Ciencias y Arte

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>Urgente: refundación de las Naciones Unidas

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Por Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz (EL PAÍS, 02/02/09):

El presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, al finalizar la I Guerra Mundial, decidió, en el mes de diciembre de 1918, que el horror de la guerra que acababa de terminar no debería volver a producirse, y estableció, en el Convenio para la paz permanente, la Sociedad de Naciones. Su objetivo: “un nuevo orden basado en el dominio de la ley fundada en el consentimiento de los gobernados y apoyada por la opinión organizada de la humanidad”.

Por desgracia, prevaleció, debido a la presión de los productores de armamento, el secular adagio que establece que “si quieres la paz, prepara la guerra”. Y llegó la II Guerra Mundial, al término de la cual el presidente Franklin D. Roosevelt diseñó un sistema multilateral, las Naciones Unidas, fundadas en San Francisco en 1945. El Sistema de las Naciones Unidas comprende, para secundar las actividades propias de la ONU, relativas a la seguridad internacional, otras organizaciones especializadas en el trabajo (OIT), la salud (OMS), la alimentación (FAO), la educación, la ciencia y la cultura (UNESCO)… También programas y fondos relativos al desarrollo (PNUD), la infancia (UNICEF), etcétera.

Pero los Estados más fuertes y prósperos pronto comenzaron a recelar de este sistema de cooperación y coordinación internacional, y sustituyeron por préstamos las ayudas al desarrollo, marginaron progresivamente a las diversas instituciones del Sistema de Naciones Unidas y, lo que es mucho más grave, sustituyeron los valores que debían guiar la gobernación internacional (los “principios democráticos” tan bien establecidos en la Constitución de la UNESCO y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos) por las leyes del mercado.

Y los más ricos se asociaron en grupos (G-7, G-8) sustituyendo la democracia que representa el multilateralismo por una plutocracia, convirtiendo al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (”¡para la reconstrucción y el desarrollo!”) en instrumentos de sus políticas económicas y situando a la Organización Internacional del Comercio (OIC), en los años noventa, directamente fuera del ámbito del Sistema de las Naciones Unidas.

Al término de la guerra fría todo el mundo esperaba una reforma profunda de las Naciones Unidas para la democratización de las relaciones internacionales, y esperaba asimismo que los “dividendos de la paz” redujeran las asimetrías sociales y favorecieran, por fin, el desarrollo endógeno de los países más necesitados. No fue así y, desde el principio de la década de los noventa, el predominio de los países más ricos ha impuesto la “globalización” con la creación y aumento de grandes consorcios empresariales multinacionales, limitándose el poder -y hasta las responsabilidades- de los Estados, con considerables desgarros en el tejido social, fomentándose la aparición de caldos de cultivo de frustración, radicalización y animadversión, que han conducido frecuentemente al empleo de la violencia y a grandes flujos de emigrantes desesperanzados. Como era previsible, han arrastrado al mundo a una situación de crisis profunda en la que aparece como único asidero el multilateralismo para enderezar las tendencias actuales.

En consecuencia, es urgente una reunión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas para establecer los principales criterios que podrían conducir a su renovación en profundidad, dotándola de la autoridad moral y política que son imprescindibles para hacer frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo y de la capacidad de disponer de los recursos personales, financieros, técnicos y, cuando fuera preciso, militares, para el ejercicio de sus funciones a escala mundial. Funcionando de manera bien coordinada, el conjunto del Sistema de las Naciones Unidas, permitiría la prevención de conflictos; la resolución pacífica de los mismos, cuando se presentaran; el establecimiento, mantenimiento y consolidación de la paz; el desarme; hacer frente conjuntamente al terrorismo internacional y a la delincuencia transnacional… al tiempo que se emplearía en resolver, como consecuencia del diálogo y acuerdo a escala mundial, las grandes cuestiones de las que depende, en su conjunto, la calidad de vida de todos los habitantes de la tierra.

“Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. Así se inicia la Carta de las Naciones Unidas. Esta formulación, bien interpretada, no precisa cambio alguno. La representación no debería seguir siendo tan sólo de Estados -en contra de lo que establece la Carta- sino que sería imprescindible que junto a los mismos existieran representaciones de la sociedad civil (organizaciones no gubernamentales, intergubernamentales, instituciones regionales, asociaciones de ciudades, empresariales, etcétera).

En esa ONU refundada, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial cumplirían, junto con la Organización Mundial del Comercio -que ya sería institución propia del sistema- sus funciones originales, para procurar el desarrollo global que podría, en pocos años, mejorar sustancialmente el panorama a escala planetaria. El Consejo de Seguridad constaría, como emanación directa de la Asamblea General, con representantes permanentes y proporcionalidad de influencia en la adopción de decisiones, pero sin derecho al veto, para abordar los distintos temas principales: seguridad humana, con la misión fundamental de “evitar la guerra”; seguridad económica y social, propuesta hace tiempo por Jacques Delors, con la revitalización del ECOSOC, que durante años ha tratado casi exclusivamente temas económicos dando escasísimo espacio a lo social, y seguridad medioambiental.

Sólo de este modo será posible eliminar (llevando a los transgresores ante los tribunales) los tráficos de toda índole (de armas, de drogas, de capitales, de personas), procediendo al cierre inmediato de los paraísos fiscales, acción que sólo puede llevarse a cabo con el respaldo de unas Naciones Unidas dotadas de la autoridad y los medios apropiados.

“No había medios” para el fondo contra el sida ni para la erradicación del hambre y la pobreza, y, de pronto, hay centenares de miles de millones para “rescatar” a los mismos (personas e instituciones) que condujeron al mundo a la dificilísima situación que atravesamos. Ahora corresponde “rescatar” a la gente, empezando por la erradicación de la pobreza mediante un gran Plan de Desarrollo Global.

La acción coordinada de las Naciones Unidas permitiría también la disponibilidad de los recursos personales, técnicos y humanitarios adecuados para asistir en las catástrofes naturales o producidas por el hombre (a este respecto se ha propuesto la existencia de los cascos rojos para desplazarse rápidamente a los lugares donde su presencia sea más necesaria).

El denominado “derecho a la injerencia”, incluido cuando se habla de crisis “humanitaria”, no expresa acertadamente lo que debe considerarse un deber de la Comunidad Internacional: evitar el genocidio, el sufrimiento inacabable, la humillación, la tortura… En 1996 un grupo de trabajo de la UNESCO, que incluía a Bernard Kouchner y Karel Vasak, propuso que los cascos azules se “interpusieran” en dos situaciones: masiva y fehaciente violación de los derechos humanos (casos de Cambodia y Ruanda) e inexistencia de representación del Estado (como en Somalia, fragmentado el poder entre señores de la guerra). Las Naciones Unidas no pueden permitir en lo sucesivo escándalos de esta naturaleza, que afectan gravemente a la conciencia colectiva.

Es preciso refundar unas Naciones Unidas que permitan, como establecieron en 1945, tener en cuenta a las generaciones venideras. Tener presentes, muy presentes -frente a quienes tratan de subestimarlos e incluso denigrarlos- los movimientos juveniles de 1968 y los del año 2008 en Grecia. No son conflictos universitarios sino sociales.

“Nosotros, los pueblos”, en lugar de “preparar la guerra”, vamos a construir la paz cotidianamente con nuestro comportamiento, con la plena implicación de la sociedad civil que reclama, con urgencia, garantías de pautas democráticas y eficientes a escala global.

Al nombrar a la señora Susan Rice como embajadora ante las Naciones Unidas, directamente bajo su autoridad, el presidente Obama ha querido claramente indicar su determinación de favorecer el multilateralismo como una parte relevante del “nuevo amanecer”, según sus propias palabras, del pueblo norteamericano y del mundo entero. ¡Juntos, podemos!

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

febrero 2, 2009 Posted by | ONU | Deja un comentario

>Las Naciones Unidas, excluidas en la crisis

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Por Jordi García-Petit, académico numerario de la Real Academia de Doctores (EL PAÍS, 26/12/08):

La crisis global se diversifica y se expande a gran velocidad. Sus consecuencias de todo orden serán planetarias, afectando con mayor o menor intensidad a todos los países. Si sobre el alcance global de la crisis existe unanimidad, sobre su naturaleza hay un abanico de interpretaciones. La menos en boga es la del agotamiento del modelo de producción y de consumo de los países desarrollados y de los emergentes por haber topado con los límites materiales del crecimiento y con el medio ambiente, a la vez que la pobreza con su rosario de miserias, lastres y violencias ha desbordado sus países de acantonamiento y sus efectos se han globalizado también. Todo ello requeriría, como mínimo, la necesidad de un reparto distinto de los recursos planetarios tanto en su asignación como en su empleo. Esta interpretación, anticipada ya por el Club de Roma hace cerca de 40 años y reiterada en la década de los noventa, comportaría la adopción urgente a escala mundial de medidas de gobierno de la situación creada.

Pero un grupo reducido de Estados autoconvocados (7, 8, 20 o 22), aunque su mérito sea representar abrumadoramente la mayor parte del PIB y de la población mundial, y su demérito ser las prácticas originadas en ellos la causa primera del caos actual, no puede adoptar legítimamente ni equilibradamente las medidas de gobierno de la crisis global. A lo que habría que añadir que los remedios que propugnan y están aplicando son pan bursátil y bancario para hoy y hambre para todos mañana, puesto que el crecimiento cuantitativo y discriminado que pretenden repetir se ha demostrado insostenible. De la convocatoria en Washington de la Cumbre del G-20+2 quedaron excluidos nada menos que 170 Estados, que, probablemente, serán los que más padecerán las consecuencias de la crisis y a los que, al parecer, sólo se reserva el papel de comparsas y de víctimas.

¿A nadie se le ha ocurrido que ésta es la hora de las Naciones Unidas, la única organización plenamente universal en su composición y fines? Se puede objetar que los representantes de la ONU y del FMI y el Banco Mundial, organismos especializados vinculados a la ONU, se sentaron a la mesa de la cumbre; cierto, pero como convidados de piedra. La crisis repercutirá negativamente en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y en la lucha perentoria contra el cambio climático. Estos grandes objetivos, sin la ONU que los defienda dentro de la crisis, quedarán marginados, como lo evidencia el hecho de que ningún compromiso concreto en favor de los mismos figure en la declaración final de la cumbre de Washington. El pacto medioambiental que se ha alcanzado en el Consejo Europeo del 11 y 12 de diciembre es de ámbito regional y está trufado de excepciones. Y la Cumbre del Clima de Poznan sólo ha sido un entremés en espera de la entrada en escena de Barack Obama.

Se habla mucho de la necesidad de cooperación internacional para salir de la crisis. Se está aludiendo, pues, a un multilateralismo global, y éste existe ya institucionalizado: es la ONU. La Asamblea General de las Naciones Unidas, competente para discutir cualesquiera asuntos o cuestiones y para hacer recomendaciones a los Estados miembros, entre otros fines, para fomentar la cooperación internacional en materias de carácter económico, podrá reunirse en sesión extraordinaria cada vez que las circunstancias lo exijan. Se ha reunido con ese carácter varias veces, por ejemplo, para tratar de la cooperación económica internacional y del (viejo) nuevo orden económico internacional. ¿Por qué no reunir la Asamblea General ahora que el mundo se halla inmerso en la mayor crisis del orden económico desde la fundación de la ONU en 1945, cuyas previsibles consecuencias, directas e indirectas, entran de lleno en los fines de la organización, incluido el fin principal del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales?

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que ha tomado la inacción por prudencia, tiene atribuciones suficientes para llamar la atención del Consejo de Seguridad sobre la gravedad de la situación y proponer la convocatoria de una sesión extraordinaria de la Asamblea General, que daría la verdadera medida de la necesidad de una movilización general para afrontar globalmente la crisis, sin exclusión de participantes ni amputación de objetivos. Cada miembro de la Asamblea General tiene un voto. Ésta es la legitimación y la grandeza de la organización, pero también es, paradójicamente, su debilidad frente a las grandes potencias y, en particular, frente a los cinco Estados detentadores del poder de veto en el Consejo de Seguridad. Una Asamblea General de 192 miembros podría adoptar por mayoría decisiones -como la preparación de una cumbre mundial con una agenda para sentar las bases de un real nuevo orden económico, fundado en el reequilibrio y el desarrollo sostenible-, que no gustaran al grupo de los Estados más favorecidos y a los poderosos emergentes. He aquí la razón de la exclusión de la ONU cuando más justificada estaría su intervención.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

diciembre 26, 2008 Posted by | ONU | Deja un comentario

>Actualidad crítica de la OTAN

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Por Pablo Benavides Orgaz, ex Representante Permanente de España en la OTAN (EL PAÍS, 10/09/08):
El pasado 3 de septiembre me despedí del Consejo Atlántico, tras cuatro años como Representante Permanente de España. He estimado que podría ser útil compartir con la opinión pública lo que dije en aquel momento ante mis colegas.

La denominada agenda internacional y, en particular, su tratamiento no es un tema suficientemente discutido en el debate público. Y nuestro país tiene el peso suficiente para influir en ese debate internacional, pero también la responsabilidad de no sustraerse al mismo.
El tema que elegí para mi intervención de despedida fue, precisamente, cómo podemos mejorar los aliados nuestra visión compartida de la seguridad internacional; forma diplomática de plantear si disponemos realmente de ese enfoque común. Me concentro en los puntos clave.
Primero. Hay que tener en cuenta mucho más las diferentes percepciones y las características de cada conflicto, ya que de otra forma, nuestra acción no será ni entendida, ni aceptada. La OTAN no puede caer en la llamada trampa afgana, consistente en permanecer allí durante años para apoyar la estabilidad y reconstrucción, sin que los propios afganos cumplan sus compromisos, con su propia población y con nosotros.
Hay que profundizar mucho más en la insurgencia y su táctica. En el plano militar, esto exige, como bien decía Miguel Ángel Aguilar hace unos días, más inteligencia y unas fuerzas específicas; sobre todo, fuerzas afganas mucho mejor preparadas. Sin embargo, esto no basta. Y sería ingenuo pretender que la acción de la Alianza, en solitario, pueda o deba resolver el problema. Si hay una solución, se encuentra en el plano social y en la acción política de los propios afganos. El país carece de una conciencia de Estado. Kabul debe tener en cuenta el tejido tribal, y la importancia de que la educación y el desarrollo lleguen a las provincias. La afganización no es sólo una estrategia de salida para la comunidad internacional, sino un enfoque indispensable para entender el conflicto. Hay suficiente experiencia para saber que una presencia demasiado dilatada de las fuerzas internacionales puede ser contraproducente. En conclusión, si tenemos un pacto, cada parte debe honrarlo, para avanzar en la lucha contra el terrorismo y la pobreza.
Segundo. La OTAN actúa en Afganistán bajo mandato de Naciones Unidas y con otros actores internacionales, incluyendo una misión civil de la UE. Entonces, ¿por qué el comandante aliado no se reúne con más frecuencia, y conjuntamente, con mi amigo Kai Eide, Representante de la ONU, y con el de la UE, siempre en presencia de ministros afganos? Ello ayudaría también a reducir las bajas civiles (tema que España fue la primera en suscitar en la OTAN). ¿Por qué la Alianza no tiene oficina ante la ONU en Nueva York? ¿Por qué no se buscan formas pragmáticas para aumentar la transparencia OTAN-UE? Estamos condenados a trabajar juntos en Afganistán, los Balcanes, África, y probablemente un día en Oriente Medio.
Tercero. Me gusta definir el consenso como un arte, porque de fácil no tiene nada. La Alianza es una organización político-militar. El Consejo debe realizar un seguimiento profundo de las operaciones, para que tengan credibilidad. El debate político antes, durante y después de ellas es la clave del consenso. De otra forma, la unidad aliada carecerá del necesario apoyo político y del respaldo de la opinión pública. Y habrá carencias en la generación de fuerzas para las operaciones. Un ejemplo de sano consenso está siendo la actuación de la OTAN en Kosovo, donde, tras serias discusiones, la Alianza mantiene sus fuerzas, sin entrar en la cuestión del reconocimiento. Colabora así al trabajo de la ONU y la UE, evitando también el aislamiento de Serbia.
Cuarto. La Alianza mantiene relaciones con 47 países y organizaciones. Rusia es el socio principal, por razones políticas. La crisis de Georgia no puede llevarnos a la ignorancia mutua. He sentido frustración porque no se haya reunido el Consejo OTAN-Rusia durante la crisis, para poder decirle a mi colega ruso lo que piensa España de lo ocurrido, y de las posibles consecuencias para las relaciones con Occidente. No podemos dejarlo todo a la diplomacia del megáfono y de las frases fuertes, por ambas partes. Se impone el diálogo, naturalmente crítico, para ayudar a Rusia (y a Georgia) a volver a la realidad. Rusia debe ser consciente de que su futuro no puede estar sino en Europa.
Y quinto. Entendemos por transformación la generación de capacidades militares de última generación. España empieza a situarse entre los aliados avanzados, tanto por la innovación en comunicaciones y armamento, como por la financiación (incluyendo fondos comunes) de infraestructuras muy importantes para la defensa española y aliada. Una mayor cooperación industrial aliada fortalecerá la voluntad política de las naciones. No hay que olvidar tampoco el valor añadido de la modernización militar en nuestro entorno más inmediato: el Mediterráneo, donde los aliados y nuestros socios del sur tenemos retos comunes.
Estas líneas apuestan por la continuidad de nuestro compromiso con la agenda internacional, basado tanto en principios como en intereses. Nuestra capacidad de influencia y persuasión será proporcional a nuestra participación crítica en Bruselas.

septiembre 13, 2008 Posted by | ONU, OTAN | Deja un comentario

Actualidad crítica de la OTAN

Por Pablo Benavides Orgaz, ex Representante Permanente de España en la OTAN (EL PAÍS, 10/09/08):
El pasado 3 de septiembre me despedí del Consejo Atlántico, tras cuatro años como Representante Permanente de España. He estimado que podría ser útil compartir con la opinión pública lo que dije en aquel momento ante mis colegas.

La denominada agenda internacional y, en particular, su tratamiento no es un tema suficientemente discutido en el debate público. Y nuestro país tiene el peso suficiente para influir en ese debate internacional, pero también la responsabilidad de no sustraerse al mismo.
El tema que elegí para mi intervención de despedida fue, precisamente, cómo podemos mejorar los aliados nuestra visión compartida de la seguridad internacional; forma diplomática de plantear si disponemos realmente de ese enfoque común. Me concentro en los puntos clave.
Primero. Hay que tener en cuenta mucho más las diferentes percepciones y las características de cada conflicto, ya que de otra forma, nuestra acción no será ni entendida, ni aceptada. La OTAN no puede caer en la llamada trampa afgana, consistente en permanecer allí durante años para apoyar la estabilidad y reconstrucción, sin que los propios afganos cumplan sus compromisos, con su propia población y con nosotros.
Hay que profundizar mucho más en la insurgencia y su táctica. En el plano militar, esto exige, como bien decía Miguel Ángel Aguilar hace unos días, más inteligencia y unas fuerzas específicas; sobre todo, fuerzas afganas mucho mejor preparadas. Sin embargo, esto no basta. Y sería ingenuo pretender que la acción de la Alianza, en solitario, pueda o deba resolver el problema. Si hay una solución, se encuentra en el plano social y en la acción política de los propios afganos. El país carece de una conciencia de Estado. Kabul debe tener en cuenta el tejido tribal, y la importancia de que la educación y el desarrollo lleguen a las provincias. La afganización no es sólo una estrategia de salida para la comunidad internacional, sino un enfoque indispensable para entender el conflicto. Hay suficiente experiencia para saber que una presencia demasiado dilatada de las fuerzas internacionales puede ser contraproducente. En conclusión, si tenemos un pacto, cada parte debe honrarlo, para avanzar en la lucha contra el terrorismo y la pobreza.
Segundo. La OTAN actúa en Afganistán bajo mandato de Naciones Unidas y con otros actores internacionales, incluyendo una misión civil de la UE. Entonces, ¿por qué el comandante aliado no se reúne con más frecuencia, y conjuntamente, con mi amigo Kai Eide, Representante de la ONU, y con el de la UE, siempre en presencia de ministros afganos? Ello ayudaría también a reducir las bajas civiles (tema que España fue la primera en suscitar en la OTAN). ¿Por qué la Alianza no tiene oficina ante la ONU en Nueva York? ¿Por qué no se buscan formas pragmáticas para aumentar la transparencia OTAN-UE? Estamos condenados a trabajar juntos en Afganistán, los Balcanes, África, y probablemente un día en Oriente Medio.
Tercero. Me gusta definir el consenso como un arte, porque de fácil no tiene nada. La Alianza es una organización político-militar. El Consejo debe realizar un seguimiento profundo de las operaciones, para que tengan credibilidad. El debate político antes, durante y después de ellas es la clave del consenso. De otra forma, la unidad aliada carecerá del necesario apoyo político y del respaldo de la opinión pública. Y habrá carencias en la generación de fuerzas para las operaciones. Un ejemplo de sano consenso está siendo la actuación de la OTAN en Kosovo, donde, tras serias discusiones, la Alianza mantiene sus fuerzas, sin entrar en la cuestión del reconocimiento. Colabora así al trabajo de la ONU y la UE, evitando también el aislamiento de Serbia.
Cuarto. La Alianza mantiene relaciones con 47 países y organizaciones. Rusia es el socio principal, por razones políticas. La crisis de Georgia no puede llevarnos a la ignorancia mutua. He sentido frustración porque no se haya reunido el Consejo OTAN-Rusia durante la crisis, para poder decirle a mi colega ruso lo que piensa España de lo ocurrido, y de las posibles consecuencias para las relaciones con Occidente. No podemos dejarlo todo a la diplomacia del megáfono y de las frases fuertes, por ambas partes. Se impone el diálogo, naturalmente crítico, para ayudar a Rusia (y a Georgia) a volver a la realidad. Rusia debe ser consciente de que su futuro no puede estar sino en Europa.
Y quinto. Entendemos por transformación la generación de capacidades militares de última generación. España empieza a situarse entre los aliados avanzados, tanto por la innovación en comunicaciones y armamento, como por la financiación (incluyendo fondos comunes) de infraestructuras muy importantes para la defensa española y aliada. Una mayor cooperación industrial aliada fortalecerá la voluntad política de las naciones. No hay que olvidar tampoco el valor añadido de la modernización militar en nuestro entorno más inmediato: el Mediterráneo, donde los aliados y nuestros socios del sur tenemos retos comunes.
Estas líneas apuestan por la continuidad de nuestro compromiso con la agenda internacional, basado tanto en principios como en intereses. Nuestra capacidad de influencia y persuasión será proporcional a nuestra participación crítica en Bruselas.

septiembre 13, 2008 Posted by | ONU, OTAN | Deja un comentario

>In Europe, as in Asia, Nato leaves a trail of catastrophe

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By Simon Jenkins (THE GUARDIAN, 20/08/08):

Nato is useless. It has failed to bring stability to Afghanistan, as it failed to bring it to Serbia. It just breaks crockery. Nato has proved a rotten fighting force, which in Kabul is on the brink of being sidelined by exasperated Americans. Nor is it any better at diplomacy: witness its hamfisted handling of east Europe. As the custodian of the west’s postwar resistance to the Soviet Union’s nuclear threat it served a purpose. Now it has become a diplomats’ Olympics, irrelevant but with bursts of extravagant self-importance.

Yesterday’s Nato ministerial meeting in Brussels was a fig leaf over the latest fiasco, the failure to counter the predictable Russian intervention in Georgia. Ostensibly to save Russian nationals in South Ossetia, the intervention was, in truth, to tell Georgia and Ukraine that they must not play games with the west along Russia’s frontier. Nato, which Russia would (and should) have joined after the collapse of the Soviet Union, is now a running provocation along the eastern rim of Europe.

There was no strategic need for Nato to proselytise for members, and consequent security guarantees, among the Baltic republics and border states to the south. Nor is there any strategic need for the US to place missile sites in Poland or the Czech Republic. This was mere Nato self-aggrandisement reinforcing the lobbying of the Pentagon hawks.

These moves were bound to infuriate the hypersensitive Russians, and did. There is no point in western pundits saying that the thrust of Nato close to the Russian border is quite different from the cold war location of Soviet missiles in Cuba. It seems the same to Russian nationalists.

Nor is it any good pundits remarking that Russia’s defence of Russian minorities in Georgia is quite different from Nato’s intervention to defend the Kurdish minority in Iraq or the Albanian minority in Serbia. Again, that is just how it seems to Russia.

George Bush said earlier this month that “the age of spheres of influence is over”. In that case why push that most potent sphere of influence, Nato, to the Russian border? And what of the sphere-of-influence theory that underpinned Bush’s neoconservative plan to conquer the Muslim world for democracy?

The US’s two greatest bugbears at present, Russia and Iran, both have grounds for feeling encircled by hostile forces. However badly they behave, they too are vulnerable to the politics of irrational fear. Both countries display the rudiments of democratic activity, with paranoia playing on pluralism.

The glib response of Nato’s leaders has been hawkish, that the only thing “these people” understand is tough talk and big sticks. But that just apes Russia’s attitude towards Georgia and Ukraine, which at least Russia has the power to enforce.

The west is not threatened by Russia. Turning its border into a zone of bluff and counter-bluff, so Nato can boast 10 extra flags outside its headquarters, has proved destabilising and provocative. Intelligence, like morality, is supposedly the tribute power should pay to reason. Russia is boorish and belligerent enough already. Why encourage it?

With Russia, Nato is playing with fire. In Afghanistan/Pakistan – which should always be yoked together – it is playing with dynamite. Here Osama bin Laden and Donald Rumsfeld must be laughing in unison: the former because Nato’s conduct of the war against the Taliban has been a recruiting sergeant for al-Qaida in Pakistan; the latter because everything he said about nation-building has proved true. “Get in fast and get out fast” was his strategy, and he was right.

The fall of Pervez Musharraf might be good news for Pakistan’s democrats. It is dreadful news for Nato’s proconsuls in their fortified enclaves in Kabul. The likelihood of political turbulence in Pakistan can only increase the hold that pro-Taliban tribes have over the long frontier with Afghanistan and, with it, the certainty of an escalating war.

Nato’s performance here has been dreadful. A half-hearted peacekeeper, it had displayed divided counsels, divided leadership and divided rules of engagement. It has reflected the view of the US general in Kosovo, Wesley Clark, that US units should never again be placed under international command. International command means no command at all.

A Pentagon report by General Barry McCaffrey, revealed last week, criticises the lack of command unity in Kabul. “Afghanistan is in misery,” it says. “A sensible coordination of all political and military elements of the Afghan theatre of operation does not exist.”

There is said to be a plan for a 12,000-strong reinforcement of US troops to stage a Baghdad-style “surge”, outside the remit of Nato. The idea that the rural Taliban might be susceptible to the same handling as Iraq’s urban militias may be senseless, but is on the cards. Such a surge would mean three rival armies – Afghan, Nato and American – roaming this troubled land, a gift to any enemy.

The newly triumphant coalition in Islamabad must long for the days when its Afghan backyard was quiet. The Taliban regime was funded by opium and the Saudis, and of no strategic (as opposed to terrorist) concern to the west. There were no US Predators bombing villages, no CIA phone-tapping, no suborned Pakistan intelligence officers, no outside interference. Pakistan’s sphere of influence might not be to every taste, but it was roughly stable.

We shall now have the world’s sixth largest country, and with an active nuclear arsenal, in internal turmoil because of a doomed Nato adventure on its border. Taliban units are operating freely throughout the south and east of Afghanistan and within miles of the capital, Kabul, flatly contradicting the mendacious spin of Nato spokesmen over the past two years.

Western governments seem never to learn. Counter-insurgency wars of this sort never work if they become drawn out. At best they leave broken, corrupted, failed states such as Lebanon and Kosovo – and, soon, Iraq. At worst they mean defeat. If ever America were walking into another Vietnam, it is now in Afghanistan, fast replacing Iraq as the mecca for every anti-western fanatic on earth.

Peace in Afghanistan might not matter over much. But its absence will grossly destabilise Pakistan, and that matters greatly. Is this to be another feather in Nato’s cap?

septiembre 1, 2008 Posted by | ONU, OTAN | Deja un comentario

In Europe, as in Asia, Nato leaves a trail of catastrophe

By Simon Jenkins (THE GUARDIAN, 20/08/08):

Nato is useless. It has failed to bring stability to Afghanistan, as it failed to bring it to Serbia. It just breaks crockery. Nato has proved a rotten fighting force, which in Kabul is on the brink of being sidelined by exasperated Americans. Nor is it any better at diplomacy: witness its hamfisted handling of east Europe. As the custodian of the west’s postwar resistance to the Soviet Union’s nuclear threat it served a purpose. Now it has become a diplomats’ Olympics, irrelevant but with bursts of extravagant self-importance.

Yesterday’s Nato ministerial meeting in Brussels was a fig leaf over the latest fiasco, the failure to counter the predictable Russian intervention in Georgia. Ostensibly to save Russian nationals in South Ossetia, the intervention was, in truth, to tell Georgia and Ukraine that they must not play games with the west along Russia’s frontier. Nato, which Russia would (and should) have joined after the collapse of the Soviet Union, is now a running provocation along the eastern rim of Europe.

There was no strategic need for Nato to proselytise for members, and consequent security guarantees, among the Baltic republics and border states to the south. Nor is there any strategic need for the US to place missile sites in Poland or the Czech Republic. This was mere Nato self-aggrandisement reinforcing the lobbying of the Pentagon hawks.

These moves were bound to infuriate the hypersensitive Russians, and did. There is no point in western pundits saying that the thrust of Nato close to the Russian border is quite different from the cold war location of Soviet missiles in Cuba. It seems the same to Russian nationalists.

Nor is it any good pundits remarking that Russia’s defence of Russian minorities in Georgia is quite different from Nato’s intervention to defend the Kurdish minority in Iraq or the Albanian minority in Serbia. Again, that is just how it seems to Russia.

George Bush said earlier this month that “the age of spheres of influence is over”. In that case why push that most potent sphere of influence, Nato, to the Russian border? And what of the sphere-of-influence theory that underpinned Bush’s neoconservative plan to conquer the Muslim world for democracy?

The US’s two greatest bugbears at present, Russia and Iran, both have grounds for feeling encircled by hostile forces. However badly they behave, they too are vulnerable to the politics of irrational fear. Both countries display the rudiments of democratic activity, with paranoia playing on pluralism.

The glib response of Nato’s leaders has been hawkish, that the only thing “these people” understand is tough talk and big sticks. But that just apes Russia’s attitude towards Georgia and Ukraine, which at least Russia has the power to enforce.

The west is not threatened by Russia. Turning its border into a zone of bluff and counter-bluff, so Nato can boast 10 extra flags outside its headquarters, has proved destabilising and provocative. Intelligence, like morality, is supposedly the tribute power should pay to reason. Russia is boorish and belligerent enough already. Why encourage it?

With Russia, Nato is playing with fire. In Afghanistan/Pakistan – which should always be yoked together – it is playing with dynamite. Here Osama bin Laden and Donald Rumsfeld must be laughing in unison: the former because Nato’s conduct of the war against the Taliban has been a recruiting sergeant for al-Qaida in Pakistan; the latter because everything he said about nation-building has proved true. “Get in fast and get out fast” was his strategy, and he was right.

The fall of Pervez Musharraf might be good news for Pakistan’s democrats. It is dreadful news for Nato’s proconsuls in their fortified enclaves in Kabul. The likelihood of political turbulence in Pakistan can only increase the hold that pro-Taliban tribes have over the long frontier with Afghanistan and, with it, the certainty of an escalating war.

Nato’s performance here has been dreadful. A half-hearted peacekeeper, it had displayed divided counsels, divided leadership and divided rules of engagement. It has reflected the view of the US general in Kosovo, Wesley Clark, that US units should never again be placed under international command. International command means no command at all.

A Pentagon report by General Barry McCaffrey, revealed last week, criticises the lack of command unity in Kabul. “Afghanistan is in misery,” it says. “A sensible coordination of all political and military elements of the Afghan theatre of operation does not exist.”

There is said to be a plan for a 12,000-strong reinforcement of US troops to stage a Baghdad-style “surge”, outside the remit of Nato. The idea that the rural Taliban might be susceptible to the same handling as Iraq’s urban militias may be senseless, but is on the cards. Such a surge would mean three rival armies – Afghan, Nato and American – roaming this troubled land, a gift to any enemy.

The newly triumphant coalition in Islamabad must long for the days when its Afghan backyard was quiet. The Taliban regime was funded by opium and the Saudis, and of no strategic (as opposed to terrorist) concern to the west. There were no US Predators bombing villages, no CIA phone-tapping, no suborned Pakistan intelligence officers, no outside interference. Pakistan’s sphere of influence might not be to every taste, but it was roughly stable.

We shall now have the world’s sixth largest country, and with an active nuclear arsenal, in internal turmoil because of a doomed Nato adventure on its border. Taliban units are operating freely throughout the south and east of Afghanistan and within miles of the capital, Kabul, flatly contradicting the mendacious spin of Nato spokesmen over the past two years.

Western governments seem never to learn. Counter-insurgency wars of this sort never work if they become drawn out. At best they leave broken, corrupted, failed states such as Lebanon and Kosovo – and, soon, Iraq. At worst they mean defeat. If ever America were walking into another Vietnam, it is now in Afghanistan, fast replacing Iraq as the mecca for every anti-western fanatic on earth.

Peace in Afghanistan might not matter over much. But its absence will grossly destabilise Pakistan, and that matters greatly. Is this to be another feather in Nato’s cap?

septiembre 1, 2008 Posted by | ONU, OTAN | Deja un comentario

>Una llamada a la acción

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Por Mijaíl Gorbachov, ex xpresidente de la URSS y premio Nobel de la Paz. Traducción, Toni Tobella (EL PERIÓDICO, 18/05/08):

Parece como si la crisis mundial de alimentos hubiera pillado con la guardia baja a los dirigentes políticos e incluso a los especialistas en el tema. Lo que al principio se llamó “el tsunami silencioso” ya no respeta el silencio. Muchos países, incluyendo algunos que son críticamente importantes para una estabilidad regional y mundial, ya han sido testigos de tensiones e incluso disturbios por el tema de los alimentos.

Hay que destacar varias causas de esta crisis: el creciente consumo de alimentos en China y la India, países en rápido desarrollo; el aumento de la demanda de biocombustibles, como el etanol, fundamentalmente elaborados a base de cereales, y los cambios en las condiciones climatológicas causados por el calentamiento global y la escasez de agua.

La primera es una tendencia inevitable, y debemos alegrarnos de que centenares de millones de personas salgan de la pobreza y puedan comprar alimentos dignos. Nuestro planeta es perfectamente capaz de alimentarles: los expertos calculan que con las tecnologías agrícolas existentes, la producción mundial debería bastar para alimentar a 8.000 millones de personas.

Los motivos fundamentales de la repentina crisis son obra de la mano del hombre, fruto de la acción –o falta de acción– de los políticos.

¿Acaso no se les avisó del calentamiento global y de la necesidad de tomar medidas para hacerle frente y adaptarse? La producción de etanol nos la presentaron como una forma ecológicamente beneficiosa de reducir nuestra dependencia del petróleo. Pero no se calibró con tiento, y el resultado ha sido una auténtica ironía: los contribuyentes de un buen número de países subvencionan la conversión de cereales en etanol, reduciendo así los recursos alimenticios. Esto genera un círculo vicioso, que demuestra una vez más que no existen soluciones simples ni varitas mágicas.

EL DIRECTOR general de la FAO, organismo de las Naciones Unidas, Jacques Diouf, tenía razón cuando afirmó hace poco que la crisis se estaba gestando desde hacía décadas y que era el resultado de “políticas desacertadas durante los últimos 20 años”. Mientras, por un lado, entre 1990 y 2000, se reducían a la mitad las ayudas a la agricultura en los países en vías de desarrollo, el mundo industrializado mantenía los generosos subsidios a sus agricultores. Las cosas son así: que ellos perezcan o se pongan a nadar en el oleaje del mercado global, mientras los nuestros van obteniendo ayudas.

A medida que la situación evoluciona, ¿seguirán los países el principio de sálvese quien pueda o mostrarán finalmente la fuerza y capacidad de trabajar conjuntamente y actuar de forma eficaz? La respuesta no está muy clara. Algunos países productores de alimentos ya han impuesto sus límites a las exportaciones para mantener precios bajos y evitar enfados entre la gente. Es una reacción comprensible, pero a largo plazo no funcionará. Se necesitan soluciones a escala internacional.

El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, convocó hace poco una reunión de los directores de 27 organizaciones internacionales para coordinar la respuesta de la comunidad mundial. Se creó una especie de task force, que sería un buen primer paso. Además, los países ricos han otorgado 500 millones de dólares para ayuda urgente para alimentos. No es mucho dinero, pero es un principio.

La sociedad civil mundial también está interviniendo a través de la ayuda que ofrecen las organizaciones humanitarias no gubernamentales.

Eso está muy bien, pero yo aún me pregunto qué está haciendo el Consejo de Seguridad, que según la Carta de las Naciones Unidas “tiene una responsabilidad fundamental en mantener la paz y la seguridad internacionales”. ¿Acaso no se detecta ninguna amenaza para la paz y estabilidad desde el edificio de la ONU en East River?

“Me sorprende”, declaró Diouf, “que no me hayan convocado al Consejo de Seguridad de la ONU” para informar urgentemente de la situación. Parece como si los diplomáticos estuvieran allí demasiado acostumbrados a trabajar como bomberos que responden ante unas crisis que ha degenerado en hostilidades. Este, evidentemente, es un trabajo necesario, pero el desarrollo de medidas de prevención es aún más importante. Cuando la situación estalle, con el aumento del número de inmigrantes hambrientos, mientras las naciones luchan por el agua, ya será demasiado tarde.

¿CÓMO PUEDE ser que mientras los parlamentos nacionales celebran sesiones sobre problemas urgentes, recurriendo a toda la experiencia disponible y buscando soluciones, no sucede lo mismo a escala internacional?

El Consejo de Seguridad aún no se ha convertido en un centro de gestación de políticas que pudiese concentrar la mente de los dirigentes mundiales en los problemas reales. En las auténticas prioridades, más que en las sesgadas que conocemos hoy.

Una vez más, todo se resume en unas prioridades distorsionadas. Es función del Consejo de Seguridad corregir el sistema de prioridades mundial y adaptarlo a los nuevos retos. Es imperativo empezar ahora, sin esperar a la reforma del consejo, que por supuesto es necesaria. Mientras que es cierto que la ausencia de países importantes como la India, Brasil, Japón, Alemania y Suráfrica del grupo de miembros permanentes está mal y debe corregirse, y que el ámbito del consejo debería incluir la seguridad económica y medioambiental, ¿por qué no se cambia la agenda y ya incluimos a estos países en la discusión? El problema es la inercia. Pero la crisis de los alimentos nos recuerda que la inercia mata.

May 22, 2008 Posted by | agricultura, alimentos, cambio climático, cooperación internacional, ONU, OTAN | Deja un comentario

Una llamada a la acción

Por Mijaíl Gorbachov, ex xpresidente de la URSS y premio Nobel de la Paz. Traducción, Toni Tobella (EL PERIÓDICO, 18/05/08):

Parece como si la crisis mundial de alimentos hubiera pillado con la guardia baja a los dirigentes políticos e incluso a los especialistas en el tema. Lo que al principio se llamó “el tsunami silencioso” ya no respeta el silencio. Muchos países, incluyendo algunos que son críticamente importantes para una estabilidad regional y mundial, ya han sido testigos de tensiones e incluso disturbios por el tema de los alimentos.

Hay que destacar varias causas de esta crisis: el creciente consumo de alimentos en China y la India, países en rápido desarrollo; el aumento de la demanda de biocombustibles, como el etanol, fundamentalmente elaborados a base de cereales, y los cambios en las condiciones climatológicas causados por el calentamiento global y la escasez de agua.

La primera es una tendencia inevitable, y debemos alegrarnos de que centenares de millones de personas salgan de la pobreza y puedan comprar alimentos dignos. Nuestro planeta es perfectamente capaz de alimentarles: los expertos calculan que con las tecnologías agrícolas existentes, la producción mundial debería bastar para alimentar a 8.000 millones de personas.

Los motivos fundamentales de la repentina crisis son obra de la mano del hombre, fruto de la acción –o falta de acción– de los políticos.

¿Acaso no se les avisó del calentamiento global y de la necesidad de tomar medidas para hacerle frente y adaptarse? La producción de etanol nos la presentaron como una forma ecológicamente beneficiosa de reducir nuestra dependencia del petróleo. Pero no se calibró con tiento, y el resultado ha sido una auténtica ironía: los contribuyentes de un buen número de países subvencionan la conversión de cereales en etanol, reduciendo así los recursos alimenticios. Esto genera un círculo vicioso, que demuestra una vez más que no existen soluciones simples ni varitas mágicas.

EL DIRECTOR general de la FAO, organismo de las Naciones Unidas, Jacques Diouf, tenía razón cuando afirmó hace poco que la crisis se estaba gestando desde hacía décadas y que era el resultado de “políticas desacertadas durante los últimos 20 años”. Mientras, por un lado, entre 1990 y 2000, se reducían a la mitad las ayudas a la agricultura en los países en vías de desarrollo, el mundo industrializado mantenía los generosos subsidios a sus agricultores. Las cosas son así: que ellos perezcan o se pongan a nadar en el oleaje del mercado global, mientras los nuestros van obteniendo ayudas.

A medida que la situación evoluciona, ¿seguirán los países el principio de sálvese quien pueda o mostrarán finalmente la fuerza y capacidad de trabajar conjuntamente y actuar de forma eficaz? La respuesta no está muy clara. Algunos países productores de alimentos ya han impuesto sus límites a las exportaciones para mantener precios bajos y evitar enfados entre la gente. Es una reacción comprensible, pero a largo plazo no funcionará. Se necesitan soluciones a escala internacional.

El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, convocó hace poco una reunión de los directores de 27 organizaciones internacionales para coordinar la respuesta de la comunidad mundial. Se creó una especie de task force, que sería un buen primer paso. Además, los países ricos han otorgado 500 millones de dólares para ayuda urgente para alimentos. No es mucho dinero, pero es un principio.

La sociedad civil mundial también está interviniendo a través de la ayuda que ofrecen las organizaciones humanitarias no gubernamentales.

Eso está muy bien, pero yo aún me pregunto qué está haciendo el Consejo de Seguridad, que según la Carta de las Naciones Unidas “tiene una responsabilidad fundamental en mantener la paz y la seguridad internacionales”. ¿Acaso no se detecta ninguna amenaza para la paz y estabilidad desde el edificio de la ONU en East River?

“Me sorprende”, declaró Diouf, “que no me hayan convocado al Consejo de Seguridad de la ONU” para informar urgentemente de la situación. Parece como si los diplomáticos estuvieran allí demasiado acostumbrados a trabajar como bomberos que responden ante unas crisis que ha degenerado en hostilidades. Este, evidentemente, es un trabajo necesario, pero el desarrollo de medidas de prevención es aún más importante. Cuando la situación estalle, con el aumento del número de inmigrantes hambrientos, mientras las naciones luchan por el agua, ya será demasiado tarde.

¿CÓMO PUEDE ser que mientras los parlamentos nacionales celebran sesiones sobre problemas urgentes, recurriendo a toda la experiencia disponible y buscando soluciones, no sucede lo mismo a escala internacional?

El Consejo de Seguridad aún no se ha convertido en un centro de gestación de políticas que pudiese concentrar la mente de los dirigentes mundiales en los problemas reales. En las auténticas prioridades, más que en las sesgadas que conocemos hoy.

Una vez más, todo se resume en unas prioridades distorsionadas. Es función del Consejo de Seguridad corregir el sistema de prioridades mundial y adaptarlo a los nuevos retos. Es imperativo empezar ahora, sin esperar a la reforma del consejo, que por supuesto es necesaria. Mientras que es cierto que la ausencia de países importantes como la India, Brasil, Japón, Alemania y Suráfrica del grupo de miembros permanentes está mal y debe corregirse, y que el ámbito del consejo debería incluir la seguridad económica y medioambiental, ¿por qué no se cambia la agenda y ya incluimos a estos países en la discusión? El problema es la inercia. Pero la crisis de los alimentos nos recuerda que la inercia mata.

May 22, 2008 Posted by | agricultura, alimentos, cambio climático, cooperación internacional, ONU, OTAN | Deja un comentario

>"Hay que frenar el cambio climático, pero sin matar de hambre a la gente"

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Por AGENCIAS – Ginebra – (El País.com, 28/04/2008)

La ONU afronta hoy una jornada «histórica y esencial» para atajar la crisis alimentaria mundial desatada por la subida de los precios de los alimentos básicos. Los responsables de las 27 agencias de Naciones Unidas se reúnen en Berna (Suiza) con el secretario general de la organización, Ban Ki-moon, para intentar esbozar un plan para detener la hambruna que puede originar esta crisis, causada, según la ONU, por los biocombustibles o la especulación. El relator de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, ha pedido de nuevo una moratoria en el cultivo de productos para biocombustibles: Entiende que hay que frenar el cambio climático, «pero sin matar de hambre a la gente».

La ONU ha denunciado ya en varias ocasiones que el cultivo de plantas para producir biocombustibles hace que suban los precios de esos productos, algunos de los cuales son básicos para la alimentación. A ello se suma la especulación con esos productos en mercados internacionales. Todo ello, para desencadenar una crisis que Ziegler ha calificado de «auténtica tragedia». De ahí la «histórica y esencial» reunión de Ban Ki-moon con los responsables de las agencias de la ONU que se celebra hoy en Berna. Además de Moon, están presentes, entre otros, de la directora del Programa Mundial de Alimentos, Josette Sheeran, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, el director de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Jacques Diouf, y el presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura, Lennart Bäge.

En lo inmediato, Ziegler ha pedido a los donantes del Programa Mundial de Alimentos que aumenten sus donaciones porque «en tres meses [el fondo] ha perdido el 40% de su poder adquisitivo» por la subida de los precios. Ha recordado que 75 millones de personas en el mundo «dependen para su supervivencia de que reciban los suministros del PAM».

Ziegler ha cargado en especial contra los biocombustibles, cuyo cultivo tacha de «crimen contra gran parte de la Humanidad, algo intolerable». La transformación masiva de alimentos para este fin ha provocado la escalada de los precios de productos básicos para la supervivencia de millones de personas. Ha ofrecido datos: Según la FAO, en el último año el precio de los cereales, especialmente el trigo, ha aumentado un 130%; el del arroz un 74%, el de la soja un 87% y el del maíz un 53%.

El relator ha declarado que, si bien el problema del hambre es antiguo, en el último mes y medio, con la explosión de los precios en el mercado mundial, «nuevas clases sociales han caído, por millones, en el abismo del hambre». La crisis afecta especialmente a los países pobres, cuyas familias dedican un mayor porcentaje de su renta a comer: un 85-90% en los países pobres frente a un 10-12% en Europa.

Por ello, abogó por una «moratoria total e inmediata» durante al menos cinco años en la producción de biocarburantes. En la lucha contra el cambio climático aboga por potenciar el transporte público y otras fuentes de energía. «El derecho a la vida y a la alimentación es el que prima», ha dicho.

En concreto, ha criticado a EEUU, que dedicó el año pasado un tercio de su cosecha de maíz a bioetanol, y a la UE, por su directiva según la cual en 2020 un 10% de su combustible debe venir de los biocarburantes, para lo cual, tendrá que importar productos agrícolas de África, «que ya está golpeada por el hambre».

Ha dicho que la especulación «es responsable del 30% de la explosión de los precios», especialmente la Bolsa de Valores de Chicago, donde los fondos de productos básicos dominan el 40%. Finalmente, ha culpado a la política «aberrante» del FMI por desarrollar culturas de exportación para reducir la deuda externa en detrimento de agriculturas de subsistencia.

También se ha referido a las medidas proteccionistas de algunos países en desarrollo que producen arroz, por ejemplo, otro hecho que puede hacer subir los precios. Sin embargo, entiende que estos países » piensen lo primero en asegurar su propio aprovisionamiento».

abril 28, 2008 Posted by | alimentos, ONU | Deja un comentario

Los precios de los alimentos

Por Luis de Sebastián, profesor emérito de Esade (EL PERIÓDICO, 25/04/08):

El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas ha lanzado un SOS desesperado. Necesita urgentemente 500 millones de dólares. Se están acabando sus reservas de alimentos y de dinero. Si para principios de mayo no recibe esta cantidad, millones de personas, que hasta ahora están alimentadas por el programa, morirán de hambre. Entre otros se contarán los refugiados de la provincia sudanesa de Darfur (más de medio millón de personas), de los cuales muchos se han refugiado en el vecino Chad. De pronto, el hambre, ese terrible jinete del Apocalipsis, cabalga de nuevo.

¿Cómo ha sido posible llegar a esta situación? Porque apenas hace dos años, la FAO, Organización para la Alimentación y la Agricultura, podía afirmar que en el mundo ha- bía comida suficiente para proporcionar a cada uno de los 6.400 millones de habitantes de la tierra las 3.000 calorías diarias que necesita una persona para vivir bien. Siempre quedaba el espinoso problema de la distribución equitativa de los alimentos disponibles, que hace posible la paradoja de que el nuestro sea a la vez un planeta de hambrientos y de obesos. Pero la comida era abundante y barata en relación con tiempos pasados.

PERO VARIOS hechos han alterado el panorama de abundancia en los mercados mundiales. El afán por sustituir el petróleo, un combustible cada vez más caro, políticamente inestable y contaminante, por bio o agrocombustibles creó una situación nueva en los mercados. El maíz se desvió en grandes cantidades de la alimentación de hombres y animales a las fábricas de etanol, sobre todo en EEUU, donde el Gobierno subsidia fuertemente su producción. El desvío encareció el precio de las tortillas en México y el de la carne en Argentina y Canadá. Simultáneamente, en Europa se destinaban los excedentes de trigo y cebada a la producción de biodiésel, con la protección de la Política Agrícola Común.

Estos hechos introdujeron un sesgo al alza en los precios de los cereales. Malas cosechas en Australia, uno de los graneros del mundo, vinieron a contribuir al encarecimiento de los cereales. A estas circunstancias se sumó un nuevo dato. En China y la India se estaba dando una transición alimentaria de gran transcendencia. La creciente clase media en ambos países ha ido dejando de lado sus alimentos tradicionales para adoptar las dietas de países ricos de Europa y América del Norte: más carne de pollo y de vacuno, más pan de trigo, más dulces. Resultado: más demanda de cereales para alimentar hombres y ganado y sus precios al alza.

Pero no son solo los cereales. La transición alimentaria de los países emergentes afecta también a los alimentos procesados que fabrica el complejo industrial-alimentario y venden en China e India grandes cadenas de supermercados como Walt Mart y Carrefour. La demanda de productos agrícolas que entran en su producción, como soja, aceites vegetales, azúcar, lisina, jarabe de fructosa y otros derivados del maíz, los ha encarecido en los mercados mundiales. Por añadidura, la creciente demanda de alimentos ha ido acabando con las reservas de cereales y otros alimentos básicos de los países ricos. Todas estas circunstancias parecen haber sido orquestadas para elevar rápidamente los precios de los alimentos a niveles exagerados, en torno al 100%, en dos años.

Nada de lo dicho hasta aquí explica por qué el precio del arroz, el alimento más esencial para la población mundial, ha subido un 30% en una semana, y se ha duplicado durante los primeros meses de 2008. Porque el arroz no se emplea en ningún lugar para producir etanol, ni se usa para alimentar pollos, cerdos y ganado vacuno. Puede que en algún país productor haya habido una mala cosecha, pero no se tienen noticias de verdaderos desastres de abastecimiento. La explicación del encarecimiento del arroz nos introduce en lo que yo creo que es la causa principal de la presente escalada de precios de los alimentos: la especulación.

La especulación se ceba de la incertidumbre, el miedo, la posibilidad de ganancias y la abundancia de dinero para especular. Las cuatro condiciones se dan en los mercados de alimentos. Hay incertidumbre sobre abastecimientos futuros por el cambio climático, una consideración de largo plazo, que no debería causar convulsiones en los mercados, pero está en un horizonte cada vez más cercano. A más corto plazo, hay incertidumbre sobre la escasez de tierra cultivable para alimentos, si cada vez se aplica más para la producción de agrocombustibles; incertidumbre si las reservas no se reponen y la demanda de la clase media de países emergentes se acelera.

HAY MIEDO de que los países queden desabastecidos, y eso incita a comportamientos especulativos en gobiernos, que, para acumular alimentos, impiden su exportación. Hay muchas ganancias a la vista, porque hay mucha necesidad. Nefasta ganancia a base del hambre de los pobres. Y, sobre todo, hay mucho dinero para especular, que ha salido del castigado sector financiero para entrar con la avaricia y el amor al riesgo que le caracterizan en los mercados de commodities y de alimentos. Conclusión: ¡hay que combatir la especulación!

abril 28, 2008 Posted by | alimentos, ONU | Deja un comentario