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>¿Guerrillas en India?

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Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington (LA VANGUARDIA, 19/04/10):
En una emboscada en la mañana del 6 de abril, 75 policías indios murieron a manos de los guerrilleros maoístas. Fue el mayor ataque, aunque en absoluto el primero, de estas características; pocos días antes, otros once policías habían corrido la misma suerte. En los últimos años han sido asesinados unos 6.000 agentes de las fuerzas de seguridad y civiles, un número notablemente superior al de otras operaciones terroristas, con las únicas excepciones de Afganistán e Iraq.
Tales hechos apenas han obtenido difusión ni en India ni en el mundo, lo que obedece a diversas razones. La emboscada tuvo lugar en el estado de Chattisgarh y cabe dudar de que fuera de India una persona entre diez millares haya oído hablar alguna vez de él. Los maoístas indios (también llamados naxalitas) tienen básicamente su asiento en zonas boscosas remotas y de difícil acceso, en el llamado cinturón tribal que se extiende desde la zona central del país al nordeste (Bengala occidental). En el marco de la Constitución india, lo cierto es que las tribus – con decenas de millones de miembros-no han resultado bien paradas durante mucho tiempo y, a semejanza de los dalits (intocables), deberían ser objeto de trato preferencial en el ámbito social. Pero mientras los dalits han prosperado relativamente en las últimas décadas en el plano social y político (uno de ellos fue presidente de India, otro primer ministro y otro ministro de Justicia), la prosperidad de los últimos años no ha redundado en una mejora de la situación de las tribus.
Los maoístas indios constituyen una realidad singular. Se consideran comunistas, pero el Partido Comunista indio (que tiene representación en algunos gobiernos locales) los combate duramente. Es dudoso que hayan oído hablar siquiera de Marx o de Lenin y sólo poseen una vaga idea de Mao. Han estado activos más de cuarenta años. Primero operaron en el sur (Kerala), pero últimamente han trasladado sus actividades al norte, a zonas más atrasadas del país. No es un partido de la clase trabajadora sino que cuenta más bien con el apoyo del campesinado y también de figuras del mundo artístico y literario como la famosa escritora Arundhati Roy y el músico Kabir Suman (que es, asimismo, miembro del Parlamento).
En los últimos años han logrado infiltrarse en varias regiones de India y, pese a que se calcula que sus combatientes no superan los diez mil, parecen contar con el apoyo de parte de la población rural que (según palabras de Mao) aporta el agua sin la que los peces no pueden sobrevivir.
Los gobiernos indios, en general, no han hecho caso del auge del movimiento maoísta. Aunque el presidente ha dicho que los maoístas eran la mayor amenaza planteada a India en materia de seguridad en el plano interno, apenas se ha hecho nada para contrarrestar su influencia. El ministro del Interior, Chidambaram, lanzó una importante ofensiva conocida como operación Caza Verde contra los maoístas que cosechó cierto éxito con el apresamiento de varios líderes guerrilleros; la emboscada mencionada parece ser una respuesta a la ofensiva del Gobierno.
Los maoístas, según algunas fuentes, cuentan a veces con mejor armamento que las propias fuerzas gubernamentales y poseen además un mejor conocimiento del terreno. Las fuerzas gubernamentales no han desplegado gran pericia en esas condiciones y el Gobierno no ha empleado tropas de élite en las áreas afectadas.
¿Qué posibilidades de éxito tiene el movimiento maoísta? India no es China ni Nepal, donde los maoístas se han convertido en una fuerza de notable influencia en el país. India es un país que ha experimentado un vigoroso proceso de urbanización y, a diferencia de la China de hace setenta años, el campo no podrá “rodear a la ciudad” (estrategia de Mao). Pero, a menos que el Gobierno mejore su estrategia, India y su economía pueden resultar muy perjudicadas ya que la acción guerrillera puede amenazar notablemente el impulso al desarrollo en el medio rural.
Los líderes maoístas parecen ser plenamente conscientes de su debilidad a largo plazo, por lo que han dado señales de aspirar a una tregua. Quizá confían en lograr una mayor cuota de poder si participan en el proceso político y optan por concurrir a las elecciones en lugar de llevar a cabo ataques guerrilleros.
Sin embargo, esta disposición no puede aún darse por descontada. El Gobierno indio no debe únicamente ser más eficaz en su acción antiterrorista, sino que ha de mejorar las condiciones de vida en el medio rural. El producto nacional bruto de India creció un 8% incluso en el último año de crisis, y su producción industrial aumentó un 17%. Pero tal fenómeno apenas se ha notado en el medio rural. Lo propio puede decirse prácticamente de todos los países asiáticos (y occidentales), por lo que cabría preguntarse, por ejemplo, por qué no hay actualmente rebeldes maoístas en China. La respuesta es patente: porque China posee un Gobierno mucho más poderoso y enérgico, aunque incluso China habrá de abordar este problema si quiere evitar tensiones internas. Con mayor razón, pues, resulta pertinente subrayar el problema en el caso de India.
Adoptar la iniciativa de reducir los niveles de pobreza en el medio rural no bastará para aplastar a la guerrilla y al terrorismo en India, pero es una parte esencial de la solución.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 29, 2010 Posted by | conflicto territorial, India | Deja un comentario

>Fantasmas chechenos en el Kremlin

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Por Alberto Priego es investigador invitado en la School of Oriental and African Studies (EL PAÍS, 06/04/10):
El último golpe de terroristas chechenos contra la sociedad rusa no ha podido llegar en peor momento. Rusia está sufriendo las consecuencias de una crisis económica que está atacando duramente a su débil economía. La población, mayoritariamente desempleada, reclama trabajo, soluciones a la corrupción y el fin de la inseguridad ciudadana. A nivel internacional, la posición de Rusia se ha visto mermada por una guerra con Georgia que ha debilitado la imagen de un país en declive comprometiendo las relaciones con sus aliados (China, Venezuela, Irán etcétera…). Los rusos señalan al presidente Medvédev como culpable y recuerdan con nostalgia los años de presidencia de Putin. Por si todo esto fuera poco, el atentado del lunes de la pasada semana debilita aún más a Medvédev cuya cuestionada política con Chechenia ha estado centrada en ir a las causas profundas del conflicto frente a la opción defendida por Putin que abogaba por una mayor contundencia. Por ello, podemos afirmar que los fantasmas chechenos merodean por los pasillos del Kremlin quitando el sueño a sus dirigentes.
Los nokhchi o chechenos son un combativo y correoso pueblo de las montañas caucásicas emparentados, tanto étnica como lingüísticamente, con los inghuses. Se agrupan en teips o clanes que articulan las relaciones de poder en la zona, siendo el Malkoy del autoproclamado Emir Umárov el más importante de ellos.
A comienzos del siglo XIX los zares fundan Grozny -la terrible- con el único fin de lanzar ofensivas siguiendo el curso del río Terek para controlar el Cáucaso. Aunque en 1859 Chechenia fue formalmente conquistada por los zares sus habitantes nunca se plegaron y bajo las órdenes de sus líderes -Mansur, Shamil, Dudayev, Bassayev…- han combatido a los rusos hasta nuestros días. Durante los años de la URSS, la mano de hierro de Stalin logró desmontar el entramado nacionalista checheno gracias a acciones tales como limpiezas étnicas y deportaciones a Asia Central. De hecho, importantes líderes como Kadyrov o Khasbulatov nacieron en las estepas centroasiáticas. Sin embargo, lejos de solucionar el problema, se generó un peligroso caldo de cultivo que hoy da aliento a los militantes chechenos.
En los años noventa, la desintegración de la URSS hizo creer a los chechenos que podían declararse independientes. A comienzos de la década estalló una guerra entre la autoproclamada República de Chechenia y la Federación Rusa que acabó con una paz en falso. Pocos años después y ya con la irrupción del islamismo radical, el entonces primer ministro Putin afrontaba una segunda guerra con un presidente Yeltsin convaleciente y un desafiante Shamil Bassayev que se codeaba con los terroristas internacionales más importantes del mundo. Si bien es cierto que la primera contienda se trató de un conflicto nacionalista, la segunda tenía abiertamente un cariz religioso. Por ello, el ya presidente Putin aprovechó la cobertura que le ofreció la War on Terror de George W. Bush para cometer algunos excesos que han agravado el conflicto.
La impune actuación de las tropas rusas contra la población chechena comenzó a generar algunos fantasmas. El primero fue la emergencia de los atentados suicidas que de la mano del wahabismo -importando por milicianos como Khattab, Malik o Kamel Rabat- hizo su aparición por primera vez en Chechenia en el año 2000. El segundo de los fantasmas chechenos han sido las temidas viudas negras. Este grupo fue presentado internacionalmente en la toma del Teatro Dubrozka, donde la mitad de los asaltantes eran viudas negras. Se trata de mujeres que bien han perdido a un hermano o un marido o bien han sido violadas por las tropas federales, por lo que el sentimiento de venganza guía sus acciones. Aunque el fenómeno no es propiamente checheno, ya que la primera mujer suicida se inmoló en Palestina en 1987, sí que se ha convertido en un macabro rasgo de la lucha contra los rusos. El tercer fantasma checheno son los atentados contra los medios de transporte, especialmente los ferroviarios. Aunque al igual que en el caso de las viudas negras no se trate de un fenómeno propio de los chechenos -de hecho, el primer atentado contra el metro de Moscú lo cometieron armenios en 1977- sí que se ha convertido en uno de sus principales modos de acción. Desde que en 1996 atacaran la línea Serpukhovskaya, podemos contabilizar hasta una decena de atentados cometidos por los terroristas chechenos contra diferentes medios de transporte de la Federación Rusa, incluyendo acciones contra aviones, trenes e incluso el secuestro de un ferry.
El pasado 29 de marzo los tres fantasmas chechenos aparecieron a la vez en las estaciones de Lubianka y Park Kultury, en pleno centro de Moscú. Dos viudas negras, se inmolaron en el metro en una de las horas más concurridas, dejando un rastro de muerte y destrucción.
Dos siglos después de la llegada de los cosacos a Chechenia, el conflicto no sólo no ha cesado sino que se ha extendido a Moscú amenazando a los propios moscovitas. En primer lugar, el ataque debe ser interpretado como un deseo de situar el conflicto checheno en la agenda internacional y, en segundo lugar, como una respuesta a las ofensivas que está llevando el Kremlin en suelo checheno.
Por un lado, la población chechena se ha quejado amarga e infructuosamente de las continuas violaciones de los derechos humanos perpetradas impunemente no tanto por las tropas federales, sino por los temidos Kadirovtsy (las fuerzas de seguridad del pro-ruso Ramza Kadyrov).
Por otro lado, durante el mes de marzo el ejército federal ha asesinado a varios terroristas chechenos como Abu Haled, un árabe responsable de las técnicas de psicología y al mismo tiempo jefe de seguridad del Emir Doku Umárov. Junto a Haled han sido asesinados otros terroristas árabes y Said Buryatski, responsable del ataque al Nevsky Express de noviembre de 2009. Estos asesinatos prueban la vinculación del terrorismo checheno con la yihad internacional.
Estas operaciones contrastan con la línea llevada a cabo hasta el momento por el presidente Medvédev, mucho más partidario de buscar las causas profundas del conflicto que Putin. De hecho, Medvédev ha recibido duras críticas por su política hacia Chechenia cuya guerra declaró terminada en abril de 2009. Por su parte, el ex presidente y hoy primer ministro Putin es partidario de una política más dura con los rebeldes chechenos, ya que presume de haber dejado solucionado el problema cuando abandonó la presidencia en 2008. Sin embargo, desde entonces la violencia ha vuelto no sólo a Chechenia sino también a Rusia. Desde 2008 la joya de la corona de los ferrocarriles rusos, el Nevski Express, ha sufrido dos atentados a los que tenemos que sumar el del metro de Moscú. Este último se ha producido justo debajo del Cuartel General de los Servicios Seguridad Rusos (FSB) lo que ha provocado que muchos lo hayan calificado como el 11-S ruso.
La aparición de los fantasmas chechenos en el Kremlin ha abierto la caja de Pandora. Por un lado, Medvédev se encuentra sitiado por una brutal crisis económica que provoca manifestaciones por todo el país. De hecho, durante el mes de marzo se han producido manifestaciones organizadas bajo el nombre de Día de la Cólera Rusa. A este hecho se le suma una galopante corrupción que muchos achacan a sus medidas liberalizadoras. Para agravar más las cosas, Medvedev tiene que asumir una débil posición internacional justo antes del inicio de las conversaciones de desarme nuclear con Estados Unidos. Por otro lado, el primer ministro Putin reclama medidas más contundentes contra los chechenos, medidas que irían en la línea de las que él mismo tomó en 2004 tras la masacre de Beslan. Estas medidas no sólo chocarían con las reformas emprendidas por Medvédev, sino que le provocarían graves críticas internacionales, restándole el único apoyo que tiene para ser reelegido presidente en 2012, puesto que desea y añora Vladímir Putin.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 10, 2010 Posted by | Chechenia, conflicto territorial, Rusia | Deja un comentario

>Otra visión del conflicto entre Rusia y Georgia

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Por Jaime Lamo de Espinosa, ex ministro de UCD y catedrático de la UPM (ABC, 04/10/08):

En las últimas semanas todos hemos seguido con interés y acentuada preocupación las cuestiones relativas a los enfrentamientos entre Georgia y Rusia. Tras las acciones de invasión y conflictos armados en Georgia, Rusia ha desafiado a EE.UU., a la UE y a la OTAN, reconociendo a Osetia del Sur y a Abjasia (la vieja Cólquida de la que nos habla Ulises), y el Mar Negro se ha convertido en centro de enorme actividad naval. Las lupas se han concentrado en Osetia del Sur, poco o nada sobre Abjasia, y se ha escrito mucho a propósito de los intereses petroleros/gasísticos y portuarios que tal maniobra encerraba. Trataré de exponer algo que no he visto escrito y que, sin embargo, para mí forma parte del epicentro de esta aventura: la creciente relevancia internacional del Mar Negro como nuevo centro (ya lo fue durante siglos) del comercio de cereales en una hora en que el cereal ha adquirido un nuevo protagonismo estratégico, económico y político en las relaciones internacionales. Y, al tiempo, la cuasi nula presencia portuaria hoy de Rusia en el Mar Negro. Ambas están relacionadas.

Rusia perdió gran parte de su costa con el Mar Negro a raíz de la desmembración de la URSS (1991) y desde entonces mantiene su potente armada en Sebastopol, en la península de Crimea (aquella en cuyos llanos de Balaclava tuvo lugar la famosa batalla de 1854 magistralmente cantada en 1891 por Kipling en su The Last of the Light Brigade, más tarde llevada al cine con enorme éxito), que hoy es territorio de Ucrania, lo que no deja de ser un problema para la flota rusa. Así Rusia paga un canon por el uso de dicha base en territorio extraño y depende en gran medida de un país poco amigo que, además, pretende ser estado miembro de la UE e integrado en (o protegido por) la Alianza Atlántica. La declaración rusa en favor de la independencia de Abjasia le aproxima a los puertos de este territorio ribereño del Mar Muerto, le permite operar sobre los puertos de esta -hasta ahora- república autónoma. Si geoestratégicamente era relevante para Rusia esta región (pues muy cerca, el Caspio, es la segunda reserva mundial de hidrocarburos), aún más lo es ahora en razón de la importancia creciente del Mar Negro y su salida al Mediterráneo en el comercio de cereales.
Recordemos que en el Mar Negro convergen un conjunto de vías fluviales y ferroviarias que llevan los cereales de Asia central, Siberia occidental y Europa oriental hacia sus puertos (como bien nos recuerda J. J. Hervé, consejero del Gobierno ucraniano para asuntos agrícolas en un reciente número de la Revista de la Academia de Agricultura de Francia) y, sobre todo, a los puertos de aguas profundas de Ucrania, país que fue siempre el granero de Europa, no sólo en tiempo de los zares, pues tuvo un papel destacado en el suministro de cereales en la II Guerra Mundial y su importante puerto de Odessa fue el gran centro de este comercio, así como los de Nikolaiev e Illichivisk.

Ello permite que hoy, en términos agrícolas, el Mar Negro sea el vórtice, la encrucijada marítima, entre Europa y Asia, donde converge la producción de más de 300 millones de hectáreas de tierras agrícolas, entre las que figuran las más fértiles (los famosos tchernozioms) del mundo. Hoy dos países fronterizos de dicho mar producen unos 140 M. tm de cereales (100 M. en Rusia, 40 M. en Ucrania) y otro, cuasi fronterizo, Kazajstán, produce 20 M. tm. A ello hay que añadir unas 65 M. tm. procedentes de Rumania, Bulgaria (ambas más orientadas en su comercio hacia Europa) y Turquía (que tiene otras salidas directas al Mediterráneo sin necesidad del Mar Negro). Y, cómo no, Georgia, cuyas producciones son a estos efectos despreciables. Pero las de los tres países mencionados inicialmente se verán duplicadas -o más- en fechas muy próximas. Y si eso sucede, allí se generarán unos 300/350 M. tm. (algo menos que la producción de los EE.UU. con 389/400 M. y 12 veces la producción española), de los cuales más de 50 M. tm por año serán consagrados a la exportación y otro tanto, al menos, a biocombustibles. Y lo pueden hacer pues es fácil. Sus rendimientos pueden crecer exponencialmente mediante la mecanización para grandes parcelas y grandes explotaciones ya existentes (los «agroholdings»), mejora genética en semillas, más abonado, etc. Y los trigos kazajos son de altísima calidad por su alto contenido en proteínas y bajo en agua, lo que los hace más favorables al transporte y conservación. Y esos tres países gozan de ventajas comparativas agrarias, salariales, comerciales, marítimas, etc. evidentes. A lo que conviene añadir que ya hace tiempo Rusia propuso la creación de una OPEP de los cereales, con los otros dos países mencionados.

Es en ese contexto y en el de las cada vez más altas demandas globales de cereales y oleaginosas para alimentación y biocombustibles con sus secuelas de altísimos precios de las materias primas agrarias (lo que ha situado a estas commodities en el epicentro de los problemas económicos mundiales), donde veo yo otro conjunto de razones de los movimientos de este verano. Rusia ha manifestado su intención de elevar al máximo su potencial cerealístico para el consumo interior, la ganadería y la exportación, según I. G. Ouchatchev, vicepresidente de la Academia de Ciencias Agrarias de Rusia. Y para biocombustibles, añado yo. Ucrania es el primer exportador mundial de aceite y granos de girasol y está acelerando sus programas de colza para biocombustibles. Y Kazajstán puede aumentar fuertemente sus producciones.

Mientras la URSS existió sus producciones nunca fueron importantes. Sus estructuras políticas y productivas lo impidieron pese a sus grandes programas económicos; era un país importador. Seguro que Putin recuerda que durante la Guerra Fría fueron los cereales USA los que acudieron en su socorro año tras año, y aquellas ayudas a su alimentación mitigaron, en mucho, buena parte de las aspiraciones expansionistas del viejo imperio soviético. Pero desde el año 2000 «los trigos de Odessa» han vuelto a los mercados. Y según S. Féofilov, director del Congreso Internacional Black Sea Grain, los países del Mar Negro contribuyen hoy con un 10-20 por ciento de los intercambios mundiales de cereales y oleaginosas y podrían quintuplicar (!) sus exportaciones en muy poco tiempo.

Por tales razones, para Rusia recuperar Sebastopol y Odessa, dos de los grandes puertos en el Mar Negro, y asegurar este mar bajo esfera rusa, supone, en parte también, el control de ese gran mercado de cereales que representan hoy, ya, las aportaciones de Ucrania y Kazajstán, así como la propia Rusia.

Comprenderán los lectores que mi pensamiento vaya hoy, no por los cauces que se leen en la prensa cotidiana (petróleo, gas, reservas de crudo, etc.), sino por estas otras razones agrarias y bioenergéticas (biocombustibles) que pueden ser altamente interesantes para Rusia y que, de ser ciertas, confirmarían una amenaza creciente sobre Ucrania por sus puertos profundos y sus enormes producciones agrarias actuales y, más aún, potenciales. Y en tal sentido lo de Georgia y Abjasia sería simplemente eso que llamamos en términos teatrales «un ensayo general con todo». Mal haría la Unión Europea en esa su no-política exterior, casi inexistente, y siempre algo vergonzante, si no fuera capaz, ante este envite de Rusia, de reaccionar con firmeza. Y esa firmeza no admite más que una solución: integrar cuanto antes a Georgia y sobre todo a Ucrania en la Unión Europea. Esa es la solución que habría que instrumentar cuanto antes. Lo demás serán paños calientes que no harán sino alimentar al monstruo dormido. Y no olvidemos que una inacción semejante respecto a Checoslovaquia y los Sudetes fue lo que, a la postre, condujo a la II Guerra Mundial.

octubre 4, 2008 Posted by | conflicto territorial, Georgia, Rusia | Deja un comentario

Unidad transatlántica respecto a Rusia

Por Condoleezza Rice, secretaria de Estado de Estados Unidos (EL MUNDO, 25/09/08):

Durante gran parte del mes pasado, la atención mundial ha estado centrada en Rusia. Hemos aceptado el reto urgente de apoyar a Georgia tras el ataque ruso, un reto que, por el momento, estamos cumpliendo con éxito. La principal pregunta que surge, y que abordé extensamente en un discurso el pasado jueves, es la siguiente: ¿qué implican los acontecimientos del mes pasado para la relación de Rusia con el mundo y, en particular, con Estados Unidos y Europa?

Las circunstancias que rodearon el conflicto del mes pasado son bien conocidas. Ambas partes cometieron errores, pero la respuesta de los líderes rusos -invadir un Estado soberano a través de una frontera reconocida internacionalmente y tratar después de desmembrarlo reconociendo Abjasia y Osetia del Sur- fue desproporcionada. Y los responsables de este comportamiento no son los vecinos de Rusia, ni la ampliación de la OTAN, ni Estados Unidos, sino los líderes rusos.

Quizá más inquietante, sin embargo, es que el ataque de Rusia se ajusta a un patrón de comportamiento que empeora desde hace años y que incluye, entre otras cosas, el uso del petróleo y el gas como instrumentos de coerción, la amenaza de apuntar con armas nucleares a países pacíficos y la supresión de la ley y la libertad en Rusia. La imagen que resulta es la de una Rusia cada vez más autoritaria y agresiva.

El ataque a Georgia nos ha llevado a un momento crítico, pero no determinante. Los líderes rusos están tomando decisiones desafortunadas. Pero pueden tomar otras. El futuro de Rusia está en manos de Rusia. Pero sus decisiones dependerán, en parte, de las acciones de los demás, especialmente de Estados Unidos y sus aliados europeos.

La invasión de Georgia por parte de Rusia no ha logrado, ni logrará, ningún objetivo estratégico duradero. Y nuestro objetivo estratégico ahora es dejar claro a los líderes rusos que sus decisiones están situando a su país en una vía de sentido único hacia el aislamiento y la irrelevancia internacional de forma voluntaria.

Para alcanzar este objetivo se requerirá determinación y unidad por parte de Estados Unidos y Europa. No podemos permitirnos dar validez a los prejuicios que parecen tener algunos líderes rusos: que si se presiona a los países libres -si se intimida, se amenaza y se agrede-, cederemos y, finalmente, nos rendiremos. Estados Unidos y Europa deben hacer frente a esta actitud y no permitir la agresión de Rusia para lograr un beneficio estratégico.

Nosotros y nuestros aliados europeos estamos, por tanto, actuando como uno solo en apoyo de Georgia. Estamos encabezando el movimiento mundial de ayuda a la reconstrucción de Georgia. La puerta a un futuro euroatlántico permanece completamente abierta para Georgia y nuestra alianza continuará trabajando para hacer realidad ese futuro.

Al mismo tiempo, Estados Unidos y Europa están apoyando, inequívocamente, la soberanía, la independencia y la integridad territorial de los vecinos de Rusia. Y no permitiremos que Rusia ejerza un veto sobre el futuro de nuestra comunidad euroatlántica, ni sobre a qué países ofrecemos entrar en ella, ni sobre la opción de esos estados de aceptar. Se lo hemos dejado especialmente claro a nuestros amigos de Ucrania.

Estados Unidos y Europa están aumentando su cooperación en busca de una mayor independencia energética. Aumentaremos la defensa de la economía energética global y abierta de las prácticas abusivas. No puede haber un conjunto de normas para Rusia, S.A. y otro para los demás.

Estados Unidos y Europa no permitirán que los líderes rusos, al mismo tiempo, se beneficien de las normas, mercados e instituciones internacionales y desafíen sus mismos cimientos. No hay una tercera vía. Una Rusia del siglo XIX y una Rusia del siglo XXI no pueden operar en el mundo al mismo tiempo. Para alcanzar todo su potencial, Rusia ha de estar plenamente integrada en el orden internacional político y económico. Pero Moscú está en la precaria situación de encontrarse mitad dentro, mitad fuera. Rusia depende del mundo para lograr el éxito y no puede cambiar eso.

Los líderes rusos ya están vislumbrando cómo puede ser el futuro si persisten en su comportamiento agresivo. En contraste con la situación de Georgia, la posición internacional de Rusia es la peor desde 1991. Su cooperación nuclear para fines civiles con Estados Unidos no va a ningún sitio. Los líderes rusos están haciendo que sufra la economía de su país. Su intento de entrar en la Organización Mundial del Comercio se encuentra en peligro, igual que la de entrar en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa.

Pero quizá el peor efecto secundario de todos para Moscú es que su actitud ha puesto básicamente en duda cuál de las dos visiones del futuro de Rusia es la que está guiando el país. Recientemente, el nuevo presidente Dimitri Medvedev trazó una visión positiva y avanzada del futuro de su país. Este camino tenía en cuenta las vulnerabilidades de Rusia, pedía más reformas internas y, lo que es más importante, reconocía que Rusia no se puede permitir una relación con el mundo basada en el antagonismo y el distanciamiento.

Necesariamente, Estados Unidos y Europa continuarán persiguiendo sus intereses comunes con Rusia: luchando contra el terrorismo, impidiendo que Irán consiga armas nucleares, dando forma a un Oriente Medio seguro en el que haya paz entre palestinos e israelíes y evitando que el Consejo de Seguridad vuelva a ser la institución paralizada que fue durante la Guerra Fría. Pero sería una verdadera lástima que nuestra relación con Rusia no superara nunca el nivel de los intereses, pues las mejores relaciones entre países son las que también comparten objetivos, aspiraciones y valores.

Queda por ver si los líderes rusos vencerán su nostalgia de otra época y se conformarán con las fuentes de poder y ejercicio de poder del siglo XXI. La decisión es de Rusia y sólo de Rusia. Y esperamos que los líderes rusos elijan responsablemente, por el bien de su pueblo y del mundo.

septiembre 25, 2008 Posted by | conflicto territorial, Georgia, Osetia del Sur, Rusia | Deja un comentario

>Unidad transatlántica respecto a Rusia

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Por Condoleezza Rice, secretaria de Estado de Estados Unidos (EL MUNDO, 25/09/08):

Durante gran parte del mes pasado, la atención mundial ha estado centrada en Rusia. Hemos aceptado el reto urgente de apoyar a Georgia tras el ataque ruso, un reto que, por el momento, estamos cumpliendo con éxito. La principal pregunta que surge, y que abordé extensamente en un discurso el pasado jueves, es la siguiente: ¿qué implican los acontecimientos del mes pasado para la relación de Rusia con el mundo y, en particular, con Estados Unidos y Europa?

Las circunstancias que rodearon el conflicto del mes pasado son bien conocidas. Ambas partes cometieron errores, pero la respuesta de los líderes rusos -invadir un Estado soberano a través de una frontera reconocida internacionalmente y tratar después de desmembrarlo reconociendo Abjasia y Osetia del Sur- fue desproporcionada. Y los responsables de este comportamiento no son los vecinos de Rusia, ni la ampliación de la OTAN, ni Estados Unidos, sino los líderes rusos.

Quizá más inquietante, sin embargo, es que el ataque de Rusia se ajusta a un patrón de comportamiento que empeora desde hace años y que incluye, entre otras cosas, el uso del petróleo y el gas como instrumentos de coerción, la amenaza de apuntar con armas nucleares a países pacíficos y la supresión de la ley y la libertad en Rusia. La imagen que resulta es la de una Rusia cada vez más autoritaria y agresiva.

El ataque a Georgia nos ha llevado a un momento crítico, pero no determinante. Los líderes rusos están tomando decisiones desafortunadas. Pero pueden tomar otras. El futuro de Rusia está en manos de Rusia. Pero sus decisiones dependerán, en parte, de las acciones de los demás, especialmente de Estados Unidos y sus aliados europeos.

La invasión de Georgia por parte de Rusia no ha logrado, ni logrará, ningún objetivo estratégico duradero. Y nuestro objetivo estratégico ahora es dejar claro a los líderes rusos que sus decisiones están situando a su país en una vía de sentido único hacia el aislamiento y la irrelevancia internacional de forma voluntaria.

Para alcanzar este objetivo se requerirá determinación y unidad por parte de Estados Unidos y Europa. No podemos permitirnos dar validez a los prejuicios que parecen tener algunos líderes rusos: que si se presiona a los países libres -si se intimida, se amenaza y se agrede-, cederemos y, finalmente, nos rendiremos. Estados Unidos y Europa deben hacer frente a esta actitud y no permitir la agresión de Rusia para lograr un beneficio estratégico.

Nosotros y nuestros aliados europeos estamos, por tanto, actuando como uno solo en apoyo de Georgia. Estamos encabezando el movimiento mundial de ayuda a la reconstrucción de Georgia. La puerta a un futuro euroatlántico permanece completamente abierta para Georgia y nuestra alianza continuará trabajando para hacer realidad ese futuro.

Al mismo tiempo, Estados Unidos y Europa están apoyando, inequívocamente, la soberanía, la independencia y la integridad territorial de los vecinos de Rusia. Y no permitiremos que Rusia ejerza un veto sobre el futuro de nuestra comunidad euroatlántica, ni sobre a qué países ofrecemos entrar en ella, ni sobre la opción de esos estados de aceptar. Se lo hemos dejado especialmente claro a nuestros amigos de Ucrania.

Estados Unidos y Europa están aumentando su cooperación en busca de una mayor independencia energética. Aumentaremos la defensa de la economía energética global y abierta de las prácticas abusivas. No puede haber un conjunto de normas para Rusia, S.A. y otro para los demás.

Estados Unidos y Europa no permitirán que los líderes rusos, al mismo tiempo, se beneficien de las normas, mercados e instituciones internacionales y desafíen sus mismos cimientos. No hay una tercera vía. Una Rusia del siglo XIX y una Rusia del siglo XXI no pueden operar en el mundo al mismo tiempo. Para alcanzar todo su potencial, Rusia ha de estar plenamente integrada en el orden internacional político y económico. Pero Moscú está en la precaria situación de encontrarse mitad dentro, mitad fuera. Rusia depende del mundo para lograr el éxito y no puede cambiar eso.

Los líderes rusos ya están vislumbrando cómo puede ser el futuro si persisten en su comportamiento agresivo. En contraste con la situación de Georgia, la posición internacional de Rusia es la peor desde 1991. Su cooperación nuclear para fines civiles con Estados Unidos no va a ningún sitio. Los líderes rusos están haciendo que sufra la economía de su país. Su intento de entrar en la Organización Mundial del Comercio se encuentra en peligro, igual que la de entrar en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa.

Pero quizá el peor efecto secundario de todos para Moscú es que su actitud ha puesto básicamente en duda cuál de las dos visiones del futuro de Rusia es la que está guiando el país. Recientemente, el nuevo presidente Dimitri Medvedev trazó una visión positiva y avanzada del futuro de su país. Este camino tenía en cuenta las vulnerabilidades de Rusia, pedía más reformas internas y, lo que es más importante, reconocía que Rusia no se puede permitir una relación con el mundo basada en el antagonismo y el distanciamiento.

Necesariamente, Estados Unidos y Europa continuarán persiguiendo sus intereses comunes con Rusia: luchando contra el terrorismo, impidiendo que Irán consiga armas nucleares, dando forma a un Oriente Medio seguro en el que haya paz entre palestinos e israelíes y evitando que el Consejo de Seguridad vuelva a ser la institución paralizada que fue durante la Guerra Fría. Pero sería una verdadera lástima que nuestra relación con Rusia no superara nunca el nivel de los intereses, pues las mejores relaciones entre países son las que también comparten objetivos, aspiraciones y valores.

Queda por ver si los líderes rusos vencerán su nostalgia de otra época y se conformarán con las fuentes de poder y ejercicio de poder del siglo XXI. La decisión es de Rusia y sólo de Rusia. Y esperamos que los líderes rusos elijan responsablemente, por el bien de su pueblo y del mundo.

septiembre 25, 2008 Posted by | conflicto territorial, Georgia, Osetia del Sur, Rusia | Deja un comentario

Sáhara: lógica y razón

Por Luis Alejandre, general (EL PERIÓDICO, 19/09/08):

Causa impresión, por la amarga decepción que se desprende de ella, la lectura del testamento político que el recién cesado enviado personal del secretario General de Naciones Unidas para el Sáhara, Peter Van Walsum, difundió en forma de tribuna en el diario El País el pasado 28 de agosto.

El veterano diplomático holandés, de 74 años, había sido nombrado por el anterior secretario general de la ONU, Kofi Annan, en agosto del 2005, para suceder, después de un difícil paréntesis de un año, al norteamericano comisionado para ese cargo, James Baker, que presentó su dimisión en el mes junio del 2004.

Para Marruecos, Baker fue un hombre con coraje, que cumplió su misión con mucha objetividad. Tuvo la valentía, según el ministro portavoz del Gobierno marroquí, Khalid Naciri, de “afirmar aquello que todos los sabios del mundo admiten: que la creación de un sexto Estado en el Magreb es absurda”.

EN CAMBIO, la versión del Frente Polisario es muy diferente. Su líder, Mohamed Abdelaziz, había descalificado reiteradamente a Baker y había solicitado su destitución. Esa exigencia, planteada ante la ONU, era la condición previa para seguir negociando con Marruecos –en lo que sería una quinta ronda– en el suburbio neoyorquino de Manhasset, donde desde hace un año se celebran conversaciones bilaterales. “Se ha autoexcluido por su posición favorable al ocupante marroquí”, ha declarado recientemente Abdelaziz sobre Baker.

En mi opinión, la carta de Van Walsum es honesta y pretende prestar un último servicio a la comunidad internacional, alertando de los rígidos condicionantes que colapsan cualquier intento de solucionar el problema. Reconoce el diplomático holandés que el derecho internacional avala las tesis del Polisario. Esa tesis hace referencia a la resolución 1514 sobre descolonización y autodeterminación aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1960 y a la interpretación que posteriormente, en 1975, hizo la Corte Internacional de Justicia, que proclamó la “no existencia de vínculos precoloniales entre Marruecos y el Sáhara que pudieran afectar a dicha resolución”.

No obstante, Van Walsum sostiene que “la legalidad internacional no es lo mismo que el derecho internacional. Es evidente que el Consejo de Seguridad tiene que acatar el derecho, pero también tiene que tener en cuenta la realidad política”. Aquí radica el problema.

Tras su experiencia de tres años, Walsum afronta de forma valiente la difícil situación real. Parte de la base de que el Consejo de Seguridad impondrá siempre una fórmula consensuada. ¡Demasiados problemas hay en el mundo como para pensar en imponer un estatus determinado en el Sáhara aplicando las medidas coercitivas que contempla el capítulo VII de la carta fundacional de la ONU! Es lo que parece deducirse de estos hechos.

Pero esta solución consensuada choca con un primer escollo: Marruecos se niega a llevar a cabo el referendo reiteradamente recomendado por Naciones Unidas. Y un segundo escollo es aun más determinante: el Polisario solo quiere hablar de soberanía completa.

VAN WALSUM apunta que “si el Frente Polisario pudiera contemplar una hipotética solución negociada que no fuera la independencia total, contaría seguramente con un abrumador apoyo internacional” que garantizaría el pleno uso de sus libertades y constantes históricas. No debería despreciarse este último mensaje de un diplomático con experiencia y reconocida honestidad, si no se quiere perpetuar el problema del pueblo saharaui.

Cuando a este diplomático se le sugiere el caso de Timor Oriental, que permaneció ocupado por Indonesia durante 24 años antes de acceder a su independencia, y se pretende comparar esa situación con la del Sáhara, responde: “Es moralmente satisfactorio brindar un apoyo incondicional a los que están en su derecho, pero debe tenerse en cuenta el riesgo de crear falsas esperanzas y prolongar la agonía”.

El actual secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki Moon, estuvo hace unas semanas en Madrid. Por supuesto que le preocupa el tema, y por supuesto que España está muy sensibilizada con el problema del Sáhara y materializa su apoyo de mil formas, entre las que fluye la generosidad y un honesto sentimiento de apoyo al mas débil. En la agenda del Gobierno, y concretamente en la del ministro de Asuntos Exteriores, el tema está sobre la mesa. Si han pasado 33 años de la salida de España del territorio, ¿es posible proponer que sea un español el próximo enviado especial del secretario general de la ONU? Hay suficientes personas capaces de hacer esa labor, porque las posibles reticencias están más que superadas. Aquí se ama a marroquís y saharauis, estamos próximos a ellos y hemos demostrado ser generosos y buenos gestores en misiones internacionales.

ES BUENO el orgullo de un pueblo. Conocemos, y está más que constatado, el del pueblo saharaui. Pero el sacrificio de sucesivas generaciones no puede eternizarse. No es imposible encontrar soluciones históricas en los manuales de derecho internacional. Es cuestión de conjuntar razón y lógica.

septiembre 19, 2008 Posted by | conflicto territorial, Marruecos, Sahara Occidental | Deja un comentario

>Sáhara: lógica y razón

>

Por Luis Alejandre, general (EL PERIÓDICO, 19/09/08):

Causa impresión, por la amarga decepción que se desprende de ella, la lectura del testamento político que el recién cesado enviado personal del secretario General de Naciones Unidas para el Sáhara, Peter Van Walsum, difundió en forma de tribuna en el diario El País el pasado 28 de agosto.

El veterano diplomático holandés, de 74 años, había sido nombrado por el anterior secretario general de la ONU, Kofi Annan, en agosto del 2005, para suceder, después de un difícil paréntesis de un año, al norteamericano comisionado para ese cargo, James Baker, que presentó su dimisión en el mes junio del 2004.

Para Marruecos, Baker fue un hombre con coraje, que cumplió su misión con mucha objetividad. Tuvo la valentía, según el ministro portavoz del Gobierno marroquí, Khalid Naciri, de “afirmar aquello que todos los sabios del mundo admiten: que la creación de un sexto Estado en el Magreb es absurda”.

EN CAMBIO, la versión del Frente Polisario es muy diferente. Su líder, Mohamed Abdelaziz, había descalificado reiteradamente a Baker y había solicitado su destitución. Esa exigencia, planteada ante la ONU, era la condición previa para seguir negociando con Marruecos –en lo que sería una quinta ronda– en el suburbio neoyorquino de Manhasset, donde desde hace un año se celebran conversaciones bilaterales. “Se ha autoexcluido por su posición favorable al ocupante marroquí”, ha declarado recientemente Abdelaziz sobre Baker.

En mi opinión, la carta de Van Walsum es honesta y pretende prestar un último servicio a la comunidad internacional, alertando de los rígidos condicionantes que colapsan cualquier intento de solucionar el problema. Reconoce el diplomático holandés que el derecho internacional avala las tesis del Polisario. Esa tesis hace referencia a la resolución 1514 sobre descolonización y autodeterminación aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1960 y a la interpretación que posteriormente, en 1975, hizo la Corte Internacional de Justicia, que proclamó la “no existencia de vínculos precoloniales entre Marruecos y el Sáhara que pudieran afectar a dicha resolución”.

No obstante, Van Walsum sostiene que “la legalidad internacional no es lo mismo que el derecho internacional. Es evidente que el Consejo de Seguridad tiene que acatar el derecho, pero también tiene que tener en cuenta la realidad política”. Aquí radica el problema.

Tras su experiencia de tres años, Walsum afronta de forma valiente la difícil situación real. Parte de la base de que el Consejo de Seguridad impondrá siempre una fórmula consensuada. ¡Demasiados problemas hay en el mundo como para pensar en imponer un estatus determinado en el Sáhara aplicando las medidas coercitivas que contempla el capítulo VII de la carta fundacional de la ONU! Es lo que parece deducirse de estos hechos.

Pero esta solución consensuada choca con un primer escollo: Marruecos se niega a llevar a cabo el referendo reiteradamente recomendado por Naciones Unidas. Y un segundo escollo es aun más determinante: el Polisario solo quiere hablar de soberanía completa.

VAN WALSUM apunta que “si el Frente Polisario pudiera contemplar una hipotética solución negociada que no fuera la independencia total, contaría seguramente con un abrumador apoyo internacional” que garantizaría el pleno uso de sus libertades y constantes históricas. No debería despreciarse este último mensaje de un diplomático con experiencia y reconocida honestidad, si no se quiere perpetuar el problema del pueblo saharaui.

Cuando a este diplomático se le sugiere el caso de Timor Oriental, que permaneció ocupado por Indonesia durante 24 años antes de acceder a su independencia, y se pretende comparar esa situación con la del Sáhara, responde: “Es moralmente satisfactorio brindar un apoyo incondicional a los que están en su derecho, pero debe tenerse en cuenta el riesgo de crear falsas esperanzas y prolongar la agonía”.

El actual secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki Moon, estuvo hace unas semanas en Madrid. Por supuesto que le preocupa el tema, y por supuesto que España está muy sensibilizada con el problema del Sáhara y materializa su apoyo de mil formas, entre las que fluye la generosidad y un honesto sentimiento de apoyo al mas débil. En la agenda del Gobierno, y concretamente en la del ministro de Asuntos Exteriores, el tema está sobre la mesa. Si han pasado 33 años de la salida de España del territorio, ¿es posible proponer que sea un español el próximo enviado especial del secretario general de la ONU? Hay suficientes personas capaces de hacer esa labor, porque las posibles reticencias están más que superadas. Aquí se ama a marroquís y saharauis, estamos próximos a ellos y hemos demostrado ser generosos y buenos gestores en misiones internacionales.

ES BUENO el orgullo de un pueblo. Conocemos, y está más que constatado, el del pueblo saharaui. Pero el sacrificio de sucesivas generaciones no puede eternizarse. No es imposible encontrar soluciones históricas en los manuales de derecho internacional. Es cuestión de conjuntar razón y lógica.

septiembre 19, 2008 Posted by | conflicto territorial, Marruecos, Sahara Occidental | Deja un comentario

Rusia ha vuelto

Por Florentino Portero, analista del Grupo de Estudios Estratégicos GEES (ABC, 02/09/08):

TRAS años de crisis e impotencia Rusia ha renacido de la mano de Vladimir Putin, un antiguo agente del KGB que ha devuelto a su país un gobierno fuerte, si bien a costa de la incipiente democracia. El alza de los precios energéticos le ha permitido saldar una ingente deuda exterior, equilibrar las cuentas y renovar las capacidades de sus Fuerzas Armadas. Hoy Rusia exige a la sociedad internacional el reconocimiento de que es, de que vuelve a ser, una gran potencia.

La invasión de Georgia ha sido una crisis premeditada, bien pensada, ejemplarmente ejecutada y dirigida a enviar mensajes claros y contundentes en distintas direcciones. Por una parte Rusia no se resigna a aceptar la disolución de la Unión Soviética. Muchos rusos o filorusos quedaron fuera de sus fronteras, piden ser rescatados de su situación y Moscú les escucha y atiende. Abjacia y Osetia del Sur son un adelanto de lo que va a ocurrir en otros estados. No es ningún secreto, porque los dirigentes rusos llevan años anunciándolo. Por otra parte, Rusia quiere que acabemos de entender, de una vez por todas, que tiene derecho a disponer de «un área de influencia natural». Eso es lo que significa para los oligarcas rusos ser una «gran potencia»: una versión moderna de lo que fue el Imperio Ruso. Desde esta lógica los europeos no tenemos derecho a promover la democracia y el respeto a los derechos humanos en el Cáucaso y Asia Central, ni a admitir en nuestras organizaciones a estados como Georgia o Ucrania. Ya es tarde para evitar lo ocurrido con los estados bálticos, pero no están dispuestos a pasar ni un caso más.

Ni Georgia, recién invadida, ni Ucrania, amenazada con perder Crimea y cuyo presidente ha sufrido un intento de asesinato, son miembros de la Alianza Atlántica o de la Unión Europea. No tenemos ningún acuerdo de seguridad que nos obligue a ir en su defensa. Sin embargo, lo ocurrido tiene que ver con cómo hemos llevado las conversaciones con estos países sobre su ingreso en la OTAN. Los estados europeos están profundamente divididos en su visión de la política exterior. Las diferencias y el intento de ocultarlas llevan a menudo a decisiones absurdas, contradictorias y contraproducentes. No fue correcto decir a Turquía que no había obstáculo para su ingreso en la Unión para, a continuación, bloquearlo. O sí o no. De la misma forma que no se puede estar un «poquito embarazada» no se puede estar un «poquito ingresado». La respuesta a Ucrania y Georgia sobre su entrada en la OTAN fue un error. O sí o no, pero nunca sí pero ya veremos cuando, que es lo que aprobamos en Bucarest. Moscú constató nuestra división y debilidad y actuó en consecuencia.

Los análisis rusos se confirmaron al comprobar la tenue reacción ante la invasión injustificada de un estado, una democracia ansiosa de ingresar en las instituciones europeas. Francia, Alemania e Italia primaron el interés inmediato: sus negocios con Rusia son muy importantes, tanto como su dependencia energética. Una reacción firme habría llevado a una escalada que no deseaban. Estaban dispuestos a sacrificar Georgia y lo que hiciera falta con tal de garantizar el status quo. Por el contrario, el Reino Unido y los estados centro-orientales recordaron las lecciones de la historia reciente y exigieron firmeza para evitar futuros pasos en la misma dirección contra Moldavia, Ucrania, Bielorrusia… o un creciente chantaje diplomático para doblegar la voluntad europea y adaptar su acción exterior a la conveniencia rusa. Como Churchill explicó en su día no responder a tiempo supone animar a nuevas aventuras.

Aunque tarde, el Consejo Atlántico se reunió con carácter extraordinario en Bruselas para constatar que también sobre este tema los supuestos aliados disentían abiertamente. Incapaces de adoptar una posición común concluyeron en un ejercicio diplomático: reivindicaban la integridad territorial de Georgia y advertían a Rusia de que el futuro de las relaciones dependía del cumplimiento de las condiciones del alto el fuego. Rusia no invadió Georgia para volver a la situación inmediatamente anterior, más aún después de comprobar la débil presión internacional. Ya es evidente que Rusia ha violado el acuerdo y que la hábil maniobra de las diplomacias europeas sólo ha servido para ganar un par de semanas. La pelota ha vuelto a nuestro campo forzando la convocatoria de un Consejo Europeo Extraordinario.

El Consejo ha concluido reivindicando la integración territorial de Georgia y advirtiendo a Rusia de que en el futuro las relaciones no podrán desarrollarse con normalidad si continúa en la misma línea. Una repetición del fallido Consejo Atlántico extraordinario celebrado hace unas semanas. Europa no da más de sí. Esto es todo lo que es capaz de hacer ante la invasión de un estado soberano, la segregación de parte de su territorio, el intento de desestabilizar su régimen democrático y de poner fin a su acercamiento a Europa. El Consejo ha sido un nuevo ejemplo de impotencia, división y falta de perspectiva. Pero esto no es lo peor. El mensaje que se ha recibido en Moscú es que Europa está dispuesta a aceptar un área de influencia, que no estamos dispuestos a defender a Ucrania, que renunciamos a integrar estados que planteen dificultades.
La vuelta a las «estrategias de pacificación» sólo animará a Rusia a ir a más mientras la sociedad europea se divide. Las chulescas declaraciones de las autoridades rusas han dificultado a franceses, alemanes e italianos su posición en contra de una política de firmeza. El gobierno alemán ya se ha dividido en dos mientras Sarkozy se acerca a la postura británica.

El núcleo del problema es la exigencia rusa del reconocimiento de su área de influencia. Estamos ante un problema diplomático y militar, y en estas áreas debemos concentrarnos. No es cuestión de sanciones económicas, que nos dañarían a nosotros también. No tiene que preocuparnos que el Consejo no las haya aprobado. Rusia busca respetabilidad y poder y eso es lo que tenemos que negarle. Europa debe dejar de tratar a Rusia como un igual, un estado solvente con el que negociar los grandes asuntos de interés mundial o regional. Debe quedar fuera del G-8, de la Organización Mundial del Comercio y olvidarse de un Acuerdo de Asociación con la Unión. Si quiere ser tratado como un actor relevante, debe cambiar su comportamiento. El vacío es el mejor tratamiento para quien ansía deferencia.

Para evitar nuevos pasos del oso ruso conviene reforzar las relaciones con los estados amenazados y acelerar sus procesos de integración. Ése es el lenguaje que entiende Moscú, sólo así comprenderá que la campaña georgiana le ha salido mal y que ése no es el camino para defender sus intereses.

El fracaso de los tratados de la Constitución y Lisboa, el penoso papel de los destacamentos militares enviados a Afganistán y ahora la incapacidad europea para reaccionar ante la invasión de Georgia hace que la credibilidad de la dimensión internacional de la Unión se resquebraje. Sólo cabe esperar que los tres grandes -Reino Unido, Francia y Alemania- logren un entendimiento con Estados Unidos para mantener una política común y creíble que contenga el renacido expansionismo ruso. Mientras tanto Putin puede celebrar su victoria. El coste de la invasión de Georgia ha sido mínimo. Rusia vuelve a la primera línea y se dispone a mover pieza.

septiembre 5, 2008 Posted by | Abjasia, conflicto territorial, Georgia, Osetia del Sur, Rusia | Deja un comentario

>Rusia ha vuelto

>

Por Florentino Portero, analista del Grupo de Estudios Estratégicos GEES (ABC, 02/09/08):

TRAS años de crisis e impotencia Rusia ha renacido de la mano de Vladimir Putin, un antiguo agente del KGB que ha devuelto a su país un gobierno fuerte, si bien a costa de la incipiente democracia. El alza de los precios energéticos le ha permitido saldar una ingente deuda exterior, equilibrar las cuentas y renovar las capacidades de sus Fuerzas Armadas. Hoy Rusia exige a la sociedad internacional el reconocimiento de que es, de que vuelve a ser, una gran potencia.

La invasión de Georgia ha sido una crisis premeditada, bien pensada, ejemplarmente ejecutada y dirigida a enviar mensajes claros y contundentes en distintas direcciones. Por una parte Rusia no se resigna a aceptar la disolución de la Unión Soviética. Muchos rusos o filorusos quedaron fuera de sus fronteras, piden ser rescatados de su situación y Moscú les escucha y atiende. Abjacia y Osetia del Sur son un adelanto de lo que va a ocurrir en otros estados. No es ningún secreto, porque los dirigentes rusos llevan años anunciándolo. Por otra parte, Rusia quiere que acabemos de entender, de una vez por todas, que tiene derecho a disponer de «un área de influencia natural». Eso es lo que significa para los oligarcas rusos ser una «gran potencia»: una versión moderna de lo que fue el Imperio Ruso. Desde esta lógica los europeos no tenemos derecho a promover la democracia y el respeto a los derechos humanos en el Cáucaso y Asia Central, ni a admitir en nuestras organizaciones a estados como Georgia o Ucrania. Ya es tarde para evitar lo ocurrido con los estados bálticos, pero no están dispuestos a pasar ni un caso más.

Ni Georgia, recién invadida, ni Ucrania, amenazada con perder Crimea y cuyo presidente ha sufrido un intento de asesinato, son miembros de la Alianza Atlántica o de la Unión Europea. No tenemos ningún acuerdo de seguridad que nos obligue a ir en su defensa. Sin embargo, lo ocurrido tiene que ver con cómo hemos llevado las conversaciones con estos países sobre su ingreso en la OTAN. Los estados europeos están profundamente divididos en su visión de la política exterior. Las diferencias y el intento de ocultarlas llevan a menudo a decisiones absurdas, contradictorias y contraproducentes. No fue correcto decir a Turquía que no había obstáculo para su ingreso en la Unión para, a continuación, bloquearlo. O sí o no. De la misma forma que no se puede estar un «poquito embarazada» no se puede estar un «poquito ingresado». La respuesta a Ucrania y Georgia sobre su entrada en la OTAN fue un error. O sí o no, pero nunca sí pero ya veremos cuando, que es lo que aprobamos en Bucarest. Moscú constató nuestra división y debilidad y actuó en consecuencia.

Los análisis rusos se confirmaron al comprobar la tenue reacción ante la invasión injustificada de un estado, una democracia ansiosa de ingresar en las instituciones europeas. Francia, Alemania e Italia primaron el interés inmediato: sus negocios con Rusia son muy importantes, tanto como su dependencia energética. Una reacción firme habría llevado a una escalada que no deseaban. Estaban dispuestos a sacrificar Georgia y lo que hiciera falta con tal de garantizar el status quo. Por el contrario, el Reino Unido y los estados centro-orientales recordaron las lecciones de la historia reciente y exigieron firmeza para evitar futuros pasos en la misma dirección contra Moldavia, Ucrania, Bielorrusia… o un creciente chantaje diplomático para doblegar la voluntad europea y adaptar su acción exterior a la conveniencia rusa. Como Churchill explicó en su día no responder a tiempo supone animar a nuevas aventuras.

Aunque tarde, el Consejo Atlántico se reunió con carácter extraordinario en Bruselas para constatar que también sobre este tema los supuestos aliados disentían abiertamente. Incapaces de adoptar una posición común concluyeron en un ejercicio diplomático: reivindicaban la integridad territorial de Georgia y advertían a Rusia de que el futuro de las relaciones dependía del cumplimiento de las condiciones del alto el fuego. Rusia no invadió Georgia para volver a la situación inmediatamente anterior, más aún después de comprobar la débil presión internacional. Ya es evidente que Rusia ha violado el acuerdo y que la hábil maniobra de las diplomacias europeas sólo ha servido para ganar un par de semanas. La pelota ha vuelto a nuestro campo forzando la convocatoria de un Consejo Europeo Extraordinario.

El Consejo ha concluido reivindicando la integración territorial de Georgia y advirtiendo a Rusia de que en el futuro las relaciones no podrán desarrollarse con normalidad si continúa en la misma línea. Una repetición del fallido Consejo Atlántico extraordinario celebrado hace unas semanas. Europa no da más de sí. Esto es todo lo que es capaz de hacer ante la invasión de un estado soberano, la segregación de parte de su territorio, el intento de desestabilizar su régimen democrático y de poner fin a su acercamiento a Europa. El Consejo ha sido un nuevo ejemplo de impotencia, división y falta de perspectiva. Pero esto no es lo peor. El mensaje que se ha recibido en Moscú es que Europa está dispuesta a aceptar un área de influencia, que no estamos dispuestos a defender a Ucrania, que renunciamos a integrar estados que planteen dificultades.
La vuelta a las «estrategias de pacificación» sólo animará a Rusia a ir a más mientras la sociedad europea se divide. Las chulescas declaraciones de las autoridades rusas han dificultado a franceses, alemanes e italianos su posición en contra de una política de firmeza. El gobierno alemán ya se ha dividido en dos mientras Sarkozy se acerca a la postura británica.

El núcleo del problema es la exigencia rusa del reconocimiento de su área de influencia. Estamos ante un problema diplomático y militar, y en estas áreas debemos concentrarnos. No es cuestión de sanciones económicas, que nos dañarían a nosotros también. No tiene que preocuparnos que el Consejo no las haya aprobado. Rusia busca respetabilidad y poder y eso es lo que tenemos que negarle. Europa debe dejar de tratar a Rusia como un igual, un estado solvente con el que negociar los grandes asuntos de interés mundial o regional. Debe quedar fuera del G-8, de la Organización Mundial del Comercio y olvidarse de un Acuerdo de Asociación con la Unión. Si quiere ser tratado como un actor relevante, debe cambiar su comportamiento. El vacío es el mejor tratamiento para quien ansía deferencia.

Para evitar nuevos pasos del oso ruso conviene reforzar las relaciones con los estados amenazados y acelerar sus procesos de integración. Ése es el lenguaje que entiende Moscú, sólo así comprenderá que la campaña georgiana le ha salido mal y que ése no es el camino para defender sus intereses.

El fracaso de los tratados de la Constitución y Lisboa, el penoso papel de los destacamentos militares enviados a Afganistán y ahora la incapacidad europea para reaccionar ante la invasión de Georgia hace que la credibilidad de la dimensión internacional de la Unión se resquebraje. Sólo cabe esperar que los tres grandes -Reino Unido, Francia y Alemania- logren un entendimiento con Estados Unidos para mantener una política común y creíble que contenga el renacido expansionismo ruso. Mientras tanto Putin puede celebrar su victoria. El coste de la invasión de Georgia ha sido mínimo. Rusia vuelve a la primera línea y se dispone a mover pieza.

septiembre 5, 2008 Posted by | Abjasia, conflicto territorial, Georgia, Osetia del Sur, Rusia | Deja un comentario

Reconocimientos rusos

Por Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de Rusia en la era de Putin, Catarata, 2006 (LA VANGUARDIA, 02/09/08):

Durante los dos últimos años no ha faltado quien ha subrayado que, pese a las apariencias, a Rusia le interesaba sobremanera el reconocimiento occidental de un Kosovo independiente. La razón era y es relativamente fácil de explicar: semejante reconocimiento debía permitir que el Kremlin moviese pieza en provecho propio en escenarios mucho más golosos para sus intereses – Kosovo queda demasiado lejos, tanto en la geografía como en la historia-, y en particular en Osetia del Sur y en Abjasia, hasta hoy en Georgia, y acaso también en la autodenominada república del Transdniestr, en Moldavia.

Claro está que el recién perfilado reconocimiento ruso de Osetia del Sur y de Abjasia puede contemplarse desde dos perspectivas muy diferentes. La primera entiende, con lógica inapelable, que es la respuesta del Kremlin al apoyo dispensado por la mayoría de las potencias occidentales, el pasado febrero, a un Kosovo independiente. En tal sentido, no pueden dejar de sorprender, por absurdas e hipócritas, las reacciones airadas que se han registrado en Washington y en varias de las cancillerías de los estados miembros de la Unión Europea. Tiene su gracia, en particular, la reacción norteamericana, empeñada en defender ahora una integridad territorial, la de Georgia, que en cambio no se postuló medio año atrás en Serbia, y firmemente indignada por la intervención rusa en el primero de esos países, como si la Casa Blanca no nos tuviese acostumbrados desde mucho tiempo atrás a agresiones militares por completo al margen de la legalidad internacional.

La otra perspectiva es, sin embargo, menos halagüeña para Moscú y recuerda que los reconocimientos de Osetia del Sur y Abjasia por el Kremlin dan al traste con una política, la rusa, que hasta ahora decía defender a carta cabal la legalidad internacional y declaraba oponerse drásticamente a cualquier suerte de secesión que no recibiese el beneplácito previo del Estado afectado. Aunque no se hayan percatado, quienes hace unos meses, y al calor del contencioso kosovar, recibieron con alegría la reacción hostil de Rusia – en buena medida los mismos que aún hoy siguen pensando que el Gobierno español postula algún saludable principio, y no confesables intereses, en relación con estos menesteres- no están precisamente de enhorabuena. Magro consuelo parece, para su posición, el recordatorio de que es harto improbable que Osetia del Sur y Abjasia disfruten de la relativa normalización que, en materia de reconocimientos, ha alcanzado Kosovo los últimos meses. No parece que esto último preocupe en demasía, con todo, en Moscú.

Así las cosas, en este caso es difícil sustraerse a una sencilla conclusión: tirios y troyanos, Rusia y las potencias occidentales, defienden sin rebozo sus intereses más obscenos y asumen, de resultas, políticas de estricta doble moral. Una de las secuelas de lo anterior es, por cierto, el hecho de que no hay ningún motivo para afirmar que muestran alguna preocupación por las causas de la democracia y de la autodeterminación. Moderadamente llamativo es, de cualquier forma, que este último principio no haya sido defendido ni por los unos ni por los otros. No se olvide al respecto que si en Kosovo se eludió la convocatoria de un referéndum de autodeterminación – y al efecto de poco vale la certificación de que estaba cantado que la mayoría de la población local se inclinaría por la secesión-, en Osetia del Sur y Abjasia antes se han esgrimido las consecuencias de la agresión militar georgiana de hace unas semanas que las presuntas querencias de los habitantes de esos dos territorios. Nadie quiere hablar, entre tanto, de la castigada Chechenia, escenario de una crudelísima represión que no parece preocupar ni a quienes defienden la secesión de Osetia del Sur y Abjasia ni a quienes se oponen a ella.

Comoquiera que unos y otros consideran – formulemos las cosas en estos términos- que al cabo lo que importa es la fuerza respectiva, ningún relieve se le asigna al eventual peso de una alegación que subraye la opción mayoritaria entre las poblaciones implicadas, tanto más cuanto que la invocación de esta última acarrearía discusiones desagradables sobre el destino que han corrido los serbios en Kosovo y los georgianos otrora residentes en Osetia del Sur y, más aún, en Abjasia (bueno es recordar que la textura de todos estos conflictos es muy diferente). A la postre lo que impera, y con descaro, son los intereses geoestratégicos y geoeconómicos de Rusia y de las potencias occidentales, en el marco de lo que se antoja un prosaico juego de poder.

Si, en suma, hay que perfilar un pronóstico de corto plazo en lo que respecta a posibles cambios – secesiones, independencias- en la Europa central y oriental, lo suyo es señalar que el único candidato sólido al efecto es la llamada república del Transdniestr, en Moldavia. Bien es verdad que en este caso las tensiones han amainado un tanto en los últimos años y la interpretación más extendida sugiere que Rusia se lo pensará dos veces antes de alentar un proceso de secesión que – no lo olvidemos- afectaría a un territorio no colindante con el suyo propio. Queda por dirimir también, es cierto, si Osetia del Sur y Abjasia porfiarán en la vía de la independencia o acabarán por integrarse, antes o después, en la Federación Rusa. Eso en lo que atañe al corto plazo, porque, los acontecimientos como vienen, nadie está en condiciones de augurar qué es lo que, en este terreno como en tantos otros, nos tiene reservado el futuro.

septiembre 5, 2008 Posted by | Abjasia, conflicto territorial, Georgia, Osetia del Sur, Rusia | Deja un comentario