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>Yo no apagaré la luz el sábado

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Por Bjorn Lomborg, profesor de la Escuela de Negocios de Copenhague, divulgador medioambiental y autor del libro El ecologista escéptico (EL MUNDO, 27/03/09):

Este sábado, World Wildlife Fund (WWF) quiere que se apaguen durante una hora las luces en todo el planeta como un gesto a favor de la Tierra y en contra del calentamiento global. En España, muchas ciudades tomarán parte en esta iniciativa de manera oficial, entre ellas Barcelona, Madrid, Zaragoza, Granada, Bilbao, Valencia y Segovia. Las luces de monumentos emblemáticos como la Giralda, la Torre del Oro, el Puente de Triana, el Palacio Real, el Congreso de los Diputados y la puerta de Alcalá se quedarán a oscuras.A los españoles se les ha animado, además, a que apaguen las luces en sus casas.

Estos esfuerzos están cargados de buenas intenciones. Pero, desgraciadamente, esta iniciativa es un gesto puramente simbólico que infunde la errónea impresión de que hay fórmulas fáciles e instantáneas para resolver el cambio climático. Aun en el supuesto de que en este sábado 1.000 millones de personas apagaran las luces, toda la operación supondría en su conjunto el equivalente a la suspensión de las emisiones de gases de efecto invernadero de China durante sólo seis segundos. En términos económicos, los beneficios medioambientales y humanitarios de los esfuerzos de todo el mundo desarrollado ascenderían a no más de 10.000 libras esterlinas [alrededor de 10.752 euros al cambio de hoy].

La campaña no pide a nadie que haga algo que le cueste más, como prescindir de calefacción, el aire acondicionado, los teléfonos, internet o la comida caliente. Es de suponer que si alguien se sienta en su casa a ver la televisión, con la calefacción y el ordenador en funcionamiento, podrá afirmar que ha tomado parte en una respuesta al recalentamiento del planeta siempre que mantenga apagadas las luces de su casa. El simbolismo es casi perverso. Además, la iniciativa podría producir una contaminación más elevada en conjunto que si nos limitamos a dejar las luces encendidas.

Cuando se le pide que prescinda de la electricidad, la gente recurre a las velas. Las velas parecen muy naturales, pero son casi cien veces menos eficaces que las tradicionales bombillas incandescentes y más de 300 veces menos eficaces que las luces fluorescentes. Si se enciende una vela por cada bombilla que se apague, el que lo haga no estará reduciendo las emisiones de CO2 en absoluto e incluso, si enciende dos velas, emitirá aún más CO2. Por si fuera poco, las velas contribuyen a la contaminación del aire en recintos cerrados entre 10 y 100 veces más que el nivel de contaminación producido por todos los coches, la industria y la producción de electricidad.

No hay ningún sustituto barato del carbono que quemamos. Esta es la razón por la que muchas promesas de reducciones drásticas de CO2 se quedan simplemente en compromisos vacíos de contenido.Una solución seria al recalentamiento del planeta tiene que centrarse necesariamente en la investigación y desarrollo de energías limpias en lugar de empeñarse en promesas vacías de reducción de las emisiones de carbono.

Es indispensable que de manera urgente consigamos hacer de la energía solar y de otras tecnologías innovadoras recursos más baratos que los combustibles fósiles, de manera que podamos liberarnos de las fuentes tradicionales de energía durante mucho más tiempo que una sola hora y, a la vez, mantener el planeta en funcionamiento. Todos los países deberían ponerse de acuerdo en destinar un 0,05% de su PIB a la investigación y desarrollo de energías con bajas emisiones de carbono.

No deja de resultar irónico que actos puramente simbólicos nos retrotraigan en estos tiempos a otras épocas más sombrías

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

marzo 28, 2009 Posted by | cambio climático, medio ambiente | Deja un comentario

>Otan: nada que celebrar

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Por Rafael Bardají (ABC, 27/03/09):

Por definición, todas las cumbres internacionales son un éxito y la próxima de Estrasburgo-Kehl en donde los aliados celebrarán el 60 aniversario de la OTAN no será distinta en eso. El comunicado final recogerá con toda seguridad la satisfacción colectiva de los logros de la Alianza en sus primeros sesenta años de existencia y entonará los mejores deseo para las próximas décadas. Callará sobre la espantá del gobierno español de Kosovo, por prudencia.

Hasta cierto punto tienen razón: ¿No quiere todo el mundo -hasta los franceses- ser parte de esta organización defensiva occidental? La OTAN como institución no está en peligro. Su eficacia y relevancia, sin embargo sí. La Alianza tiene tres grandes problemas hoy que van a determinar el futuro de la organización. El primero es un problema operativo que tiene nombre y apellidos, Afganistán. Los aliados fueron a aquel país porque muchos pensaban que era la guerra buena frente a la mala de Irak. Es más, una gran mayoría fue allí porque creían que las tropas americanas habían vencido ya a los talibán y a los terroristas de Al Qaeda y que, por tanto, su misión se concentraría en la reconstrucción, no en la seguridad. Se diga lo que se diga, ese fue el espíritu que llevó a la OTAN hacerse cargo de la ISAF en 2003. Y precisamente por eso sólo unos pocos aliados, más algunos países que no son miembros de la OTAN, como Australia, han estado dispuestos a acometer misiones de combate. Hace un par de años, el chiste sobre el terreno era el significado real de ISAF : «Veo a los americanos luchar» (I See Americans Fight). Hoy la situación no ha mejorado. Son los americanos los que van a intentar cambiar el delicado equilibrio de fuerzas que hoy existe en Afganistán y que amenaza con convertirse en una vergüenza para toda la OTAN. Allí los aliados sólo pueden esperar dos cosas: la derrota o la victoria. Pero para obtener esta última tienen que asumir una responsabilidad de la que vienen huyendo en los últimos años. La OTAN no puede ni debe ser únicamente los marines americanos.

En segundo lugar, la OTAN tiene un serio problema político, la quiebra de la solidaridad entre sus miembros, agudizado por su claudicación frente a Rusia. La dependencia de los aliados europeos de los suministros energéticos rusos y la necesidad de los Estados Unidos de contar con Moscú para frenar situaciones indeseables como la nuclearización de Irán, ha llevado a que la OTAN acepte, de hecho, la política del Kremlin de imponer su propia esfera de influencia en el este de Europa. Atrás queda la invasión de Georgia y las reiteradas injerencias en Ucrania por parte de Moscú, las continua bravuconadas de sus dirigentes, su visión neo-imperial y sus amenazas de volver a la guerra fría con sus despliegues en el Caribe. En lugar de actuar con serenidad, evitando provocaciones, pero con firmeza, los aliados han preferido olvidar sus promesas a Georgia y Ucrania y con tal de contentar a Moscú hasta aplauden la decisión, por más que sea unilateral, del presidente Obama de abandonar el escudo antimisiles en suelo europeo. Ronald Reagan abrazó a los rusos desde la fuerza y acabó con el régimen comunista. El reciente consejo de ministros de la OTAN ha reanudado sus sesiones con Moscú a cambio de nada. Alemania, Francia e Italia estarán tranquilas, pues priman una buena relación con el Kremlin sobre todas las cosas, pero los países bálticos y los polacos, checos y húngaros no pueden estarlo. Si Rusia se sale con la suya sin pagar ningún precio, Georgia no será la última en caer en sus redes. Bastaría conque la Alianza desplegase parte de sus infraestructuras en sus miembros más al Este para reforzar el sentimiento de solidaridad necesario en toda alianza militar. Tendría todo el derecho y la legitimidad para hacerlo y eso le permitiría a los aliados dialogar con Moscú en un plano de mayor igualdad. De todas formas, la crisis de la solidaridad va, por desgracia, bastante más allá que Rusia, como la decisión unilateral de Zapatero sobre nuestras tropas en Kosovo ha puesto de nuevo en evidencia. El todos para uno no es conocido por el actual gobierno español, que huyó de la coalición en Irak, se niega a asumir las tareas de combate en Afganistán y sale de Kosovo de mala manera.

En tercer lugar, la Alianza tiene un grave problema estratégico. La OTAN, que fue el centro del mundo desde su nacimiento en 1949 hasta la caída del muro de Berlín en 1989, se ha mantenido voluntariamente al margen de los asuntos centrales para la seguridad del mundo en los últimos años. Primero, inhibiéndose de jugar un papel acorde a sus medios en la guerra contra el terrorismo islamista. Más allá de activar el artículo 5 de su Tratado con motivo de los ataques del 11-S, poco más ha hecho, dejando en manos de sus miembros o de la UE la esencia de las políticas antiterroristas; en segundo lugar, Irak. La Alianza se abrió en canal al querer utilizarla unos cuantos como plataforma anti-americana. La incapacidad para involucrarse colectivamente o, aún peor, para asistir a una Turquía que lo demandaba, no sólo marginó a la Alianza del Medio Oriente, sino de su principal fuerza y motor, los Estados Unidos. Y a tenor de lo que vemos con la nueva administración Obama, su atlantismo parece más bien de boquilla, pues no cuenta con sus aliados a la hora de tomar decisiones que afectan a todos; por último, la OTAN ha optado por no enfrentarse al tema estratégico de nuestro tiempo, Irán y su acelerado programa nuclear. Ni ha querido sumarse a los movimientos para impedir la bomba en manos de los ayatolas, ni se ha preparado para asegurarse una mayor protección y disuasión en el caso de que, en un futuro cercano, tengamos que lidiar con un Irán atómico. Se podía haber enviado unos buques en visita al Golfo o en apoyo de las fuerzas americanas en la zona y se debían haber acelerado los proyectos de defensas antimisiles balísticos, pero ni una cosa ni la otra.

Ciertamente, Francia vuelve a las estructuras militares de la Alianza, poniendo fin a 43 años de anomalía. Pero su retorno es menos importante en el aspecto operativo y militar, pues Francia ya participa en las operaciones OTAN como otro aliado más. Lo importante será poner fin a una permanente batalla de nuestro vecino galo por mermar la influencia americana en Europa e intentar colocar a Francia en su lugar. La OTAN ha sufrido mucho por tener que bregar todos los días con dos visiones antagónicas sobre lo que debía ser y hacer. Si la vuelta francesa significa de verdad acabar con eso, será positiva. Pero si sólo se queda en una batalla por escalar posiciones dentro de las estructuras aliadas, puede que Francia gane colocando a sus oficiales donde no los tenía hasta ahora, pero la OTAN colectivamente ganará muy poco. La Alianza lo que necesita urgentemente es una única concepción estratégica que de sentido a lo que hace y que la oriente sobre lo que tendría que hacer. Francia puede contribuir a ello, pero, como siempre, la potencia indispensable será América. Sin los Estados Unidos no hay OTAN que valga. Lo deberían saber los aliados europeos y lo debería aprender rápido Barack Obama. Pero quién más necesidad tiene de saberlo es nuestro siempre sonriente presidente de gobierno y su ministra de defensa, quienes se empachan del término «multilateralismo eficaz» al hablar de la ONU, pero lo niegan en la única organización multilateral que ha probado su eficacia, como es la OTAN.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

marzo 28, 2009 Posted by | OTAN | Deja un comentario

>La campaña de la Iglesia contra el aborto

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Por José Ignacio Calleja, profesor de Moral Social Cristiana (EL CORREO DIGITAL, 27/03/09):

¿Y yo? -pregunta un niño junto a un lince ibérico y concluye-, ¡Protege mi vida!». Quiere indicar que la suya está menos protegida que la del animal que lo acompaña. Es sabido que se trata del título de la campaña lanzada por la Conferencia Episcopal con motivo de la Jornada en Defensa de la Vida y contra la futura Ley del Aborto. La campaña del Episcopado es directa y conscientemente ‘provocativa’, al comparar la protección que reciben las especies en vías de extinción, por ejemplo, el lince ibérico, con la que se da a los no nacidos en lo que será la nueva Ley del Aborto.

Vamos por partes. Primero la campaña en cuanto a su forma. El cartel. No me gusta para una campaña de nadie, y menos de la Iglesia. Hoy no vende lo que no provoca. No es atendido por nadie si no media la provocación. Es la moda. Pero el camino emprendido es muy peligroso. La Iglesia se ha quejado mil veces de que el márketing elige modos donde los medios amenazan la moralidad de los fines. Aquí hay en juego un fin primordial, vital, la vida humana en su etapa inicial, embrionaria y fetal, pero el medio, la imagen elegida, el cartel, a mi juicio, no reproduce el hecho en sí, sino que como mínimo lo distorsiona. La Iglesia, siempre tan sutil y precisa ante problemas morales, decide encomendarse al trazo grueso de la publicidad. El precio inequívoco es el propio del medio elegido: llegas a todos, pero confirmas que moralmente vale todo cuando algo te importa. Ya veremos la gracia que nos hace cuando mañana aparezca un cartel con los zapatos del Papa, o ‘un crucifijo de oro’, y un niño muriendo a su lado de hambre y miseria. No quiero dar ideas, pero lo veo venir. Por tanto, no al modo elegido. Rotundamente, no.

Algunos políticos de la derecha, con mucho cuidado electoral, están diciendo que la Iglesia tiene derecho a hacer esa campaña. Faltaría más. Vaya novedad. En una democracia, que un grupo de la sociedad civil tiene derecho a hacer esta campaña está fuera de toda duda. Es que el comentario ofende. Es hablar por no callar, hablar por no decir si se apoya o no la forma y el fondo. Ya nos conocemos. Son los antiabortistas por programa electoral.

Algunos políticos de la izquierda están diciendo que la Iglesia, así, no es moderna, que está contra el progreso y que no va con la sociedad. Vaya tontería, otra vez. La Iglesia tiene que ofrecer una palabra espiritual y moral, y no puede vivir pensando si va a gustar a la sociedad, o suena bien a los más modernos o lo verán como progreso. Claro que ella tiene que plantearse críticamente sus razones, pero si las ve bien fundadas, debe darlas y ofrecer su propuesta moral. Lógicamente, la sociedad tiene todo el derecho del mundo para debatirlas en términos de razón, experiencia y sentido común. Es lógico. Es el debate moral e ideológico de una sociedad plural y políticamente laica. Los propios cristianos no pueden obviar ese debate a la hora de formar su conciencia. ¿Y pastoralmente? ¡Cuidado! Dios ha enviado a su Hijo al mundo, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».

Alguien ha escrito así: «Es muy peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Sólo con el corazón lleno de amor a todos nos podemos llamar unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús sino otra cosa: tal vez, nuestro resentimiento y enojo». Pensamos así, desde luego; condenar, nunca.

Y el fondo, la defensa de la vida humana, también en su etapa inicial, embrionaria y fetal, como un bien incondicional. Digo que comparto esta convicción moral de forma inequívoca y libre. No soy biólogo ni trabajo en profundidad la bioética, pero me siento bien representado, ¡no digo absolutamente!, pero digo bien representado en el manifiesto en defensa de la vida humana en su etapa inicial, embrionaria y fetal, que más de mil ‘profesionales’ han hecho público en Madrid, y que recorre por ahí los caminos de ‘los medios’, solicitando nuestras firmas. En caso de dudas científicas -pienso- a favor de la tesis más proteccionista del embrión.

Por tanto, afirmo, con ellos, que las conclusiones que el Grupo Socialista en el Congreso, por medio de la subcomisión del aborto, trasladará al Gobierno para que se ponga en marcha una ley de plazos, agravan la situación actual y desoyen a una (buena parte de la) sociedad, que lejos de desear una nueva ley más permisiva reclama una regulación más atenta a detener los abusos.

Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

marzo 28, 2009 Posted by | aborto, Iglesia | Deja un comentario