Ciencias y Arte

Noticias y comentarios sobre Ciencia Política, Administración Pública, Economía y Arte

>La desaparición del erotismo

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Por Mario Vargas Llosa. Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2009 (EL PAÍS, 01/11/09):

Hay muchas formas de definir el erotismo, pero tal vez la principal sea llamarlo la desanimalización del amor físico, su conversión, a lo largo del tiempo y gracias al progreso de la libertad y la influencia de la cultura y las artes en la vida privada, de mera satisfacción de una pulsión instintiva en un quehacer creativo y compartido que prolonga y sublima el placer físico rodeándolo de rituales y refinamientos que llegan a convertirlo en obra de arte.

Tal vez en ninguna otra actividad se haya ido estableciendo una frontera tan evidente entre lo animal y lo humano como en el dominio del sexo, diferencia que, en un principio, en la noche de los tiempos, no existía y confundía a ambos en un acoplamiento carnal sin misterio, sin gracia, sin sutileza y sin amor. La humanización de la vida de hombres y mujeres es un largo proceso en el que intervienen el avance de los conocimientos científicos, las ideas filosóficas y religiosas, el desarrollo de las artes y las letras y en esa trayectoria nada se enriquece más ni cambia tanto como la vida sexual. Ésta ha sido siempre un fermento ígneo de la creación artística y literaria y, recíprocamente, pintura, literatura, música, escultura, danza, todas las manifestaciones artísticas de la imaginación humana han contribuido al enriquecimiento del placer a través de la práctica sexual. Por eso, no es abusivo decir que el erotismo representa un momento elevado de la civilización y es uno de sus ingredientes determinantes. Para saber cuán primitiva es una comunidad o cuánto ha avanzado en su proceso civilizador nada tan útil, rompiendo sus secretos de alcoba, que averiguar cómo hace el amor.

El erotismo, sin embargo, no sólo tiene esa función positiva y ennoblecedora de embellecer el placer físico y abrir un amplio espectro de sugestiones y posibilidades que permitan a los seres humanos satisfacer sus particulares deseos y fantasías. Es también un quehacer que saca a flote aquellos fantasmas escondidos en la irracionalidad que son de índole destructiva y mortífera. Freud los llamó la vocación tanática, que se disputa con el instinto vital y creativo -el Eros- la condición humana. Librados a sí mismos, sin freno alguno, aquellos monstruos del inconsciente que asoman y piden derecho de ciudad en la vida sexual si no son frenados de algún modo podrían acarrear la desaparición de la especie. Por eso el erotismo no sólo encuentra en la prohibición un acicate voluptuoso, también un límite violado el cual se vuelve sufrimiento y muerte.

Nadie ha estudiado con más lucidez que Georges Bataille este aspecto dual -vida y muerte, placer y dolor, creación y destrucción- del erotismo y por eso ha hecho bien Guillermo Solana poniendo de título a la exposición que ha organizado en los locales del Museo Thyssen y Caja Madrid el que dio el gran ensayista francés al último libro que publicó en vida: Lágrimas de Eros. Se trata de una excelente muestra que con unos 120 cuadros, esculturas, fotografías y vídeos ilustra la variedad temática y la excelencia formal que ha llegado a alcanzar la experiencia sexual en sus mejores expresiones artísticas. El asunto es tan vasto que una exposición de arte erótico sólo puede aspirar a ser la punta del iceberg, pero, en este caso, la antología ha sido elegida con la sabiduría y el buen gusto necesarios para dar al espectador una idea clara de la exuberancia ilimitada de que ella es apenas un indicio.

Una de las enseñanzas más flagrantes que se desprende de la exposición es que el erotismo no es tanto un hecho en sí, una entidad aislada y diferenciada de otras, sino más bien una mirada, una elección subjetiva, una pasión o una manía que se proyectan sobre todo lo existente, erotizando a veces cosas que parecerían serle totalmente ajenas y hasta írritas, como la religión. Es natural y obligatorio que la antigüedad pagana, con su amoralismo, haya sido una fecunda inspiradora de pintura y escultura eróticas -también lo ha sido de literatura- y que temas como el nacimiento de Venus, las esfinges y las sirenas, Apolo y Jacinto, Andrómada encadenada y Endimión dormido -salas de la exposición- hayan incitado a grandes artistas y debamos a ello un buen número de obras maestras. Pero no menos estimulante para la fantasía erótica lo ha sido el cristianismo, desde Eva y la serpiente, un tema recurrente a extremos de enloquecimiento de centenares de pintores, hasta la Magdalena, la pecadora arrepentida y penitente cuyas formas desnudas, ampulosas o góticas, son uno de los íconos del imaginario erótico en todas las épocas y para todas las escuelas. Y qué decir del martirio de San Sebastián y de las tentaciones de San Antonio en el desierto que a su vez han tentado a una numerosa genealogía de artistas que van de Brueghel a Picasso y Saura, pasando por Jan Wellens de Cock (su pequeño cuadro es uno de los más memorables de la muestra) y Paul Cézanne.

La religión sirvió de aguijón al vuelo creativo y, también, de coartada para sortear la censura eclesiástica. Si la exhibición de las formas desnudas de hombres y mujeres del común en nombre de la estricta belleza era censurable, no lo era tanto si quien exhibía sus pechos, muslos, nalgas y hasta el vello púbico y los órganos sexuales eran el mismísimo Redentor o una santa o un santo. De esta estrategia se valieron para saturar sus murales y lienzos de desnudos y discreta o descarada concupiscencia pintores tan respetados por el establecimiento y la jerarquía como un Rubens, un Ingres, un Rodin o un Gustave Doré.

Otra curiosa conclusión algo deprimente se desprende de Lágrimas de Eros, por cierto profetizada también por el propio Bataille. La desaparición de frenos y censuras, la permisividad total en el campo amoroso, en lugar de enriquecer el amor físico y elevarlo a planos superiores de elegancia, exquisitez y creatividad, lo banaliza, vulgariza y, en cierto modo, lo regresa a aquellos remotos tiempos de los primeros ancestros, cuando consistía apenas en el desfogue de un instinto animal. Un testimonio de ello es la extraordinaria pobreza del arte erótico contemporáneo que Guillermo Solano, pese a sus esfuerzos en la selección de obras para la muestra, no ha podido disimular. Es verdad que un Picasso o un Delvaux elevan considerablemente el promedio, pero la mayoría de las pinturas, vídeos o esculturas de artistas modernos representados son de una indigencia imaginativa lastimosa cuando no de una triste idiotez. Pasar del Endimión dormido de Antonio Canova al vídeo David, de Sam Taylor-Wood en el que vemos al futbolista David Robert Joseph Beckham durmiendo beatíficamente apoyado en su diestra, no sólo es un anticlímax sino un salto dialéctico del arte genuino al arte frívolo (o la simple tontería).

Este abaratamiento y degradación del erotismo en nuestros días es, vaya paradoja, consecuencia de una de las grandes conquistas de la libertad que ha experimentado el mundo occidental: la permisividad sexual, la tolerancia para prácticas y fantasías que antaño merecían el rechazo de la moral imperante y eran objeto de condena social y castigo judicial. Al desaparecer la prohibición desapareció también la transgresión, aquel aura temeraria, la sensación de violentar un tabú, de pecar, que condimentó la práctica del erotismo en el pasado y que atizó tanto la invención literaria y artística. Para la experiencia común de las gentes, que la vida sexual haya migrado de la existencia clandestina que tenía a la luz de la plaza pública (o poco menos) y que ahora el “erotismo” sea un ingrediente privilegiado de la publicidad comercial (la Eva y la serpiente fotografiada por Richard Avedon con Nastassja Kinski y el boa constrictor que la abraza son un ejemplo de lo que quiero decir) y de los avisos económicos en los diarios con que las prostitutas atraen clientes, significa pura y simplemente que el erotismo ya no existe, que pasó a ser caricatura y esperpento de lo que fue.

¿Es bueno o malo que haya ocurrido así? En términos sociales, bueno, sin la menor duda. La vigencia de prejuicios, prohibiciones y censuras trajo consigo atropellos, abusos, discriminación y sufrimiento para muchos (en este caso, sobre todo, para las mujeres y las minorías sexuales). Pero desde el punto de vista de las bellas artes y de la literatura ha significado que el placer físico se volvió un tema anodino y convencional, semejante al paisajismo, el retrato de caballete, las marinas o las odas patrióticas. Hacer el amor ya no es un arte. Es un deporte sin riesgo, como correr en la cinta del gimnasio o pedalear en la bicicleta estática.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

noviembre 3, 2009 Posted by | Arte, sexualidad | Deja un comentario

>No sólo con condones

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Por Manuel de Unciti, sacerdote y periodista (EL CORREO DIGITAL, 20/04/09):

Entre el 60% y el 70% de los 4.325 sacerdotes y religiosos -nativos y extranjeros- de las 24 diócesis católicas de Camerún son víctimas del VIH; para entendernos, víctimas del sida. La divulgación de estos datos ha sido hecha por medios confesionalmente cristianos, a comenzar por el diario parisino ‘La Croix’. Es impensable, por ello, que Benedicto XVI no hubiera reparado en esta trágica estadística cuando preparaba su primer viaje a África. Ha tenido que conocerla, lamentarla y … sufrirla. Y estando así de problemática -incluso entre el clero- la realidad de la sexualidad en el continente africano, ¿en qué cabeza cabe que el Papa pasara a condenar los condones ante los periodistas que le acompañaban en el avión de Roma a Yaundé? ¿No habría equivalido su palabra condenatoria de los profilácticos a un veredicto de muerte para miles y millones de africanos y para centenares y miles de sus propios sacerdotes?

Ha ocurrido que, en esta ocasión, el pensamiento del Papa ha sido distorsionado gravemente; y no se dice esto para tratar de echar un capote en una presunta metedura de pata de Benedicto XVI, como suele hacerse en tantos y tantos otros trances cuando a una alta personalidad se le coge en algún renuncio. No. La explicación de por qué se ha adulterado tan radicalmente el pensamiento del Papa hay que buscarla o en los fuertes intereses económicos mundiales que andan de por medio en el tema de los profilácticos o en oscuras razones ideológicas. ¡A cada cual optar por una u otra baza! Pero el hecho está ahí: en ningún momento o pasaje de las palabras del Papa puede encontrarse una condena expresa de los condones. Para comprobarlo basta con ir a las hemerotecas que reproducen fielmente los propósitos mantenidos por Benedicto XVI con una periodista francesa. Ésta le interpelaba sobre si le parecía realista o eficaz el juicio negativo de la Iglesia sobre los condones… La respuesta del Papa subraya -y esto es de sentido común- que «no se puede superar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos». Y también: «No se puede superar el problema del sida sólo con eslóganes».

Hay que dejar muy claro que el Papa no exorciza el uso del condón, lo que no deja de ser una novedad en los usos y modos del Vaticano. Se limita a desautorizar el exceso de confianza de quienes reponen toda la solución del problema del sida sólo en el condón. Con el eslogan ‘póntelo, pónselo’ se puede contener la expansión de la pandemia y está bien; pero su apelación resulta frágil, particularmente para los jóvenes que, en cualquier momento, pueden verse frente a la tentación de mantener relaciones sexuales completas ‘a pelo’. La autentica solución ha de venir por el camino de la educación sexual, por eso que el Papa, en África, ha definido como «la humanización del sexo».
Para dar la razón a Benedicto XVI bastaría con mirar alrededor y ver, por ejemplo, lo que pasa en la ultramoderna (¡) ciudad de Washington, Distrito -concretamente- de Columbia. Lo que ahí ocurre no se debe a falta de condones ni a ignorancia de las gentes -particularmente entre las de color negro- sobre los profilácticos. Pero el dato está ahí: el número de los infectados por el sida se sitúa al mismo nivel de los enfermos por el VIH de Uganda o de Kenia. La estadística es, sencillamente, estremecedora. La ha dado a conocer el alcalde Adrian Fenty, un ejemplar político que, según muchos, reproduce a escala local nada más y nada menos que al presidente Obama. Por cada 100.000 habitantes de la que es sede del Gobierno federal de Estados Unidos, hay -entre los mayores de 12 años y ¡ya es decir!- 3.000 infectados de sida.¡Y eso que la estadística se ha elaborado a partir de la población que voluntaria y libremente se ha sometido a pruebas de laboratorio.

Pero no hace falta ir tan lejos. Sobre el continente africano se han volcado millones de condones desde hace ya más de medio siglo. Incluso ha habido misioneros y misioneras que, desafiando los criterios de la Curia Romana y exponiéndose a mil y mil censuras, han tomado sobre sus conciencias la distribución de profilácticos y la enseñanza sobre su correcto uso. Pero en vano: mucho es lo que esta enseñanza habrá conseguido para la salud de las mujeres y hombres de África, y Dios se lo pagará a los valientes que han osado desafiar lo que hasta ahora era la doctrina oficial en punto a los condones. Pero está probado y comprobado que con sólo condones no basta. ¡Que es lo que afirmó el Papa Benedicto XVI en el avión que la trasladaba a África!

Y algo más: lo del sida no es sólo cuestión de pobreza mayor o menor, aunque los niveles de pobreza tengan mucho que decir a este propósito. Camerún, con un 30% de su población bautizada, disfruta de paz desde hace muchos años, lo que es un dato a poner de relieve -y mucho- en el dramático panorama del continente. Pero no basta con ser un remanso de paz y un lugar hospitalario para muchos de los que huyen de los pueblos vecinos. El mal que corroe gravísimamente las entrañas del país es la corrupción. Y de este flagelo no se libra la población católica formada por casi cinco millones de entre los poco más de dieciocho millones que conforman la población total del país. Hace unos días las páginas de ‘L’Osservatore Romano’ denunciaban que «a los ojos de muchos la Iglesia de Camerún es un grupo de privilegiados y de ricos», lo que no ha impedido que sean no pocos los sacerdotes que se pasean con sus mujeres y sus hijos, sin ocultarse de nadie, o lo que es peor, que, como se ha dicho, sean víctimas del sida… ¡Vaya que si tiene razón el Papa Benedicto XVI!

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 20, 2009 Posted by | sexualidad, SIDA | Deja un comentario

>La Iglesia, en crisis

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Por Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Islam. Cultura, religión y política (EL PERIÓDICO, 12/04/09):

La Iglesia católica romana está pasando por una de las crisis más profundas de su historia. Y el catolicismo español no es una excepción. Va perdiendo credibilidad a pasos agigantados entre los propios creyentes, pero también, de manera ostensible, ante la sociedad. Una prueba incontestable la ofrecen las encuestas, en las que los ciudadanos y las ciudadanas la colocan en los últimos puestos de sus preferencias. En honor a la verdad, razones no faltan, y muy poderosas. Observemos algunas de las más visibles.

La jerarquía católica mantiene posiciones retrógradas en cuestiones relativas al origen y al final de la vida, y lleva a cabo burdas y manipuladoras campañas como la que denuncia de forma falaz e infundada la existencia de mayor protección para la vida de los linces que para la de los niños, o la que compara el aborto con el terrorismo. Por no hablar de la amenaza de excomunión para las mujeres que abortan y para los facultativos que les prestan su colaboración.

TIENE UNA VISIÓN negativa de la sexualidad. No solo se opone al uso de los preservativos en las relaciones sexuales para poner fin a la extensión del sida, sino que afirma que su empleo agrava todavía más el problema. Así lo declaró de manera insensata e irresponsable el papa Benedicto XVI en el viaje a África que hizo el pasado mes de marzo. Afirmaciones como esta le convierten en defensor de una teología de la muerte y le hacen responsable de la extensión del sida y de agravar todavía más la terrible epidemia que asola a millones y millones de personas en África.

La Iglesia católica oficial demuestra comportamientos homófobos al condenar la homosexualidad en sus distintas manifestaciones, desde la propia inclinación –por utilizar su lenguaje– hasta las parejas de hecho y los matrimonios homosexuales, y al declarar pecaminosas, e incluso antinaturales, dichas relaciones. Se opone a los avances científicos que contribuyen a aliviar el dolor, a mejorar las condiciones de vida y a la curación de enfermedades. Dos ejemplos, entre muchos: la investigación con células madre embrionarias y la fecundación in vitro.

Vive cada vez más distanciada de los movimientos sociales, de sus denuncias del capitalismo, de sus reivindicaciones a favor de los excluidos y de su propuesta utópica de otro mundo posible, lo que demuestra su alejamiento del mundo de los pobres y su insensibilidad ante ellos. Muestra una oposición numantina a la laicidad del Estado y de sus instituciones, condena el laicismo como doctrina filosófica y modelo político –verdadera conquista de la modernidad– y defiende una “sana y positiva laicidad”, tras la que se esconde la reclamación de presencia e influencia de la Iglesia católica en la vida pública como actor político. Se alía con los sectores política, cultural e ideológicamente más conservadores de la sociedad.

El modo de actuar de la Iglesia católica en los campos antes citados ha producido un importante descenso de católicos en España. En 1998 se declaraban pertenecientes al catolicismo el 83,5% de la población. Según la encuesta de enero del 2008 del CIS, la afiliación a la Iglesia católica ha descendido cinco puntos. Y el descenso es mayor todavía en la práctica religiosa, que está en niveles inferiores al 20%. Lo que queda es un “catolicismo social” o un “cristianismo cultural”, no un cristianismo conforme a los principios evangélicos.

EN LOS JÓVENES, el descenso es todavía mayor. Los sociólogos hablan de un “cristianismo residual”. La no creencia entre la juventud ha sufrido un incremento espectacular: en menos de 15 años se ha pasado del 22% que se declaraba no creyente, al 46%. En la actualidad, los jóvenes que se declaran no creyentes católicos están por encima del 50%. De entre los creyentes, el 39% se declara católico no practicante, y solo el 10%, católico practicante. El descenso es mayor cuando se trata de expresar la importancia de la Iglesia católica en su vida: sólo para el 3% desempeña un papel significativo y tiene sentido en su día a día.

Cada año, varios miles de fieles abandonan la fe católica y pasan a engrosar el mundo de la falta de creencia o se incorporan a otras religiones que les merecen más crédito y confianza. Las solicitudes de apostasía van en aumento. Durante los seis primeros meses del 2008 se habían presentado 529 solicitudes de apostasía, cifra muy superior a las presentadas durante todo el año 2007, que alcanzaron la cantidad de 287.

LA REACCIÓN de la jerarquía ante tamaña crisis no es un examen de conciencia al modo clásico para analizar las causas de semejante deterioro y poner remedio. Lejos de asumir su responsabilidad, lo que hace es echar balones y culpar de la misma al galopante proceso de secularización de la sociedad, al Gobierno socialista, a las leyes aprobadas en el Parlamento, al laicismo ambiental e incluso a los teólogos críticos y a los movimientos cristianos de base. ¿Aprovechará la jerarquía católica la Semana Santa y la Pascua de Resurrección para reconocer su desubicación cultural, despertar del sueño dogmático en el que vive y cambiar de rumbo?

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

abril 13, 2009 Posted by | Iglesia, sexualidad, SIDA | Deja un comentario

>Mercados matrimoniales

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Por Xavier Sala i Martín, Columbia University, UPF y Fundació Umbele (LA VANGUARDIA, 17/03/09):

¿Sabían que los hombres altos tienen más hijos que los bajos? Aunque a muchos de ustedes les sorprenda, algunos economistas intentamos explicar por qué. En 1973, el premio Nobel Gary Becker empezó a estudiar fenómenos sociológicos con las herramientas que los economistas utilizamos para analizar decisiones individuales. Entre las decisiones importantes que uno toma está la de con quién casarse y tener hijos. Según Becker, si todos tuviéramos la capacidad de decidir pareja, veríamos que los machos más atractivos se hacen con las hembras más atractivas (o al revés).

La pregunta clave, pues, es: ¿qué hace atractivos a hombres y mujeres? El cliché nos dice que los hombres valoran belleza y juventud y las mujeres valoran dinero y poder. También nos dice que la gente de una etnia y religión determinadas encuentra atractiva a la gente de la misma etnia y religión.

Algunos de estos clichés tienen fundamentos en la psicología evolutiva. Recuerden que a Darwin se le ocurrió una de las claves de su teoría de la evolución cuando se preguntó por qué el pavo real tenía esas plumas tan incómodas que le perjudicaban a la hora de buscar alimento o escapar de los depredadores. Su respuesta: la especie que sobrevive no es ni la que más come ni la que mejor se escapa, sino la que… ¡mejor se reproduce! Et voilà:las plumas del pavo tenían que resultar atractivas a las pavas (me refiero a las hembras del pavo). Es decir, a pesar de que perjudicaban a la hora de conseguir comida… permitían lograr pareja, y eso le daba ventaja en la competencia por la reproducción y la supervivencia de la especie.

Del mismo modo, nosotros somos los descendientes de los homínidos que resultaron más atractivos en la competencia por su reproducción. Los psicólogos evolutivos nos dicen que, seguramente, las madres que tuvieron éxito reproductivo son las que buscaron hombres poderosos y honestos (con recursos, capacidad y ganas de mantener a sus descendientes). Nuestros padres, por otro lado, debían buscar la belleza física, ya que, en psicología evolutiva, se asocia la belleza con la salud y la capacidad de tener hijos.

Y si los ancestros con ese tipo de gustos son los que se reprodujeron, nosotros deberíamos haber heredado esos gustos. La pregunta es: ¿es verdad? Para responder podríamos mirar con quién se casa cada uno. El problema es que las decisiones finales son el resultado tanto de las preferencias como de las oportunidades. Los negros tienen una mayor propensión a casarse con las negras por cuatro posibles razones: (1) porque ellas son racistas (con ello quiero decir que prefieren gente de su mismo color), (2) porque ellos son racistas, (3) porque ambos son racistas, y (4) porque nadie es racista, pero resulta que los negros raramente conocen a blancos, ya que viven en barrios separados.

Para separar lo que son las preferencias de las oportunidades, un equipo de la Universidad de Columbia (liderado por el profesor Ray Fisman) condujo un experimento en el que se ofrecía un “servicio de citas”. Una vez a la semana se reunía a un grupo de personas en un bar de Nueva York. Se aparejaba a cada hombre con cada mujer durante unos minutos. Acabada la cita, cada uno de ellos evaluaba el atractivo físico, simpatía, ambición, inteligencia e intereses comunes de la otra persona y decía si querría volver a citarse con ella. Al final de la noche, cada chico había conocido a cada chica y los investigadores tenían una visión precisa de lo que habían escogido. Después de dos años de citas, Fisman y sus colegas publicaron un artículo con los siguientes resultados:

Primero, se confirma el cliché y la teoría evolutiva de que los hombres valoran principalmente el aspecto físico y la belleza de la mujer.

Segundo, también se confirma el tópico de que las mujeres valoran la inteligencia y la ambición del hombre.

Tercero, lo que no quiere decir que los hombres no valoren la inteligencia. ¡No! No nos gustan las chicas tontas…, pero ¡nos dan miedo las demasiado listas! En el estudio, los varones rechazaron sistemáticamente a las mujeres que eran percibidas como más inteligentes o ambiciosas que ellos. Parece que los hombres somos seres de ego frágil y de fácil intimidación.

Cuarto, como predicen los psicólogos evolutivos, las mujeres valoran más la honestidad masculina que los hombres la femenina. Quinto, las mujeres son mucho más racistas: mientras los hombres aceptaron repetir citas con mujeres de todas las etnias, las mujeres denotaron una preferencia muy fuerte por la suya propia. Una excepción: las chicas orientales aceptaron a asiáticos y a blancos (aunque no a negros o latinos). El tópico de que a los hombres blancos nos gustan las orientales se derrumba: es verdad que en Estados Unidos las parejas interraciales más comunes son de hombre blanco y chica asiática, pero eso no es porque a los blancos nos gusten las orientales especialmente (de hecho, nos gustan todas), sino que son las asiáticas las que prefieren a los blancos.

Y finalmente, la belleza masculina. ¡Sí! Los hombres las preferimos guapas. Pero antes de que nos acusen de frivolidad, hay que decir que el estudio demuestra que… ¡el físico masculino es valorado por las chicas en igual magnitud! Lo que nos devuelve a los hombres altos y corpulentos: las mujeres se sienten atraídas por esas características, y por eso tienen mayor éxito a la hora de casarse en segundas nupcias con chicas jóvenes en edad reproductiva. Eso les permite tener más hijos que los bajitos. Son las peculiaridades de los mercados matrimoniales.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

marzo 21, 2009 Posted by | sexualidad, sociedad | Deja un comentario

Let’s Talk About Sex

By Charles M. Blow (THE NEW YORK TIMES, 06/09/08):

Sarah Palin has a pregnant teenager. And, she’s not alone. According to a report published in 2007, there are more than 400,000 other American girls in the same predicament.

In fact, a 2001 Unicef report said that the United States teenage birthrate was higher than any other member of the Organization for Economic Cooperation and Development. The U.S. tied Hungary for the most abortions. This was in spite of the fact that girls in the U.S. were not the most sexually active. Denmark held that title. But, its teenage birthrate was one-sixth of ours, and its teenage abortion rate was half of ours.

If there is a shame here, it’s a national shame — a failure of our puritanical society to accept and deal with the facts. Teenagers have sex. How often and how safely depends on how much knowledge and support they have. Crossing our fingers that they won’t cross the line is not an intelligent strategy.

To wit, our ridiculous experiment in abstinence-only education seems to be winding down with a study finding that it didn’t work. States are opting out of it. Parents don’t like it either. According to a 2004 survey sponsored by NPR, the Kaiser Family Foundation and Harvard’s Kennedy School of Government, 65 percent of parents of high school students said that federal money “should be used to fund more comprehensive sex education programs that include information on how to obtain and use condoms and other contraceptives.”

We need to take some bold steps beyond the borders of our moralizing and discomfort and create a sex education infrastructure that actually acknowledges reality and protects our children from unwanted pregnancies, or worse.

Britain is already taking these steps. London’s Daily Telegraph reported last month on a June study that found that “one in three secondary schools in England now has a sexual health clinic to give condoms, pregnancy tests and even morning-after pills to children as young as 11.”

Furthermore, a bipartisan group from the British Parliament is seeking to make sex education compulsory for “children as young as four years old.” In a letter to the paper, the group laid out its case: “International evidence suggests that high-quality sex and relationship education that puts sex in its proper context, that starts early enough to make a difference and that gives youngsters the confidence and ability to make well-informed decisions helps young people delay their first sexual experience and leads to lower teenage pregnancy levels.”

That may be extreme, but many Americans can’t even talk about sex without giggling, squirming or blushing. Let’s start there. Talk to your kids about sex tonight, with confidence and a straight face. “I’d prefer you waited to have sex. That said, whenever you choose to do it, make sure you use one of these condoms.” It works.

septiembre 6, 2008 Posted by | embarazo, sexualidad | Deja un comentario

>Let’s Talk About Sex

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By Charles M. Blow (THE NEW YORK TIMES, 06/09/08):

Sarah Palin has a pregnant teenager. And, she’s not alone. According to a report published in 2007, there are more than 400,000 other American girls in the same predicament.

In fact, a 2001 Unicef report said that the United States teenage birthrate was higher than any other member of the Organization for Economic Cooperation and Development. The U.S. tied Hungary for the most abortions. This was in spite of the fact that girls in the U.S. were not the most sexually active. Denmark held that title. But, its teenage birthrate was one-sixth of ours, and its teenage abortion rate was half of ours.

If there is a shame here, it’s a national shame — a failure of our puritanical society to accept and deal with the facts. Teenagers have sex. How often and how safely depends on how much knowledge and support they have. Crossing our fingers that they won’t cross the line is not an intelligent strategy.

To wit, our ridiculous experiment in abstinence-only education seems to be winding down with a study finding that it didn’t work. States are opting out of it. Parents don’t like it either. According to a 2004 survey sponsored by NPR, the Kaiser Family Foundation and Harvard’s Kennedy School of Government, 65 percent of parents of high school students said that federal money “should be used to fund more comprehensive sex education programs that include information on how to obtain and use condoms and other contraceptives.”

We need to take some bold steps beyond the borders of our moralizing and discomfort and create a sex education infrastructure that actually acknowledges reality and protects our children from unwanted pregnancies, or worse.

Britain is already taking these steps. London’s Daily Telegraph reported last month on a June study that found that “one in three secondary schools in England now has a sexual health clinic to give condoms, pregnancy tests and even morning-after pills to children as young as 11.”

Furthermore, a bipartisan group from the British Parliament is seeking to make sex education compulsory for “children as young as four years old.” In a letter to the paper, the group laid out its case: “International evidence suggests that high-quality sex and relationship education that puts sex in its proper context, that starts early enough to make a difference and that gives youngsters the confidence and ability to make well-informed decisions helps young people delay their first sexual experience and leads to lower teenage pregnancy levels.”

That may be extreme, but many Americans can’t even talk about sex without giggling, squirming or blushing. Let’s start there. Talk to your kids about sex tonight, with confidence and a straight face. “I’d prefer you waited to have sex. That said, whenever you choose to do it, make sure you use one of these condoms.” It works.

septiembre 6, 2008 Posted by | embarazo, sexualidad | Deja un comentario

Una práctica multidisciplinar

Por Manuel Mas, catedrático de Fisiología, director del Centro de Estudios Sexológicos (Cesex), Universidad de La Laguna. Vicepresidente de la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (LA VANGUARDIA, 27/04/08):

El concepto “medicina sexual” se viene usando de modo creciente desde la década de 1970. Varias sociedades y revistas científicas lo incluyen ahora en su denominación, se está desarrollando una titulación europea de experto en dicho campo y son muchos los centros de diagnóstico y tratamiento actualmente dedicados a su práctica. La medicina sexual se ocupa de los problemas de la sexualidad humana. Trata de mejorar la salud sexual mediante la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades y trastornos que afectan a la función sexual, la identidad de género y las secuelas de los traumas sexuales. Reconoce que muchos de estos trastornos pueden ser causados por diversas enfermedades y/ o sus tratamientos y por problemas de relación interpersonal y con el entorno. Para ello tiene presente la dimensión individual y la de la pareja y emplea el conocimiento y métodos de las ciencias médicas, psicológicas y sociales. Es un campo multidisciplinar que conlleva la colaboración de profesionales con formación médica y psicológica adecuadamente entrenados.

Tradicionalmente, los problemas del funcionamiento sexual se solían atribuir, con poco o nulo fundamento, a causas como trastornos del desarrollo psíquico infantil o malos hábitos ( “masturbación excesiva”, enfermedades venéreas, etcétera). Durante la primera mitad del siglo XX eran ignorados o tratados, con resultados bastante pobres, mediante psicoanálisis. El desarrollo desde la década de 1960 de técnicas de “terapia sexual” (Masters y Johnson, Kaplan y otros) que hacen énfasis en la pareja como sujeto del tratamiento y combinan procedimientos conductuales y psicoterapéuticos fue un avance importante aunque limitado. Se debía esto a que muchas disfunciones sexuales pueden ser causadas o agravadas por problemas en el funcionamiento de los órganos sexuales (los genitales y el cerebro) y para aliviarlas se requiere su diagnóstico y adecuado tratamiento. Un buen ejemplo es el trastorno de la erección del pene o disfunción eréctil (DE). La constatación de que con frecuencia se debe a mal funcionamiento de sus vasos sanguíneos llevó a su abordaje, desde la década de 1980, con procedimientos médicos o quirúrgicos, inicialmente invasivos (como cirugía vascular, prótesis o inyecciones de vasodilatadores en el pene), ahora sólo usados en casos especiales.

El cambio de siglo vio la eclosión de nuevos fármacos orales muy eficaces y seguros (los inhibidores de la fosfodiesterasa 5, como Viagra, Cialis o Levitra) que conseguían restituir la respuesta de erección en muchos pacientes. También están apareciendo preparados de testosterona, hormona producida por los testículos y en menor, aunque importante, cantidad por los ovarios, a la que se atribuye un efecto facilitador del deseo sexual. Su empleo (en inyecciones, geles o parches cutáneos) en hombres o mujeres con déficit constatado, como el asociado al envejecimiento o por extirpación o mal funcionamiento de sus órganos productores mejora el deseo y el disfrute del sexo. Hay en desarrollo varios fármacos de diverso tipo enfocados al tratamiento de otros problemas de funcionamiento sexual, como la eyaculación rápida o la anorgasmia. Como estos medicamentos requieren de una prescripción médica (tras una cuidadosa evaluación de su necesidad y de la ausencia de contraindicaciones), su creciente demanda ha atraído a muchos médicos a este campo.

Tal evolución no ha estado exenta de polémica. Desde campos como algunos sectores de la psicología, el feminismo o los medios de comunicación se ha denunciado un creciente fenómeno de “medicalización de la sexualidad”. En su versión más radical este planteamiento denuncia una conspiración de la industria farmacéutica con médicos venales para inventar, donde no los hay, trastornos físicos de la función sexual tratables con medicamentos. Un argumento principal es que algunos estudios epidemiológicos muy citados describen altísimas tasas de “disfunción sexual” (30%-40% de la población). Sin embargo, autoridades del campo de la medicina sexual han criticado tales estadísticas argumentando que no basta que ocurra ocasionalmente algún fallo en la respuesta sexual (¿quién no lo ha tenido?) para que pueda computarse como “disfunción”. Para tal diagnóstico se requiere que sea reiterado y cause malestar personal. Así se especifica ahora en todas las guías y recomendaciones de práctica clínica de la medicina sexual. Por otra parte, se debe reconocer a la industria el desarrollo de eficaces fármacos ahora disponibles para el tratamiento de trastornos sexuales; sin ellos todavía estaríamos tratando la DE con psicoanálisis. La buena práctica de la medicina sexual, por su carácter multidisciplinar, no usa medicamentos de modo indiscriminado, sino que remite al paciente al psicoterapeuta cuando lo ve indicado.

abril 29, 2008 Posted by | medicina, salud, sexualidad | Deja un comentario

>Una práctica multidisciplinar

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Por Manuel Mas, catedrático de Fisiología, director del Centro de Estudios Sexológicos (Cesex), Universidad de La Laguna. Vicepresidente de la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (LA VANGUARDIA, 27/04/08):

El concepto “medicina sexual” se viene usando de modo creciente desde la década de 1970. Varias sociedades y revistas científicas lo incluyen ahora en su denominación, se está desarrollando una titulación europea de experto en dicho campo y son muchos los centros de diagnóstico y tratamiento actualmente dedicados a su práctica. La medicina sexual se ocupa de los problemas de la sexualidad humana. Trata de mejorar la salud sexual mediante la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades y trastornos que afectan a la función sexual, la identidad de género y las secuelas de los traumas sexuales. Reconoce que muchos de estos trastornos pueden ser causados por diversas enfermedades y/ o sus tratamientos y por problemas de relación interpersonal y con el entorno. Para ello tiene presente la dimensión individual y la de la pareja y emplea el conocimiento y métodos de las ciencias médicas, psicológicas y sociales. Es un campo multidisciplinar que conlleva la colaboración de profesionales con formación médica y psicológica adecuadamente entrenados.

Tradicionalmente, los problemas del funcionamiento sexual se solían atribuir, con poco o nulo fundamento, a causas como trastornos del desarrollo psíquico infantil o malos hábitos ( “masturbación excesiva”, enfermedades venéreas, etcétera). Durante la primera mitad del siglo XX eran ignorados o tratados, con resultados bastante pobres, mediante psicoanálisis. El desarrollo desde la década de 1960 de técnicas de “terapia sexual” (Masters y Johnson, Kaplan y otros) que hacen énfasis en la pareja como sujeto del tratamiento y combinan procedimientos conductuales y psicoterapéuticos fue un avance importante aunque limitado. Se debía esto a que muchas disfunciones sexuales pueden ser causadas o agravadas por problemas en el funcionamiento de los órganos sexuales (los genitales y el cerebro) y para aliviarlas se requiere su diagnóstico y adecuado tratamiento. Un buen ejemplo es el trastorno de la erección del pene o disfunción eréctil (DE). La constatación de que con frecuencia se debe a mal funcionamiento de sus vasos sanguíneos llevó a su abordaje, desde la década de 1980, con procedimientos médicos o quirúrgicos, inicialmente invasivos (como cirugía vascular, prótesis o inyecciones de vasodilatadores en el pene), ahora sólo usados en casos especiales.

El cambio de siglo vio la eclosión de nuevos fármacos orales muy eficaces y seguros (los inhibidores de la fosfodiesterasa 5, como Viagra, Cialis o Levitra) que conseguían restituir la respuesta de erección en muchos pacientes. También están apareciendo preparados de testosterona, hormona producida por los testículos y en menor, aunque importante, cantidad por los ovarios, a la que se atribuye un efecto facilitador del deseo sexual. Su empleo (en inyecciones, geles o parches cutáneos) en hombres o mujeres con déficit constatado, como el asociado al envejecimiento o por extirpación o mal funcionamiento de sus órganos productores mejora el deseo y el disfrute del sexo. Hay en desarrollo varios fármacos de diverso tipo enfocados al tratamiento de otros problemas de funcionamiento sexual, como la eyaculación rápida o la anorgasmia. Como estos medicamentos requieren de una prescripción médica (tras una cuidadosa evaluación de su necesidad y de la ausencia de contraindicaciones), su creciente demanda ha atraído a muchos médicos a este campo.

Tal evolución no ha estado exenta de polémica. Desde campos como algunos sectores de la psicología, el feminismo o los medios de comunicación se ha denunciado un creciente fenómeno de “medicalización de la sexualidad”. En su versión más radical este planteamiento denuncia una conspiración de la industria farmacéutica con médicos venales para inventar, donde no los hay, trastornos físicos de la función sexual tratables con medicamentos. Un argumento principal es que algunos estudios epidemiológicos muy citados describen altísimas tasas de “disfunción sexual” (30%-40% de la población). Sin embargo, autoridades del campo de la medicina sexual han criticado tales estadísticas argumentando que no basta que ocurra ocasionalmente algún fallo en la respuesta sexual (¿quién no lo ha tenido?) para que pueda computarse como “disfunción”. Para tal diagnóstico se requiere que sea reiterado y cause malestar personal. Así se especifica ahora en todas las guías y recomendaciones de práctica clínica de la medicina sexual. Por otra parte, se debe reconocer a la industria el desarrollo de eficaces fármacos ahora disponibles para el tratamiento de trastornos sexuales; sin ellos todavía estaríamos tratando la DE con psicoanálisis. La buena práctica de la medicina sexual, por su carácter multidisciplinar, no usa medicamentos de modo indiscriminado, sino que remite al paciente al psicoterapeuta cuando lo ve indicado.

abril 29, 2008 Posted by | medicina, salud, sexualidad | Deja un comentario