso de diplomacia multilateral que los dos candidatos han defendido públicamente, sin descartar la insistencia del señor Bush en no excluir la opción militar.

Hasta cierto punto, las sanciones han tenido un impacto en Irán y han demostrado ser algo así como una espada de doble filo. En el plano diplomático, han hecho daño a la imagen de Irán en el escenario mundial, particularmente en los lugares de encuentro de la diplomacia de altos vuelos. Además, las sanciones han tenido un impacto en la confianza del inversor internacional en Irán y han reducido el monto de la inversión extranjera directa y el acceso a capitales, en particular desde bancos internacionales, que se muestran cada vez más reacios a verse envueltos en el mercado iraní. Esto está empezando poco a poco a dejar sentir sus efectos erosionantes en la economía iraní. Aunque las inversiones procedentes de otros lugares del mundo en vías de desarrollo (China y la India) puedan aliviar en cierta medida las dificultades económicas, esas inversiones no bastan para compensar las inversiones de capital occidental y sus conocimientos tecnológicos, que Irán necesita sobre todo para mantener y desarrollar su sector energético, actualmente en dificultades.

La incertidumbre sobre la resolución de la cuestión nuclear de Irán, sea diplomática o militar, o de cualquier otra índole, sigue infundiendo miedo en los mercados internacionales. La declaración del viceprimer ministro de Israel sobre la inevitabilidad de un ataque a Irán ha producido conmoción en todo el mundo y ha originado un nuevo incremento de unos precios del petróleo que ya estaban altos. Por las calles de Oriente Próximo y en muchos lugares del mundo musulmán, las sanciones le han granjeado al señor Ahmadineyad admiración y respeto. Al hacer alarde público de su desafío a la comunidad internacional para defender el prestigio y los intereses nacionales de Irán y el orgullo de un mundo musulmán aún más amplio, el señor Ahmadineyad ha aprovechado con mucha astucia las sanciones al régimen para reforzar su popularidad a nivel internacional y dentro de su propio país, en preparación de las elecciones del año 2009 en Irán. Al centrarse en las cuestiones nucleares, el señor Ahmadineyad está tratando de apartar la atención de la opinión pública de la fuente de los auténticos problemas del país, esto es, de la incompetencia del señor Ahmadineyad y de su mala gestión de la situación económica.

Yendo más allá de las amenazas tradicionales a la seguridad, el declive relativo, nunca total, de las relaciones trasatlánticas no debe dar lugar al alarmismo, al populismo o a la xenofobia. Debería aceptarse como un proceso evolutivo natural que refleja las realidades globales contemporáneas. No obstante, eso no significa simplemente darse por vencido o someterse al auge de unas nuevas potencias regionales y globales. Será más bien un reto y una responsabilidad del futuro presidente en el ámbito trasatlántico trabajar incansablemente con los dirigentes europeos para mantener al mundo en vías de desarrollo, particularmente a China y la India, dentro de un marco multilateral, gobernado conforme a normas legales, de instituciones y estructuras internacionales que promuevan la estabilidad y el orden mundiales.

De común acuerdo con los aliados europeos, el futuro presidente deberá ponerse al frente de la lucha por la mejora de los métodos de gobierno y en contra de la corrupción en el seno de la comunidad internacional, particularmente en el mundo en vías de desarrollo y, más específicamente, en el continente africano. En Africa, las crecientes inversiones chinas y su también creciente influencia están ofreciendo enormes oportunidades económicas al continente. Además, con sus métodos de ayuda y de inversión están dando pábulo a posibles amenazas en forma de corrupción y de falta de transparencia y responsabilidad. El sucesor del presidente Bush debe cooperar con los dirigentes europeos para contribuir a corregir dichos métodos.

Afrontar la cuestión del cambio climático ofrece una oportunidad para una mayor cooperación trasatlántica en la medida en que ambos candidatos defienden un compromiso más activo con Europa y con la comunidad mundial. La histórica cumbre de Copenhague sobre cuestiones ambientales en el año 2009 proporcionará al nuevo presidente la oportunidad de tomar la iniciativa. En todo caso, la posibilidad de afrontar el cambio climático de manera eficaz a largo plazo estará condicionada en último término por la participación indispensable de China y la India, así como de otras potencias regionales, en este proceso. No debe sumárseles simplemente sobre el papel, sino mediante un acuerdo concertado y una puesta en práctica también concertada de lo acordado.

Ningún futuro presidente va a estar en condiciones de abordar unilateralmente otras cuestiones críticas y en permanente evolución, tales como la seguridad energética y alimentaria, la reducción de la pobreza, la corrupción endémica que entorpece el desarrollo económico en el mundo en vías de desarrollo, las catástrofes naturales y la prevención de las catástrofes causadas por el hombre, lo que guarda relación con el controvertido tema de la responsabilidad de protección, en especial para impedir las atrocidades masivas, tanto si han sido causadas intencionadamente como por negligencia o descuido. El caso reciente de Birmania constituye un claro ejemplo. Son estas cuestiones en las que generalmente convergen los puntos de vista y los intereses trasatlánticos y que requieren un liderazgo global.

Los señores McCain y Obama no pueden permitirse hacer diferencias entre una vieja Europa y una nueva Europa ni estimular esas diferencias para obtener réditos políticos a corto plazo. El nuevo presidente debe proceder de manera proactiva sobre la base de la cooperación con una Europa unificada a fin de consolidar una voluntad colectiva con la que hacer frente de manera multilateral a estos problemas fundamentales y cimentar una capacidad colectiva desde la que poner en práctica las acciones necesarias que, en último término, determinarán el futuro de la alianza trasatlántica y la estabilidad global.

junio 30, 2008 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario

>La cumbre de Lima

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Por Joaquín Roy, director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami (EL CORREO DIGITAL, 16/05/08):

Hoy y mañana se celebrará en Lima una nueva cumbre entre los países de América Latina y el Caribe y la Unión Europea (UE). Estas reuniones al máximo nivel, alternando entre Europa y América, constituyen una ocasión para tratar temas importantes entre ambas regiones. En ellas los jefes de Estado y de gobierno adoptan una declaración, que contiene una afirmación de política conjunta y el compromiso de cooperación.

En Río, en 1999, se reforzó el entendimiento político, económico y cultural, se alentó una asociación estratégica y se establecieron las prioridades para acción conjunta en los campos político y económico. En Madrid, en 2002, se evaluó el progreso del marco de la asociación, y se recalcó el progreso de los tres pilares: diálogo político, relaciones económicas y financieras, y cooperación. En Guadalajara, en 2004, se presentaron nuevas propuestas para reforzar las asociaciones y para hallar una línea de política común para 60 países. Se decidió que los compromisos priorizaran tres áreas: cohesión social, multilateralismo e integración regional.

En Viena, en 2006, se reiteró la necesidad de consolidación de una asociación estratégica birregional, se lanzaron las negociaciones para un Acuerdo de Asociación entre la UE y Centroamérica y se preparó el camino para un acuerdo con la Comunidad Andina. La UE ha estado negociando acuerdos aparte con MERCOSUR y el Caribe, y ya tiene dos individuales con México y Chile.

Los datos básicos de esta relación son notables. La población total es de más de mil millones de habitantes. Conjuntamente, comprenden un cuarto del PIB mundial. En América Latina la UE es el primer donante, el primer inversor y el segundo socio comercial. América Latina y el Caribe (AL/C) constituyen el segundo mayor bloque comercial para la UE. El comercio interregional se ha doblado entre 1990 y 2005.

Naturalmente, existe un desequilibrio en esta relación: las exportaciones del bloque AL/C se basan en productos agrícolas, transporte y energía; la UE tiene un déficit comercial con los países de AL/C en productos de agricultura y energía, y un beneficio en otros sectores; los productos que Europa exporta a los países de AL/C son más variados y se caracterizan por ser bienes de capital, equipamiento de transporte y productos químicos. A pesar de que la UE ha sido durante años el mayor inversor en la región, recientemente los capitales de Estados Unidos ya sobrepasaron a los europeos.

La comunicación de la Comisión Europea al Consejo y al Parlamento Europeo titulada ‘Una Asociación Reforzada entre la Unión Europea y América Latina’, de diciembre de 2005, expone el compromiso de mantener un auténtico diálogo político que refuerce la influencia de ambas regiones y revisar las políticas y estrategias que puedan ayudar a superar nuevos retos globales. El plan tiene tres pilares: cooperación económica; diálogo político institucionalizado; y refuerzo de las relaciones comerciales.

En todo momento los temas prioritarios del apoyo europeo son la cohesión social (para atajar la pobreza y la desigualdad) y la integración regional. Además, unos programas se centran en dotar a las empresas de competividad, mientras otros se dedican a educación y nuevas tecnologías.

Sin embargo, esta cooperación se enfrenta a unos obstáculos imponentes. Por un lado, la Unión Europea ha cambiado en los últimos años debido a la ampliación de 15 a 25, y ahora a 27 miembros. La mayoría de estos países no se interesan por una región con la que no han tenido apenas relaciones, y por lo tanto las prioridades de la UE se han traspasado a la vecindad y las regiones de importancia estratégica. Por otro lado, en América se observa una persistente resistencia a la integración regional, frenada por la lenta formación de uniones aduaneras. Se rechaza el concepto de la supranacionalidad, que se confunde con una supuesta pérdida de soberanía. Por encima, continúa la preeminencia de la figura presidencial, unida al resurgimiento de regímenes populistas, y la consiguiente primacía de los temas nacionales.

Por último, la integración regional sufre el impacto de la competencia de Estados Unidos con sus ofertas de zonas de libre comercio, ahora también frenadas por el propio sentimiento proteccionista (quizá pasajero) de los candidatos a la presidencia. Al otro lado del Atlántico, se observa la resistencia de la UE a desmantelar la Política Agrícola Común (PAC), con lo que surge el temor hacia un neoimperialismo enmascarado por los programas de ayuda. Pero el mayor problema que América Latina y el Caribe enfrentan es el nivel impresionante de pobreza y, lo que es peor, la desigualdad, con el resultado de un aumento peligroso de la criminalidad, males endémicos que la ayuda europea poco puede paliar.

May 22, 2008 Posted by | relaciones transatlánticas | Deja un comentario